“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • El último verano de la Boyita, de Julia Solomonoff, honestidad brutal
    Por Diego Batlle

    Este segundo largometraje de Julia Solomonoff (Hermanas) no consiguió durante su presentación en la competencia oficial del BAFICI en abril último la repercusión local ni internacional que merecía. Muchos la consideraron, injustamente, como demasiado convencional para los cánones de la selección porteña (¡Y hasta cuestionaron para esa inclusión el hecho de que haya sido coproducida por los hermanos Almodóvar!). Luego, la película tuvo un breve, poco difundido y fallido recorrido comercial por las salas de Rosario y el circuito de festivales también tardó en reconocer sus valores, ya que -luego de varios meses- recién pudo llegar a muestras como las de San Sebastián o Tesalónica.

    El último verano de la Boyita tiene un segundo problema: remite en distintos aspectos a otros films de grandes directoras locales: La rabia, de Albertina Carri; La ciénaga, de Lucrecia Martel; y XXY, de Lucía Puenzo.

    Quizás Solomonoff no sea tan sutil y virtuosa como Martel ni tan extrema en su abordaje temático como Carri o Puenzo, pero nadie puede dudar de que su segunda película está muy bien narrada y actuada, tiene sensibilidad para acercarse al universo infantil/preadolescente, y hace gala de un acabado técnico irreprochable con la colaboración de un verdadero dream-team (el DF Lucio Bonelli, el compositor Sebastia´n Escofet, los editores Rosario Suárez y Andrés Tambornino, el arte de Mariela Ripodas y la sonidista Lena Esquenazi).

    Las contradicciones entre la gente de ciudad y la del campo, los prejuicios que existen incluso en tiempos de corrección política, las pequeñas miserias y hostilidades, la descontención de los chicos, y -sobre todo- el tema del despertar sexual son expuestos por Solomonoff con pudor, sin forzar ni subrayar las situaciones, sin caer en la demagogia, apoyada en la expresividad de la pequeña Guadalupe Alonso y construyendo un universo (el campo en pleno verano) que es funcional a la historia.

    Espero que, más allá del apuntado traspié rosarino y de los múltiples aplazamientos de su lanzamiento porteño, El último verano de la Boyita pueda conectar con cierto segmento del público en medio del aluvión de estrenos nacionales que hace naufragar a la mayoría. Es una película digna, honesta y cuidada. Atributos suficientes como para ser tenida muy en cuenta.

    (Fuente: www.otroscines.com)


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