“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Martí ese soy yo, detrás de la imagen está la historia
    Por Rodolfo Izaguirre

    Las figuras de cerámica difícilmente podrán animarse a sí mismas, pero en el filme José Martí, ese soy yo, del intelectual y cineasta venezolano Edmundo Aray, lo hacen porque han pactado con el movimiento propio del cine: en lugar de animarse se desplazan mientras la cámara, que no deja de observarlas, realiza unos travellings lentos y sensitivos; a veces imperceptibles. El cine se mueve sobre las fachadas de alguna ilusoria calle de La Habana en enero de 1853, y se detiene en una de sus casas porque está   naciendo un niño que va a llamarse José Julián Martí, pero que al morir, cuando apenas llegaba a los cuarenta y dos años, no solo va a ser considerado como héroe de la independencia nacional de su país, sino como uno de los pensamientos políticos más agudos; precursor, además, del modernismo literario y poeta de asombrosa sencillez lírica.

    La saga de este escritor y patriota cubano adquiere una vida igualmente asombrosa en el largometraje de ficción José Martí ese soy yo, 2005, realizado con figuras de cerámica. Ya Edmundo Aray y Raiza Andrade habían logrado en 1994 la hazaña de insuflar vida a las figuras de barro policromadas de Glenda Mendoza para contar, como si se tratara de un relato de abuela, las peripecias guerreras, humanísticas y amorosas de Simón Bolívar en el  largometraje Bolívar, ese soy yo. Se sabe, igualmente, que se está realizando el rodaje de una tercera obra que se llamará: Simón Rodríguez, ese soy yo.

    Esta vez el trazo narra la vida de quien va a morir en la batalla de Dos Ríos en la provincia de Oriente después de una agitada vida de cárcel y destierros; azares españoles, mexicanos y venezolanos; abnegada lucha por la independencia de Cuba,  mucha sagacidad política y de haber escrito con extremada depuración de sus formas los “Versos  Sencillos” de 1891 y, un año más tarde, los “Versos Libres” que se abren hacia el hombre, la naturaleza y las cosas más humildes impregnados de un irrenunciable deseo de libertad y expresados desde el corazón mismo de la sensibilidad.
    Este es el mayor logro del largometraje José Martí, ése soy yo: encontrar el justo nivel, la exacta correspondencia de aquellos versos sencillos pero profunda y dolorosamente humanos con la candorosa belleza de las imágenes movidas ahora por el impulso narrativo del cine. Hay barcos que los travellings hacen navegar airosa e incesantemente porque en ellos estuvo viajando la propia vida de José Martí entre España y Cuba, a Nueva York, México y Venezuela; de un exilio a otro y en ellos parecen estar condensados también el vaticinio y la existencia misma del héroe cuando afirmó que “el bien no naufraga nunca”. Y se van mostrando los objetos que componen y  enriquecen nuestras vidas y otorgan a esta película el privilegio de una belleza visual rara en el cine de animación porque hay formas y colores que casi estallan desde el interior del lujurioso esplendor del Caribe y de las Antillas: flores, frutas, campanas y romanillas; pianos y salones muy principales con damas elegantes sentadas en sillones opulentos y en mecedoras y hay también cortinajes y cuadros colgando de las paredes.  Es aquí donde ocurre otro de los milagros de José Martí, ese soy yo: los espectadores sentimos no sólo que el aire, en el film, se impregna de un delicioso perfume sino que se nos adhiere y lo llevamos con nosotros una vez concluida la proyección de la película.

    Este sensible candor de los versos sencillos expresado a su manera, libre y cinematográficamente, por Edmundo Aray a través de las piezas de cerámica elaboradas por Ernesto Boichenko, Alba López y Ramón Albornoz no impide, sin embargo, que ante las atrocidades de la injusticia José Martí encienda las llamaradas de la insurgencia y conduzca su lucha desde el periodismo, la política, la acción militar y, sin lugar a dudas, desde la sencillez de los versos. Por eso el guión escrito por Aray muestra la vergüenza de la negritud, el ahorcamiento de los esclavos, el infierno carcelario. Trágicas sombras negras sobre sucios paredones en los que la sangre, siempre escandalosa, confiesa los fusilamientos de quienes asumieron el riesgo de luchar por su libertad.

    La ficción cinematográfica expresa así, claramente, otro de los pensamientos del prócer cubano: “El riesgo se ha hecho para vencerlo”.

