Navidad a tres del chileno Sebastián Lelio
Por María José Bello
Al enfrentarme a la tarea de escribir sobre la última película del chileno Sebastián Lelio, Navidad, no puedo sacarme de la cabeza las imágenes de su ópera prima, La Sagrada Familia (2005). Se trata de un filme clave de la nueva generación de directores chilenos que se destacó por una excelente dirección de actores, el buen resultado de la improvisación en la historia, la fuerza de las temáticas abordadas y una cámara en mano que acompañaba a los personajes en la intimidad de sus vivencias y en la intensidad de sus diálogos. En aquella historia, el que podría haber ser un idílico weekend de Semana Santa de una familia chilena acomodada y “progre” que va a su casa en la playa, termina siendo una experiencia de confrontación, debate, lujuria, cuestionamiento moral e introspección para cada uno de los participantes de este viaje. Marco, quien vive bajo la sombra de su padre, se ve enfrentado a que su novia Sofia seduzca —y sea seducida— por ese padre castrador durante las celebraciones de la fiesta católica. De ahí la ironía del título de la película.
Y aunque no quiero adentrarme en los detalles de este excelente filme, me resulta inevitable compararlo con Navidad (2009). Por un lado, porque encontramos una serie de aspectos estilísticos y temáticos que se repiten —y que comienzan a definir la impronta de las películas de Lelio—, pero sobre todo porque me parece que La Sagrada Familia dejó la vara muy alta y pese a que Navidad es una película interesante, no está a la altura de su anterior trabajo. Ni en términos de la madurez del argumento, ni del lenguaje audiovisual y sobre todo en el campo de las actuaciones.
Navidad es la historia de tres jóvenes que pasan juntos una inusual fiesta de Noche Buena. Aurora (18) visita una casa a los pies de la cordillera acompañada de Alejandro (18), su novio del momento. Este lugar, que pertenecía a la familia de Aurora, ha sido vendido por la madre tras la muerte del padre y como aún no ha sido habitado por los nuevos dueños, es utilizado como “refugio” por estos jóvenes que quieren pasar la navidad juntos y sin la compañía de su entorno familiar. Un tercer personaje se sumará en el transcurso de la historia, Alicia (15), quien se encuentra en una desesperada búsqueda de su padre puesto que su mamá nunca ha querido revelarle la identidad de su progenitor. Está segura que encontrará a su papá durante las festividades navideñas.
Nuevamente el desarrollo de la historia transcurre durante una festividad católica importante y en un lugar alejado de la gran ciudad, que permite un estado de introspección de los personajes. En el aislamiento y en el contacto con la naturaleza, éstos ven aflorar sus problemas y se confrontan a sus fantasmas.
Lelio logra crear un universo dentro de sus películas que cautiva. El lugar geográfico de las locaciones ha sido elegido con sumo cuidado, así como las casas en las que transcurre la acción y todos los elementos que encontramos dentro de ellas. Hay una verdadera interacción de los personajes con el decorado y nada está allí por azar. Podríamos pensar que se trata de películas claustrofóbicas en que el encierro genera un cierto tipo de agobio, pero lo cierto es que la sensación es la contraria. De hecho la naturaleza es presentada como un lugar de liberación pero también como una amenaza, por lo que la casa se transforma en un sitio que protege y genera seguridad. Es allí donde los personajes se cuidan, se sinceran, se aman. Al igual que en La Sagrada Familia, uno de los mayores méritos de Navidad es la complicidad que logra el director con sus personajes y el estado de intimidad que retrata. Encontramos también en ambas películas una persistencia de la figura del padre como un elemento clave en la formación identitaria. El padre como un ideal inalcanzable que perturba y gatilla conflictos.
Uno de los puntos fuertes de esta historia es la relación que se establece entre los jóvenes, la frescura de sus diálogos y el realismo de su manera de comportarse. El clímax de la película es una escena sexual que se insinúa desde el principio, pero que toma un giro imprevisible. Este momento, de fuerte carga erótica, es un acierto y nos habla de la manera de vivir la intimidad entre muchos jóvenes chilenos de hoy. Notamos el evidente desfase entre el ideal navideño católico y en lo que desemboca la historia. El anacronismo de la moral que se intenta imponer a una sociedad mucho más liberal de lo que admite el discurso oficial y las instituciones.
El principal problema de la película —y que es lo que a mi juicio no logra hacer despegar la historia— es la presencia de una actriz ya consagrada como es Manuela Martelli, que actúa junto a dos jóvenes con menos experiencia que ella (Alicia Rodríguez y Diego Ruiz). Esto crea un evidente desequilibrio en las actuaciones que queda aun más en evidencia debido a la libertad y a la improvisación con la que trabaja el director en sus películas. Hay diálogos muy bien logrados, pero otros que resultan planos, superficiales y poco naturales. Notamos también que es el personaje de Aurora (Manuela Martelli) el que tiene más fuerza y el que en definitiva guía la acción durante toda la película.
Navidad es un filme con altos y bajos, pero que no deja de ser jugado. En términos artísticos y temáticos es una bocanada de aire fresco para el cine nacional. Lelio consolida su estilo propio y se arriesga a hablar de temas íntimos, identitarios y morales muy poco tratados en la cinematografía chilena; lo que le ha valido un importante y justo reconocimiento nacional e internacional.