“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Daisy y Pastor, cuatro décadas de amor y arte
    Por Mercedes Santos Moray

    En el hogar de Daisy Granados y de Pastor Vega volvimos a encontrarnos, entre carcajadas y memorias, y compartimos la amistad y el amor común por el cine. Yo no podía imaginar, a pesar de conocer de la endeblez de la salud del cineasta, que esta sería una de sus últimas entrevistas, la que se armó a cuatro manos junto a la que fue su compañera en la vida y también su musa en el arte.

    Ese espacio familiar no me era ajena. Accedí a él, por primera vez, a raíz del estreno y del sonado éxito de Retrato de Teresa, cuando ellos vivían en otro departamento de El Vedado y los niños todavía no eran hombres. Ahora retomábamos el diálogo, varios años después, y me encontraba a los dos unidos por hijos, nieto y varias películas.

    Él ya estaba enfermo, aunque lo encontré más alegre y locuaz que nunca. Incluso, ambos planeamos la idea de un libro sobre su obra, para lo que debíamos adentrarnos en su abultada y desorganizada papelería. Conocía Pastor de mi libro sobre Fernando Pérez, publicado por el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos en coedición con ARCI/UCCA, de Italia. Y, también, algunos amigos me habían hablado de escribir sobre el autor de aquel emblemático retrato, el de Teresa desde la piel y la emotividad de Daisy que conmovió a la opinión pública en la Isla y motivó debates que desbordaron lo estético para ir hasta la raíz de un machismo y un imaginario patriarcales que estaban muy lejos de haber fenecido. Pero nuestro proyecto lo frustró la muerte, aunque también sé del agudo sentido del humor, y de la ironía que él cultivaba, siento que está con nosotras, mirando cuánto hacemos, y cuánto me atrevo a escribir.

    Ahora, y ante el otorgamiento del muy merecido Premio Nacional de Cine a Daisy –por cierto, la primera fémina que lo recibe en Cuba–  en el 2007, junto a otros dos grandes de nuestro séptimo arte, como lo son el director Fernando Pérez y ese maestro de la edición que es Nelson Rodríguez, retomo aquella entrevista, aquel diálogo en el que se cruzó el pasado con el presente y se quería también atrapar el futuro, como homenaje a esta mujer, una de los íconos del cine cubano y latinoamericano, al tiempo que rindo tributo a Pastor, a quien sabemos feliz, donde quiera que esté, con este reconocimiento a la obra y la vida de su compañera.

    “Se ve que hemos nacido para oírnos y vernos”. El verso de Pablo Neruda podría resumir la existencia de esta mujer y de este hombre, Daisy Granados y Pastor Vega, íconos del cine cubano, que trabajan y crean, poblados por el amor de sus tres hijos, Aaron, Hirán y Herón, y por su nieto, el retoño de este último, el pequeño Xiam.

    Esta historia comenzó en 1963 y mientras se preparaba el rodaje de una película del director José Massip. “Era la época en que yo me compartía entre Teatro Estudio y el ICAIC”, nos dice Pastor con sus ojos claros y la sonrisa pícara, mientras Daisy lo observa.

    Ambos retornan a aquellos días, cuando ella era una joven aficionada al teatro en la tienda Fin de siglo. Entonces él empezó a buscar, junto a Pepe Massip, una actriz para La decisión, filme en el que también Pastor intervino como actor.

    “El personaje era una muchachita ingenua. Cuando llegamos y la vi en El corte, de Rolando Ferrer, le dije a Pepe: esa es. Aunque él no lo creía. Y le hice una prueba. Toda la “canalla” se le tiró arriba, llegaba carne fresca. Pero yo me eché para atrás.

    Mas ella interrumpe el relato: “¿y las llamadas por teléfono?”, a lo que él riposta: “Yo la empecé a llamar cuando me dijo”. Daisy  le recuerda el preciso bocadillo: “Aféitate, que estás muy feo”.

    “Como comprenderás, después de esas coqueterías no me podía quedar callado”. Y, desde entonces, comenzaron a vivir un romance que mantuvieron en silencio hasta que terminó la filmación.

    “Cada vez la relación se iba estrechando más. Había tenido otros novios, pero él me enriquecía y me alentaba a estudiar, a pedir una beca en la Escuela Nacional de Arte”. Hasta que el 14 de agosto de 1965 se casaron para constituir la familia que pronto veremos reunida en el celuloide, cuando se proyecte en la televisión la película de Gabriel Retes: Festival@.ron en la que interviene el clan.

    Sus hijos crecieron en ese mundo de creación y optaron, no se les impuso la vocación. “Aaron se interesa más por la dirección. Hirán y Herón por la actuación”, dice Daisy. “Siempre quise tener varones”.

    Pero Daisy no terminó sus estudios en la ENA. Impelida a escoger, optó por el cine, que fue su verdadera escuela, y comenzó a actuar en otras películas como Tulipa y Memorias del subdesarrollo.