    Ya resulta difícil condensar en una película de ficción el breve pero dilatado arco de vida de un hombre como Martí; reunir en una presencia única al político del Partido Revolucionario Cubano; al hombre de acción que acompañará a Máximo Gómez en la invasión de Abril de 1895; al periodista y ensayista de “La Patria Libre” y de la “Revista Venezolana” en tiempos de Antonio Guzmán Blanco y al poeta de los “Versos Libres”. Trasladar a imágenes los inicios de su pensamiento político, el dolor del exilio, la vida en Nueva York, la adversidad ofreciendo resistencia a todo instante.
    Edmundo Aray !encontró la manera de hacerlo¡ Del modo más sencillo, tal como habría procedido el propio Martí de haberle tocado: a través de la poesía trasmutada en piezas de cerámica. A la sensación de aquel perfumado aire antillano Edmundo agregó, proveniente del fuego y del aire, un humo opuesto al agua y a la tierra de donde proceden las piezas de cerámica. Para el poeta que es Edmundo Aray este humo, suspendido en su propia levedad, bien podría ser el alma que los simbolistas aseguran separada del cuerpo, es decir, el espíritu de José Martí convocado, esta vez, para gloria del  cine.
    By Rodolfo Izaguirre

    Pottery figures could hardly animate themselves, but in the film José Martí, ese soy yo, by Venezuelan intellectual and filmmaker Edmundo Aray, they do because they have made a pact with the natural movement of the movies: instead of animating themselves they translocate while the camera, which never stops observing them, makes slow and sensitive travellings, sometimes imperceptible. The film moves over the façade of some illusory street of Havana in January 1853, and it stops in one of the houses because a baby is going to be born, his name is going to be José Julián Martí, but when he dies, at hardly forty two years of age, he is not only going to be considered the hero of the national independence of his country, but also one of the smartest political thinkers, also a forerunner of literary modernism and a poet of amazing lyrical naturalness.

    The saga of this Cuban writer and patriot achieves an equally amazing life in the narrative feature film José Martí ese soy yo, 2005, made with ceramics figures. Edmundo Aray and Raiza Andrade had already achieved in 1994 the deed of imbuing life to the polychrome clay figures of Glenda Mendoza to tell, as if it were a grandmother’s tale, the war, humor and love incidents of Simón Bolívar in the feature film Bolívar, ese soy yo. Likewise, it is known that a third film is being made whose title will be: Simón Rodríguez, ese soy yo.

    This time the traces narrate the life of the person who is meant to die in the Dos Ríos battle in the province of Oriente after an agitated life of imprisonment and exile, Spanish, Mexican and Venezuelan fortuitousness; a self-sacrificed struggle for the independence of Cuba, huge political sagacity, a person who wrote, with extreme depuration of forms the “Versos  Sencillos” (Simple Verses) in 1891 and, a year later, los “Versos Libres” (Free Verses) verses that open up toward man, nature, the most humbled things imbued of an unrenounceable desire for freedom and expressed from the very heart of sensitivity. This is the greatest accomplishment of the feature film José Martí, ése soy yo: to find fair level, exact correspondence between those simple but deep and painfully human verses and the innocent beauty of the images now in motion due to the narrative movement of the movies. There are ships which sail gracefully thanks to the travellings, ships in which José Marti’s life traveled between Spain and Cuba, New York, Mexico and Venezuela; from exile to exile, the hero’s existence and vaticination seem to be condensed in them when he expressed that “good never suffers wreck”. And the objects that make up and enrich our lives are shown to confer this film an unusual visual beauty for an animated film since there are shapes and colors which burst from the interior of the luxurious splendor of the Caribbean and the Antilles: flowers, fruits, bells, pianos, halls where elegant ladies sit in opulent armchairs and rocking chairs, there is also drapery and paintings hanging from the walls. It is here where another one of the miracles of José Martí, ese soy yo takes place: the spectators feel that the film is full of a delicious perfume which we carry with us once the film is over.

    That sensitive naivety of the simple verses, expressed in their own free and cinematographic style by Edmundo Aray through the ceramic pieces made by Ernesto Boichenko, Alba López and Ramón Albornoz do not impede, however, that in the face of the abominations of injustice José Martí sets the fire of upraise and leads the struggle from politics, journalism, military action and, undoubtedly from the naturalness of his verses. That is why the script written by Aray shows the shame of the black race, the hanging of slaves, the prison hell. Tragic shadows over dirty firing squads where blood, always outrageous, confesses the executions of those who took the risk of fighting for their freedom. The film narrative expresses clearly another thought of the Cuban great man: “Risk is meant to be defeated”.

    It is a difficult attempt to condense in a narrative feature film the brief and yet extensive life cycle of a man like Martí; to put together in one piece the politician of the Partido Revolucionario Cubano (Revolutionary Cuban Party); the man of action who accompanied Máximo Gómez in the invasion of April 1895; the journalist and essay writer of “La Patria Libre” and “Revista Venezolana” in the times of Antonio Guzmán Blanco and the poet of “Versos Libres”. To turn into images the beginnings of his political thinking, the pains of exile, the life in New York, hardship offering resistance every moment.

    Edmundo Aray found a way to do that. In the simplest of ways, in the way Martí himself would have done it if he were doing it:  through poetry transmuted into ceramic pieces. To the feeling of the fragrant air of the Antilles, Edmundo added, originated from fire and air, a smoke opposed to the water and soil from which the ceramic pieces originate. For the poet who Edmundo Aray is this smoke, held in its own levity, could perfectly be the soul, which symbolists declare to be separated from the body, that is, José Marti’s spirit invoked, this time for the glory of the movies.


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