“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • “Blanquita”, una atrapante, tensa y poderosa denuncia
    Por Jorge Espinoza Lasso

    Cuando una película trata un tema social, una de las cosas más difíciles es encontrar un balance entre darle la importancia requerida al tema y construir una historia que sumerja al espectador. Existen incontables ejemplos en los cuales el contexto termina por comerse a la trama, así como otros cuya temática se queda en el plano superficial en favor del entretenimiento. “Blanquita”, un thriller brillantemente dirigido por Fernando Guzzoni, encuentra este equilibrio y nos trae una experiencia intensa y sobrecogedora.

    Blanquita (Laura López) vive en un hogar para jóvenes dirigido por el padre Manuel (Alejandro Goic). Un día ella denuncia a unos políticos muy poderosos de haber cometido abuso sexual a varios menores y se convierte en la única testigo de dichos crímenes. Conforme avanza la investigación, los peligros y amenazas aumentan para ella y Manuel, pero también la incertidumbre sobre el verdadero papel de Blanquita en este escándalo.

    Tomando como inspiración el caso Spiniak sobre una red de prostitución infantil liderada por un importante empresario en Chile, Guzzoni construye su historia a través de los ojos de las víctimas, a quienes el sistema parece ponerles una traba tras otra mientras que a los poderosos se les da todo el beneficio de la duda. La complicidad entre estado, iglesia y medios de comunicación en la injusticia es integrada de forma inteligente y orgánica en la trama a través de personajes y situaciones llenas de tensión que incrementan la cantidad de obstáculos para nuestros protagonistas.

    De esta forma, el director y guionista arma una película llena de suspenso en la cual la audiencia queda atrapada debido a la desesperante progresión de los acontecimientos. El fiscal, los políticos, las autoridades eclesiásticas e incluso los profesionales de la salud se muestran como grandes trabas en un sistema que protege a los políticos y busca cualquier excusa para desacreditar a los desprotegidos; sin embargo, el guion muy inteligentemente se aleja de la dicotomía héroe/villano o víctima/opresor al hacer de Blanquita un personaje poco confiable cuyas verdaderas intenciones detrás de esta acusación se mantienen ambiguas, al punto que nosotros mismos empezamos a dudar de ella y se nos pone en situaciones moralmente grises.

    Laura López es una revelación en el papel principal, dejando ver con pequeños gestos la verdadera chica detrás de la fachada dura que presenta al mundo. Su rostro indescifrable, su impredictibilidad (de un momento puede pasar de temerosa a gritarse de insultos con las autoridades) y su sutil pero completamente creíble evolución hacen aún más tensa toda la situación, pues cuando se da cuenta de la dimensión y el peligro, nos hace constantemente preguntarnos si realmente llevará el caso hasta sus últimas consecuencias.

    Alejandro Goic (“Blanco en blanco”) la acompaña como el bienintencionado pero firme Manuel, el cual sabe que el amor que necesitan sus niños no es solo cariño y comprensión: necesitan sillas, camas, dinero, comida, salud, y nadie está interesado en ayudarlos. Lejos del estereotipo muchas veces irresponsable del profesor cuya energía y corazón salvan por sí solos a gente en situaciones de pobreza y abuso, la película toma una ruta mucho más realista y pinta a Manuel como un hombre de gran corazón, pero también pragmático. Él sabe que la justicia no está de su lado, y está dispuesto a cualquier cosa para al fin alcanzarla. Goic nos convence desde el primer momento de su gran cariño por estos chicos sin jamás abandonar su dureza, lo cual nos ayuda a seguirlo pese a lo cuestionable de muchas de sus acciones.

    La fotografía de Benjamín Echazarreta (“Un lugar llamado dignidad”) nos remarca la soledad e impotencia de sus personajes mediante amplios planos en los cuales se les ve pequeños frente al entorno, todo esto en colores ocres y ambientes sombríos (el momento en el cual vemos una iluminación más viva es cuando Blanquita se divierte con sus amigos, cuando por única vez se olvida del caso). Esto es acompañado de la nada invasiva y muy apropiada música de Chloé Thévenin, la cual evita el melodrama y aumenta el suspenso en situaciones precisas de forma casi imperceptible pero muy efectiva.

    De forma similar a “El secreto de sus ojos”, “Blanquita” logra equilibrar una narrativa poderosa y estimulante con un tema relevante. Su mensaje resuena aún más fuerte gracias a su interesante historia y personajes, a los cuales pone por sobre el dar un mensaje moralista o acusatorio. Al final del día, el mayor acierto de Fernando Guzzoni y su equipo es darnos no solo un trabajo importante, sino uno que nos recuerda lo poderosas que pueden ser las películas.

    “Blanquita” se presentó en el Festival de Cine de Venecia 2022 en la sección “Horizontes” y es una de las finalistas de Chile rumbo al Oscar de Mejor Película Internacional 2023.

    (Fuente: Laestatuilla.com)


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