“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA
  • Los ciegos en Madrigal
    Por Mercedes Santos Moray

    Cuando surgió, hace más de una centuria, algunos afirmaron que el cinematógrafo destruiría a las demás artes. Sin embargo, desde sus primeras secuencias, el cine evidenció sus deudas con la literatura y el teatro, referentes que a la manera de un continuum, se mantienen en nuestros días, en los que a la antigua pugna ha sustituido el espíritu de relación, y el séptimo arte ha evidenciado, también, que es uno de los espacios más privilegiados de las artes escénicas.

    Por eso, y por ese diálogo sustancial entre ambas expresiones, y porque nuevamente en el cine cubano ambos universos se integran para sintetizarse en códigos experimentales, retomamos la deuda ancestral con el teatro, desde la puesta en pantalla del último largometraje de Fernando Pérez, su ya polémico, para unos deslumbrante y para otros incomprensible, Madrigal.

    Desde el actor, desde la gestualidad traducida como elemento de las imágenes, incluso cuando el silencio se impone al discurso verbal, el audiovisual confirma sus raíces y asume al tiempo que los construye, los ritos de la dramaturgia, especialmente cuando se proyecta dentro de lo que conocemos como “cine de autor”, como sucede con particular énfasis en esta propuesta del recientemente laurado con el Premio Nacional de Cine -como reconocimiento a su poética- una de las más complejas y problémicas, como sinceras y honestas del cine de la mayor de las Antillas en las últimas décadas.

    Ahora, 110 años después de la llegada del cinematógrafo a la Isla, y de haberse filmado el primer corto en nuestro país, Simulacro de incendio, el cine cubano se hace cómplice de esta relación, en la que el símbolo se decodifica por el espectador en un proceso activo, en el que participa como sujeto agente.

    Esto se produce gracias al sexto largometraje de ficción de Fernando Pérez, Madrigal, que hubiese sido otro, muy distinto a lo que es, si en él no hubiese dejado su impronta el teatro, específicamente, el talento escénico del director Carlos Díaz, avalado en su discurso estético, por la propia poética de su conjunto, el grupo El Público, colaborador de Fernando Pérez en este filme y responsable del montaje teatral con el que se inicia la puesta en pantalla, gracias a la integración a la historia de amor que se nos cuenta, de una obra clásica de la dramaturgia universal: Los ciegos, del también premio Nobel, el dramaturgo belga de expresión francesa, Maurice Maeterlinck, quien, con esa obra escrita en 1890, sembró las células de la escena simbolista.

    Desde la concepción del filme -estructurado en dos tiempos, 2005 y 2020, dentro de los contextos de Cuba y del mundo, en su contradictoria y angustiosa contemporaneidad, a pesar de la impronta abstracta de las categorías espacio-temporales en la película, y con una lectura de profunda filiación filosófica, en la que predomina lo reflexivo más que lo emotivo- Madrigal se apoya además en la excelencia de la dirección de arte de Erick Grass y en la fotografía de Raúl Pérez Ureta, a los que se integrara, desde el rol protagónico, Carlos Enrique Almirante junto a su pareja en la cinta, Liety Chaviano, quienes fueron secundados en esa puesta donde lo real no es lo que se ve, por la española Carla Sánchez y Luis Alberto García, quienes participan de la pieza Los ciegos y de la propuesta de Madrigal.

    El juego del teatro dentro del cine, del sentido metafísico del discurso artístico del realizador quien apela a la razón, aunque no excluye los sentimientos del público, como elemento coprotagónico de su concepción ideoestética, ocupa un lugar clave para la estructura composicional del argumento y también para que el filme alcance la dimensión existencial que sólo puede ser aprehendida desde el plano simbólico, en su narratividad.

