“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • La invisibilización de la mujer en el cine: El test de Bechdel
    Por Diego Brutten y Valeria Mussio

    El cine, como el arte en general, puede funcionar legitimando o cuestionado el orden dominante. El Test de Bechdel es una forma de comprobar empíricamente cómo hay una réplica del orden social machista en la industria del cine, mediante la exclusión sistemática de la mujer de las tramas.

    Definir el arte no es una tarea fácil. El objeto en sí se presta a múltiples significaciones e interpretaciones desde los más diversos puntos de vista. Atravesando distintos períodos de la historia, vemos como atraviesa todo tipo de lugares: adentro de los círculos de poder para legitimar el orden dominante, desplazado totalmente y relegado a intenciones catárticas y más adelante vuelto a comprometer con la política.

    No importa donde se ubique, algo es seguro: es parte de la cultura, y la cultura es la manifestación del hombre en sociedad. Así, el arte, manifiesta muchas cosas. Entre ellas, puede replicar la realidad social y la ideología dominante.

    En esta ideología dominante la mujer tiene un papel marginal: oprimida sistemáticamente porque resulta provechoso a los intereses del capitalismo, su identidad se borra de la mayoría de los campos; ya que si se subvierte y reclama su lugar, de alguna forma peligran las estructuras sobre las que se sienta el sistema.

    He aquí la cuestión: la mujer “desaparece” de la sociedad, o se le otorga un lugar secundario, o auxiliar en el mejor de los casos, aunque la mitad más uno de los trabajadores son mujeres y son mayoría entre las filas de la precarización. En todos los campos de la producción humana vemos la desvalorización de producciones femeninas, en la pintura, el teatro, la música o en la academia. La producción femenina parece no encajar en los cánones de los grandes fundadores de corrientes novedosas, en el mejor de los casos tienen sus estrados propios.

    En la literatura, por ejemplo, aunque existan grandes autoras, sus obras quedan enterradas bajo la intención masificadora de considerar a la literatura como uniforme, o mejor dicho, de la uniformidad de los hombres blancos. En este contexto de invisibilización de la mujer en el arte, el cine no se queda atrás.

    ¿Qué pasa con la mujer en el cine?

    Bueno, pasa que no aparece. Hay una enorme brecha genérica en la industria entre hombres y mujeres: Esto se expresa en las enormes diferencias de sueldo entre los actores y las actrices, y la escasa participación de ellas “del otro lado de la cámara” (ya sea en la dirección, la producción, la filmación o la escritura de guiones), lo que muestra como también se replica en esta industria el “techo de cristal” por el cual las mujeres son sistemáticamente excluidas de los puestos jerárquicos de las organizaciones.

    Pero principalmente se expresa en las mismas historias de las películas donde la mujer queda totalmente relegada a un segundo plano en tramas que giran netamente alrededor de sus personajes masculinos. Frente a esta problemática, una mujer tuvo una idea, que consiste en una herramienta para medir qué películas tienen participación femenina y achican la brecha de género, y cuáles la esconden. Algo que ella llama Test de Bechdel.

    El Test de Bechdel

    El Test de Bechdel proviene de un comic escrito por Alison Bechdel, Dykes to Watch Out For (Lesbianas a tener en cuenta), donde una de las personajes manifiesta que para ver una película tiene que cumplir al menos tres requisitos:

        El primero es que aparezcan al menos dos personajes femeninos;
        El segundo es que mantengan una conversación entre ambas en algún momento
        El tercero es que en esa conversación no hablen sobre algún hombre.

    Con el tiempo esta suerte de prueba se popularizó como una forma fácil y certera de determinar la exclusión o no de la mujer en el cine. No conformó a todos, ya que hubo quienes creyeron que los requisitos eran insuficientes y crearon pequeñas variantes: por ejemplo, que los personajes tengan nombre, o que hablen durante al menos dos minutos a lo largo de la película.

