La ganadora de la Concha de Plata en San Sebastián dice que la miniserie de Telefe le permitió saldar una deuda pendiente: “Tenía ganas de hacer un thriller”. El año pasado “Alanís” fue la película más premiada en el Festival de San Sebastián y su directora también hizo historia: el nombre de Anahí Berneri será recordado como el de la primera mujer de habla hispana y la segunda en la historia en recibir la Concha de Plata en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

Anahí creció rodeada de imagen y comunicación. Su papá, cineasta amateur, incorporó el mundo fílmico a su infancia. Hizo actuación y, contra todos los pronósticos, al terminar el colegio abandonó el escenario para encontrar un lugar tras bambalinas. Así llegó a la carrera de producción de medios audiovisuales y desarrolló la mirada externa y el estilo que marca cada una de sus obras.

“Se puede hacer televisión de autor”, dice Anahí. Guionista y directora, sus piezas surgen de la incomodidad que le generan preguntas personales en relación con el rol de la mujer, la maternidad, los vínculos, la Argentina, entre otras cosas.

Explica que de esas respuestas aparecen soluciones intranquilizadoras. Toma como ejemplo su primera película, “Un año sin amor”, en la que desarrolla al personaje de Pablo Pérez, un joven escritor con VIH que intenta exorcisar el miedo a la muerte a través del amor”.

Su búsqueda artística pasa por temas universales encarnados en personajes a quienes captura desde su intimidad para generar una identificación. “Allí subyace esa incomodidad, cuando uno se enfrenta a esa realidad de que el otro es uno mismo”, agrega.

Con “Morir de Amor”, Anahí migró por primera vez a la televisión y desembarcó en un género que siempre le interesó: el thriller.

Griselda Siciliani encarna a una paciente terminal con la misma intención que aquel primer personaje que la cineasta llevó a la pantalla grande: es una mujer que busca no ser víctima de su enfermedad y luchar, por ella misma y otras mujeres.

A través del personaje, Anahí pretende desmantelar la idea del amor como salvación. Así logra adaptarse a los tiempos y narrativa de la TV, todo sin abandonar su impronta personal.