Cine alternativo, pero no marginal. Imágenes de la verdad de la vida de cada pueblo, contrarias a las visiones de apariencia, oropel y engaño que transmiten los llamados medios de comunicación. Pensamientos y obras en busca del pueblo, es decir, un entrelazamiento de la investigación de la realidad, la producción de películas cuestionadotas y la difusión pensada como permanente comunicación de retorno.
Luchando contra la agobiante desventaja que significa no disponer de una mínima infraestructura para realización y distribución, ni apoyo económico sustancial, se producen algunos films que rompen radicalmente con el cuadro de costumbres y el deleite turístico conocidos anteriormente como cine ecuatoriano. Cortometrajes como Los hieleros del Chimborazo de Gustavo Guayasamín, Daquilema de Edgar Cevallos, Montona de Gustavo Corral, Boca de lobo de Raúl Kalifé, Caminos de piedra de Jaime Cuesta, Chacón Maravilla y Así pensamos de Camilo Luzuriaga, Madre Tierra de Mónica Vásquez, el largometraje ecuatoriano-boliviano Fuera de aquí dirigido por Jorge Sanjinés, adquieren dimensión de la búsqueda de un lenguaje propio que juntando los objetivos de revisión crítica de la historia, el testimonio directo y la reconstrucción argumental van al encuentro del público y sus necesidades desalienantes.
Puesto que el hecho cinematográfico no es sólo la producción, es importante destacar que la comunicación alternativa en el cine se ha operado grandemente en nuestro país mediante la difusión.
La organización y funcionamiento periódico de los cineclubes propicia la exhibición de películas de 35 mm que actualizan el conocimiento del cine mundial. La técnica del video, aunque incipientemente utilizada, abre también posibilidades concientizadoras, que lamentablemente chocan con los estereotipos de la programación monopólica de los canales de TV.
16 mm ha sido el formato ideal para llevar los films a todos los ámbitos del país, mediante la acción directa de los propios realizadores y el circuito que tuvo su inicio programa-dor en 1974, en el marco del departamento de cine de la Universidad Central y se prolonga hoy, sistemáticamente en la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, comunidades campesinas, sindicatos, colegios y universidades, valoran esta comunicación alternativa, generándose, luego de las proyecciones, una amplia discusión sobre la realidad ecuatoriana y latinoamericana. Casi un trabajo de hormiga frente a la masividad del cine comercial; sin embargo sus frutos son evidentes, tanto cuantitativamente (más de tres millones de personas, por ejemplo, han visto Fuera de aquí) como cualitativamente, ya que la información y análisis que aportan las obras cinematográficas, han ayudado a la cohesión de las organizaciones populares y la conciencia de los movimientos de solidaridad, remitiéndolos no a la demagogia activista sino a la reflexión crítica sobre los problemas sociales.
Perspectivas
Como sabemos, nada se produce aisladamente. Todo tiene su interacción. Así, el cine, tiene que ver con todos los demás productos culturales. Una correcta valoración implica romper los compartimentos estancos que han encerrado a los creadores y limitado sus relaciones únicamente al ámbito de sus propias formas expresivas. Los literatos tienen que compartir con los pintores, los músicos con los antropólogos, la gente de teatro con los poetas, los cineastas con los sociólogos, etc., sólo mediante ese conocimiento mutuo se puede avanzar en el estudio y comprensión de las múltiples facetas del quehacer artístico, así como en la necesaria inserción del artista dentro de los procesos ideológicos generales.
Esta unificación corresponde al modo de producción artística y cultural, que en nuestro país no se ha generado mediante políticas culturales planificadas, sino en la íntima y personal asunción del papel del intelectual en el contexto social. Y es que la ciencia, junto a la experiencia, son paralelas al arte como vías de conocimiento. Nadie puede escribir, en este momento, una novela sobre la condición campesina, sin nutrirse de las investigaciones hechas al respecto. La etapa de denuncia mediante la literatura, que tuvo en su momento obras interesantes (como Huasipungo) motivadoras de investigaciones posteriores, ha sido superada. De ahí que, el cine no pueda manejarse, en su proceso creador, con mecanismos simplistas. Es necesaria una rigurosidad para la producción de las obras. Tanto en el aspecto científico como en el estético, tomando en cuenta que el lenguaje cinematográfico tiene sus especificidades y hay ya una historia mundial y latinoamericana que debemos conocerla.
Nuestro cine ha iniciado acertadamente, pero se encuentra aún en los primeros escalones, le falta mucho por ascender, duras tareas para superar su retraso. Cinematografías vecinas, como las de Colombia o Perú, por citar sólo dos casos, tienen mayor transcurso y dimensión y en su globalidad van insertando el documental y la ficción como parte de la historia cultural de sus pueblos. Éste es un aspecto del desafío que tiene que afrontar el cine ecuatoriano, superando todos los escollos, junto a las demás artes, pero no dependiendo de ellas. Quiero decir, que la interacción planteada no significa que los cineastas transcriban la literatura ni que los investigadores sociales quieran ilustrar sus documentos manipulando al cine.
Si ésta es una difícil tarea, mucho más complejo resulta la de entender y canalizar la receptividad del público. Esa gran masa de espectadores confundidos por la perversión de la imagen comercial de cine y la televisión, requiere ser investigada para encontrar las formas expresivas más adecuadas de incidir en sus conciencias, logrando liberarlos de esas falsas imágenes que les mantienen en la irrealidad generada por la "fábrica de ensueños".
Es alentador encontrar en nuestra ciudad un público que ha respondido a los esfuerzos para introducir el cine artístico, transmisor de realidades. La asiduidad en asistir a los programas del aula Benjamín Carrión (cine de autores y tendencias) y a las salas Colón y Fénix para los festivales internacionales, garantiza un futuro cada vez más cercano a la identidad entre el espectador y la obra de arte.
Sin embargo, la educación convencional, los prejuicios y los preconceptos pesan grandemente en los amplios sectores influidos por los manipuladores de los medios masivos, de ahí que hay que poner atención en el conocimiento y valoración de los niños como consumidores de productos culturales alienantes y potenciales receptores de los nuevos contenidos del cine alternativo. La preferente atención que ha puesto la Cinemateca de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, mediante los estudios desarrollados por su taller de investigaciones de la comunicación y el trabajo de sensibilización y creatividad de su taller de cine arte infantil, es un comienzo en esta larga tarea, que requiere la participación de otros sectores preocupados por los cambios culturales y la gestación del nuevo hombre.
Todos los problemas enunciados, desde la comprensión cabal de la imagen, su lucha por definirse expresivamente y las complejas situaciones del hecho cinematográfico en cuanto a la exhibición y la reacción de los públicos, nos remite a una necesidad inaplazable, cual es la de conocer históricamente la presencia del cine en el Ecuador, desde los comienzos de siglo, hasta la actualidad. La Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura ha iniciado esta tarea, con la seguridad de que la justa valoración de los caminos recorridos por el cine ecuatoriano y su relación con el contexto social, definirán más lúcidamente los pasos a seguir, tanto productores como difusores en la progresión de un porvenir que no puede ser tomado por asalto, sino por una lucha consecuente y conciencial.
* Tomado de Revista de Hoy, Quito, Ecuador, 4 de marzo de 1984.