“Hoy, como ser humano, siento la falta de una televisión que discuta los principales temas de la sociedad. Dios me dio un segundo mandato para hacer cosas nuevas y una de ellas es la Televisión Pública”. Con estas palabras, el Presidente del Brasil, Luís Ignacio Lula da Silva, reafirmaba la política cultural implementada desde su primer mandato, que otorga a la comunicación audiovisual la condición de herramienta estratégica del Estado para apoyar el desarrollo y propiciar la inclusión social de los vastos sectores de la población. Fue al clausurar el “I Forum Nacional de Tvs Públicas” realizado en la ciudad de Brasilia el pasado mes de mayo. Conocer esta experiencia puede dar luces sobre los caminos a seguir.
En el año 2003, la Secretaría del Audiovisual del Ministerio de Cultura lanzó el “Programa Brasilero de Cinema y Audiovisual: Brasil, un país de múltiples pantallas”, título que expresa la voluntad de una política pública que tome en cuenta la pluralidad cultural del país, entendiendo que es ese capital social el que garantizará las condiciones necesarias para afirmar su autonomía como productor de contenidos que alimenten con repertorio nuevo a la cultura masiva internacionalizada. Con novedosos programas y acciones, se vienen obteniendo importantes avances en la producción y difusión de los productos audiovisuales brasileros.
En este contexto, el Brasil pone los ojos en la televisión pública y asume el desafío que implica la revolución tecnológica y la reorientación hacia un nuevo modelo de producción cultural que debe “encontrar nuevas maneras de hacer y de ver televisión y nuevos niveles de compromiso con el público telespectador, respetando sus derechos y reconociendo sus demandas”. La importancia que se da al tema lo confirma la presencia de cinco Ministros de Estado, de los Presidentes de las dos Cámaras Legislativas y numerosos parlamentarios y directivos estatales en la apertura del “I Forum Nacional de Tvs Públicas”.
Con una televisión comercial que ha desarrollado una industria poderosa y reconocida por su calidad, las televisoras públicas, iniciadas hace 35 años, cuentan hoy con cerca de 300 canales con distintos niveles de infraestructura y alcance y con diversas formas de propiedad, de financiamiento y de énfasis en su programación. Su característica es el compromiso con la sociedad y no con el mercado, valorizando al público no solo como consumidor sino, primordialmente, como ciudadano.
Dentro de su diversidad, gran parte de las televisoras públicas se han asociado de acuerdo con sus principales líneas de acción dividiéndose en cuatro grupos: Las educativo-culturales, cuyas señales cubren 2.880 municipios que representan a más del 70% de la población; las universitarias, que involucran a 85 instituciones de enseñanza superior; las legislativas, que con un número cercano a 60 son mantenidas por los poderes legislativos de las esferas federal, estatal y municipal y, las comunitarias, con cerca de 70 canales cuya programación es de libre acceso a la comunidad y son coordinadas por entidades no gubernamentales sin fines de lucro. Algunas han logrado un alto nivel tecnológico y de calidad en su programación, pero la mayoría enfrenta serios problemas de infraestructura y desfase tecnológico, de financiamiento, de discontinuidad en la gestión y de bajo nivel de audiencia.
La Secretaría del Audiovisual ha venido apoyando a las Tvs. Públicas desde el año 2003, pero el próximo advenimiento de la televisión digital presenta un nuevo escenario para el cual es indispensable prepararse. Esta revolución tecnológica multiplicará el alcance de los medios de comunicación social y otorgará una nueva dimensión al rol del lenguaje audiovisual. Nada más indicado que la televisión pública para la comunicación entre los individuos y de estos con el Estado y con la sociedad. En septiembre de 2006 se abrió un amplio debate a nivel nacional que, con grupos de trabajo multisectoriales, culminó en mayo de 2007 con el Forum.
Lo primero que surgió en los debates del Forum fue la necesidad de articular internamente al sector, estableciendo redes de funcionamiento integrado, que coordinen a la vez con el gobierno federal la configuración de políticas de fomento que permitan la plena explotación de su potencial. El modelo de gestión deberá ser independiente y manejado por técnicos y representantes de la sociedad civil, asegurando de esta manera la calidad y diversidad de contenidos. El financiamiento debe provenir de diversas fuentes para evitar el control de la gestión por un financista mayoritario, y, mientras se construye su identidad, las televisoras deben ir adecuándose gradualmente para la migración digital.
Como todo proyecto de esta naturaleza, el de la televisión pública del Brasil es ambicioso y difícil, pero las bases ya están sentadas con la firme decisión política del gobierno, con el compromiso de los gestores y operadores de los canales y con el apoyo de una sociedad que ve en ella una posibilidad de formación, de participación y de fortalecimiento de la democracia y de la identidad.