    Él había dejado hacía mucho tiempo su trabajo de vendedor en la fábrica Partagás, en el que llegó a ganar $700, mientras jugaba pelota y crecía como actor  en Teatro Estudio, grupo del que fue fundador, y al reclamo de su vocación de cineasta pasó al ICAIC y a devengar solo $ 80.

    Ya empezaba el documentalista, luego vendría la ficción. Mas todavía hay un recuerdo que lo lacera, aquel cortometraje suyo, En la noche, donde exploraba otros estilos más experimentales, el de sus 24 años, que sólo vio estrenado hace 15, en el contexto de una muestra de cine joven. Allí habitaba otro Pastor, otra estética.

    “A los cuatro años de casados nació nuestro primer hijo. Tuve a Aaron a los 26. Fue una maternidad deseada y decidida por nosotros. Una de las mayores dichas de mi vida fue esa espera de nueve meses.

    Estaba dispuesta a hacer dejación de mi trabajo. Siempre me he sentido, en los tres embarazos, una mujer muy plena.”

    Pastor Vega, también fundador del ICAIC, recuerda a su padre, a esa figura entrañable de la cultura cubana, Justo Vega, con cuyo espíritu se identifica aunque, físicamente, se parezca más a su madre.  “Era un campesino de monte adentro. Diez hermanos abandonados y sin recursos. Cuando yo salía de la casa para la escuela, llegaba un profesor para él. Llevó el punto guajiro a la radio, la controversia al teatro donde siempre los dignificó.

    “En la Mil Diez se trasmitió una radionovela en décimas, y él fue quien la escribió, dirigió y actúo. Yo debuté, a los ocho años, como actor infantil en uno de sus radioteatros. A él le debo mucho mi vocación artística.”

    Ahora, lo sabemos, Pastor prepara una nueva película que también es un homenaje a su progenitor: Ópera guajira, cuyo guión y diálogos, en versos rimados y con métrica, los escribió Alexis Díaz Pimienta, con quien trabajó la dramaturgia a partir de la estructura que elaboró el propio cineasta al trenzar las novelas de Carlos Enríquez.

    “Es una película cantada en toda la gama posible de la música campesina. Sergio Vitier será el compositor. Y a mí me llevará mucho tiempo su realización, dos o tres años. Primero trabajaremos en la banda sonora y un reparto cantará y otro deberá doblar los versos. El ICAIC me ha dado todo su apoyo para este proyecto.”

    Tanto en México como en Cuba, ambos han regresado a la escena teatral. Ella como actriz, y él como director,  para montar Diatriba de amor contra un hombre sentado, de Gabriel García Márquez, que ahora graban para la TV Cubana, medio este último que a Daisy le interesa aunque el tiempo muchas veces conspira contra sus aspiraciones, por sus propios compromisos como actriz.

    La mujer que ha sido llamada “el rostro del cine cubano” recuerda con cariño Retrato de Teresa, entre su amplia filmografía. “Es la película con la que vuelvo a trabajar. No era la historia de mi vida, pero yo sentía, como muchas mujeres en el mundo y con intensidad, tales experiencias. Fue un momento definitorio de mi carrera, y no sólo en Cuba encontró gran acogida”.

    A Pastor la obra que más le complace entre las suyas es Habanera, aunque no haya tenido igual recepción. “Es la más compleja desde el punto de vista técnico y formal. Aunque me han dicho que la mujer cubana fue una antes y otra después de la conmoción causada por Teresa”.

    Deudor del magisterio de Vicente Revuelta, autodidacto y voraz lector, este cineasta y teatrista cubano rememora sus doce años al frente del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, experiencia que no lo convirtió en un funcionario, porque jamás renunció a ser un creador, a pesar de las películas que no pudo filmar.

    “Alfredo Guevara conformó un grupo de cineastas jóvenes para establecer relaciones con los latinoamericanos. No había vínculos ni festivales. Llegó Viña del Mar, que duró muy poco. Surgió el Comité de Cineastas de América Latina. Viví esa eclosión en la que Alfredo tuvo un papel definitivo en la creación de un movimiento continental que no se ha alcanzado en otras expresiones artísticas. Fueron años muy gratificantes.”

    Y en cuanto a su carrera, ella afirma, con seguridad: “He trabajado en el cine, en el teatro, incluso en las más difíciles condiciones de nuestro país. Me siento una mujer realizada”. Pastor Vega observa a su esposa: “cuando la dirijo es la única vez que tengo poder sobre ella”, y se ríe. Daisy comparte la humorada de su compañero.

    “Me gusta mucho trabajar con él. Me conoce y explota todas mis potencialidades. Es un hombre muy suave y respetuoso con el actor. Te da la oportunidad de ser creativa. Pero cuando estás trabajando con tu marido no puedes dejarte llevar por el exceso de confianza, y si hay alguna molestia, algo que aclarar, tienes que ser más cuidadosa que nunca.”



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