    Si tenemos en cuenta lo anteriormente dicho acerca de que el arte puede replicar la ideología dominante, no debería sorprendernos que en una sociedad profundamente machista una gran parte de las películas no pase un test tan simple como este.

    Retomando estadísticas brindadas por la web bechdeltest.com donde miles de usuarios suben sus análisis de si una película cumple o no con el test en su versión original (la menos estricta), solo el 57.8% de las más de 6000 películas analizadas cumplen con los tres requisitos, mientras que el 10.14% cumple 2, el 21.81% cumple solamente con 1, y el 10.25% no cumple con ninguno de los tres requisitos.

    Si bien podemos ver que hay una tendencia a la baja con el paso del tiempo, lo que refleja un avance y una cierta conciencia por parte de los realizadores del cine que ya no pasa desapercibida la exclusión sistemática de las mujeres, resulta preocupante que de las 108 nominadas a Mejor Película en los Oscar durante este siglo, el 45% no pasan este sencillo test, al igual que 7 de las últimas 16 ganadoras a la mejor película del año. Por su parte un análisis de Chequeado.com revela que la mitad de las 10 películas argentinas más vistas en 2015 tampoco lo pasan.

    Un test con limitaciones

    El test es una propuesta útil, pero ciertamente falla en algunas zonas. Independientemente de que la película apruebe el examen de género, puede tratar temáticas que interesen o no al feminismo. Por ejemplo, Fight Club, otra película que no pasa la prueba, es extremadamente rica para estudiar la deconstrucción de la masculinidad moderna y del modelo de vida impuesto por el sistema. Ahora bien, Los Ángeles de Charlie 2 pasa el test fácilmente y dista muchísimo de ser una película que presente una imagen favorable de la mujer. Basta ver en el tráiler el slow-motion de Cameron Díaz sacándose la ropa, y otras escenas que presentan a las actrices como un mero objeto sexual al servicio de un mercado ávido de consumir exuberantes e irreales cuerpos en la pantalla por más que estén incluidos en una mediocre película.

    Este caso trasluce la imagen de la mujer que se tiene en una industria cultural puesta al servicio de los intereses mercantilistas del lucro, que reproduciendo la ideología dominante del patriarcado legitima el machismo social con la ya mencionada objetivación sexual de las mujeres, pero también con la construcción de personajes menos complejos en relación con los masculinos.

    En relación con esto, también le agregaríamos al test lo siguiente: no solo que aparezcan dos mujeres hablando entre sí, sino que cuando lo hacen, la temática no solo no tenga que ver con hombres sino que no esté atravesada por los estereotipos y roles socialmente establecidos que pesan sobre ellas (no interesa que una película pase el test si lo único que tocan las charlas de las mujeres son temas relacionados con la maternidad, la vida familiar, comprar ropa, maquillaje, etc).

    Más allá de las limitaciones, el test nos parece una herramienta útil y necesaria, ya que nos permite poner de relieve que todas esas películas que no pasan el test tienden más bien a reproducir el rol que la sociedad machista le asigna a la mujer más que a cuestionarlo. Esto también se refleja en la falta de mujeres en la dirección o en la producción de las películas. Si no hay mujeres detrás de cámara, difícilmente podamos contar con una visión fehaciente de la experiencia de pertenecer al género femenino.

    Que el Encuentro Nacional de Mujeres nos sirva para que seamos miles expresando la voz que el cine nos calla. Que nos sirva para poner de relieve cómo el techo de cristal no permite que accedamos a puestos labores jerárquicos y que nuestros sueldos sean mucho más bajos que los masculinos, a pesar de que realicemos el mismo trabajo; Que nos permita poner de relieve los roles socialmente establecidos con los que nos encorsetan y no nos permite vivir libremente; Que nos permita discutir cómo organizarnos por el derecho al aborto y contra los feminicidios, para arrancar de raíz esta sociedad que nos oprime y nos explota.



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