    Tanto en la puesta inicial, que es también el cierre de la película a manera de afiche congelado en el tiempo, como en la representación del mundo sórdido de la segunda narración, inspirado en el cuento de Eduardo del Llano La flecha rota en el carcaj de Eros, y la participación de los jóvenes actores, desnudos y filmados en condiciones muy difíciles, con bajas temperaturas y lluvia, dentro del escuálido pero invernal 2005, subrayan la voluntad expresiva de Fernando Pérez con este filme de alta densidad, ajeno a todo discurso lineal, particularmente en los minutos finales, cuando nos traslada la imagen y la banda sonora, siempre eficaz en su registro dramático, diseñada como la música por Edesio Alejandro, con un mensaje que tiene sus deudas con la poética del existencialismo, y también con otras lecturas cinematográficas como las de Ridley Scoot en Blade Runner.

    The blinds in Madrigal
    By Mercedes Santos Moray

    When the cinema emerged, a century ago, some people stated that it would destroy the rest of the arts. However, since their  first  sequences,  the cinema has shown its debts  with literature and  theater, references that as a continuum still stand today, when the  old  dispute  has  replaced the spirit of relation, also the seventh art has showed, that  is one of the most privileged space in the dramatic arts.
    Owing to that and by that substantial  dialogue among both expressions and because again in the Cuban film both  universes  join for  synthesize  in an experimental code themselves, we  retake  the  ancient debt with the theater , since the miss en scene of the last Fernando Pérez´s feature, his already polemic, for some people blinding, and incomprehensible for others, Madrigal.
    Based on the actor, the gestures, even when the silent impose itself to the verbal speech, the audiovisual confirms its roots and assumes at the same time that built it, the dramaturgy rites, specially when it expresses itself within what we call “author film”, as happen in particular with the proposal of the recent winner  of the National Film Prize – an acknowledgement to his poetic filmography, which stands as one of the most  complex and problematic, and one of the most sincere and  honest of the  Caribbean Island the last decade.
    Now, after 110 years after the cinema arrival to the Island and of have been filmed the first short film in our country, Simulacro de incendio, the Cuban film makes itself accomplice of the relation between film and theater, in which the symbol is decoded by the spectator in an active process, in which he takes part as individual agent.
    This takes place thanks to the sixth Fernando Pérez ´s feature, Madrigal, that would be   a very different film if the theater ha snot let   its mark on it, specially the staging talent of the director Carlos Díaz, backed in his aesthetics speech, by his theater group, El público, collaborator of Fernando Pérez in this film and responsible for the staging, which open the de mise en scene, thanks to the integration of the love story of a classic play of the universal dramatic art, Los Ciegos by the Belgian Nobel Prize  playwright of French language, Maurice Mateerlinck, who with this play written in 1890, sowed the seeds of the symbolist scene.
    Based on the conception  of a film structured in two parts, 2005 and 2020, within the Cuban and the world context, in its contradictory and anguishing  reflection of the present time, in spite of the abstract impression of the space-temporal categories in the film, and with a reading of a  deep philosophical filiations, in which prevails the reflexive more than the emotive- Madrigal also rest in Erick Grass´s excellent art direction and Raúl Pérez Ureta´s photography, together with the protagonist Carlos Enrique Almirante and the other member of the couple Liety Chaviano, escorted in this staging by Spanish Carla Sánchez and the Cuban Luís Alberto García in the supporting roles that play in the staging of the play Los ciegos and the film proposal of Madrigal.
    The game of the theater inside the film, of metaphysical sense of the cinematic speech, of filmmaker, who appeals to the reason, without excluding the spectator feeling as a kind of parallel leading element of his ideological-aesthetics conception, takes a central role for the composition structure of the plot and in order that the film achieve the existential dimension taht could only be grasped from a symbolic point of view  of his narrative.
    Both the initial theater staging, which is also the end of the film in the way of a still poster, as the sordid representation of the second part, inspired in Eduardo del Llano´s story, La flecha rota en el carcaj de Eros, and the participation of the young actors, naked and filmed in a  very difficult conditions with low temperatures  and rain in  the squalid but wintry 2005, all of them emphasizes the  Fernando Pérez’s  aesthetic will with this film of high density, completely alien to any form of linear narrative, specially in the final minutes, when it renders its soundtrack and  images, always effective in her dramatic register, designed like Edesio Alejandro´s music with a message that is indebted with the poetics of existentialism, and also with other film readings as the one of Ridley Scott en Blade Runner.


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