Pájaros de Verano también ha representado la oportunidad para que la productora Cristina Gallego haga su lanzamiento en la dirección cinematográfica como codirectora de esta película.

El rodaje que tomó lugar en La Guajira, La Sierra Nevada de Santa Marta y el Magdalena se desarrolló durante nueve semanas y sumó un equipo técnico de 75 personas en total. La producción de esta nueva película le ha tomado a esta dupla tres años de desarrollo, invirtiendo además de las nueve semanas de rodaje, diez semanas de preproducción. Arranca ahora su etapa de posproducción en miras de estrenarla en 2018.

La historia de Pájaros de Verano es la de una familia indígena wayúu que es encabezada por Rapayet Abucahibe y su suegra Úrsula Pushaina, contándonos su evolución a lo largo de diez años que transformaron al país, en épocas del contrabando y la bonanza marimbera, que es narrada a modo de relato coral.

Para esta película, Ciro Guerra y Cristina Gallego han optado por una mezcla entre actores profesionales de la televisión y el teatro y actores no profesionales. El reparto lo encabeza Natalia Reyes y Carmiña Martínez, el debutante José Acosta y el actor no profesional José Vicente Cotes, como un palabrero wayúu. A este casting protagónico se le suman otros siete personajes principales, más de 60 figurantes, un total de 2000 extras y casi 1000 animales empleados en esta producción. Así como ocurrió con “El Abrazo de la Serpiente” que fue hablada en varios idiomas nativos, un hecho sin precedentes para el cine colombiano y el cine narrativo, Pájaros de Verano, se convierte en la primera película de ficción en ser hablada en wayuunaiki, contando con la participación de varias comunidades de las etnias Wayúu y Wiwa.

Sobre el rodaje la codirectora y productora compartió a los medios: “Nos enfrentamos a un rodaje que nos puso a prueba a todos los niveles: profesional, físico y espiritual. Como el desierto, bello pero rudo; lleno de retos y dificultades de los que salimos adelante confirmando el gran equipo humano que nos rodea y hace posible lo imposible, motivados, fortalecidos y recargados con el amor y la fe necesaria para contar nuestras historias”. Las exóticas locaciones convirtieron el desierto en un estudio de rodaje, donde también fueron recreadas pistas de aterrizajes y se utilizaron aeronaves y vehículos de la época. La bonanza marimbera fue un hecho que se produjo en la Sierra Nevada de Santa Marta y La Guajira desde mitades de los años setenta hasta inicios de los ochenta.