“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA


  • “La pantalla andina”, el desafío de llevar el cine por primera vez a más de 3000 metros de altura
    Por Noelia Gómez

    ¿Cuál fue la primera película que viste en el cine? ¿Qué recuerdos te traen? Son algunas preguntas que se hace la directora y productora catalana Carmina Balaguer en su documental "La pantalla andina". Esta obra conmovedora narra la primera vez que seis niños tienen contacto con el cine en una escuela aislada de la provincia de Jujuy, donde para cumplir ese objetivo, tuvieron que caminar durante 20 horas a una altitud de 4.200 metros.

    La película ha recibido elogios y premios en festivales de España, Perú, Estados Unidos, Bolivia, Polonia y Turquía y ahora llega a las pantallas argentinas teniendo su estreno oficial en el Cine Gaumont de Buenos Aires y luego, será proyectada en varias salas de la Red de Espacios INCAA en todo el país.

    La trama de "La pantalla andina" se desenvuelve en la remota comunidad andina de Yaquispampa, en la provincia de Jujuy, donde se aborda la educación en contextos de gran altitud y el compromiso inquebrantable de las maestras rurales con las comunidades aisladas. Este documental nos transporta a paisajes de una belleza inigualable, donde el sonido del viento y la naturaleza dominan el ambiente. El acceso a esta comunidad solo es posible a través de un arduo trayecto de 20 horas a pie desde Tilcara, un pueblo situado en la Quebrada de Humahuaca.

    La directora Carmina Balaguer comparte su emoción al respecto: “La pantalla andina es una historia de amor a las raíces, y su llegada al Cine Gaumont marca un hito importante en este viaje, ya que significa el regreso del documental a su país de filmación, Argentina, tierra que elegí como mi hogar en el pasado”.

    La película es un tributo a la valentía de las maestras rurales como Silvina Velázquez, directora de la Escuela Nº 219 de Yaquispampa, en el noroeste argentino, y a los agentes culturales de la región, a través del proyecto del Cine Móvil, cuyos esfuerzos garantizan los derechos fundamentales de educación y cultura. Es un testimonio de amor al trabajo y de mujeres que desafían cualquier obstáculo. Carmina Balaguer ha logrado plasmar en esta película una historia que conmueve e inspira a seguir luchando por un mundo más justo y equitativo.

    El programa Cine Móvil, iniciativa conjunta del INCAA y las secretarías de cultura provinciales, impulsa la proyección de películas argentinas en áreas sin cines, comunidades de difícil acceso y espacios no convencionales. Al brindar material actualizado y adaptado a cada comunidad, busca enriquecer la diversidad cultural y fortalecer la identidad local y nacional. Este proyecto contribuye a la promoción de la riqueza pluricultural del país.

    Infobae Cultura dialogó con la directora, que estuvo presente durante el estreno en salas de su película, para profundizar sobre la importancia de la educación y la cultura en cualquier comunidad.

    —¿Cómo llegás a la historia del Cine Móvil y a esta comunidad de Yaquispampa?
    —Vivía en Buenos Aires, trabajaba como periodista y después de unos años me fui a vivir a Jujuy para hacer una investigación sobre la mujer andina de la Puna y la quebrada, que de hecho sale un libro el año con esa investigación. Mi proyecto en Jujuy era ir a hacer eso, pero el día que llegué conocí al equipo de cine móvil de Jujuy, me contaron sobre su proyecto de llevar cine a las escuelas. En ese momento ellos llevaban el cine en una camioneta y empecé a acompañarlos en los viajes más destacados y me encantó lo que hacían. Allí, se despertaron muchas preguntas y recuerdos de mi infancia. Empecé a sentir interés por esta historia, pero me faltaba algún elemento que sirviera como hilo conductor. En un momento, ellos me contaron que existían unos valles de altura mucho más alejados y aislados, donde no había ningún tipo de camino de acceso y que para llegar había que ir caminando muchos kilómetros y tenían el sueño de llevar el cine ahí caminando. Les dije por favor, háganlo y me comprometo a contarlo. Tenía muy claro que tenía que ser un formato cinematográfico, porque el cine es un elemento universal que me permitía también tocar otros temas como la tierra, el rol de la mujer, otros aspectos que se ven en la historia.
    Las maestras de los Valles de Altura desempeñan un rol crucial en la atención y cuidado integral de los estudiantes
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    —¿Qué desafíos tuvieron durante el rodaje?
    —Fueron jornadas muy duras. Podríamos decir que hubo dos películas. La que filmamos y otra sobre lo que vivimos estando detrás de cámara. Por ejemplo, el ritual que se ve al inicio, donde se le pide permiso a la Pacha para transitar, nosotros también lo hicimos, tanto el equipo técnico como el creativo. Íbamos viviendo los mismos estados como el mal de altura, todo lo que iba pasando frente a cámara lo íbamos también atrás. Hubo un momento muy delicado que es que nosotros no previmos tener que pasar la noche a la intemperie. Entonces las baterías que llevábamos para las cámaras eran para una cantidad de horas. Pensábamos hacer el camino en unas 14 horas seguidas más o menos, y vimos que no era posible, pero las baterías se fueron acabando. En un momento tuvimos que utilizar el generador y un poquito de nafta que traía el cine móvil para proyectar películas, para poder cargarlas y seguir filmando. Además, de lo duro que puede ser el clima en esa altura donde por la noche bajan mucho las temperaturas.

    —¿Cómo fue el momento de su llegada?
    —Fue muy interesante. Creo que fue también una lección para todos porque y en el documental creo que se ve, no hubo una reacción exhaustiva o eufórica, tampoco había una conciencia de lo que estaba significando esa llegada para los chicos. Ellos habían visto películas en el celular o en computadoras a través de las maestras, pero no habían tenido esta experiencia en esa magnitud. Entonces, hasta que no lo vivieron, no entendieron lo que era. Esa llegada fue neutral y muy interesante porque el adulto siempre le pone mucha magia al mundo del cine y el niño no necesariamente.
    El Cine Móvil es un proyecto que está cumpliendo 25 años
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    —¿Qué tuvieron en cuenta para ganar su confianza?
    —Hicimos un trabajo muy exhaustivo y etnográfico con la protagonista del documental, Silvina Velázquez, que era la directora de la escuela y para asegurarnos que la comunidad nos recibía, escribimos una carta de puño y letra, se la dimos a ella que la compartió con la comunidad para ver si estaban de acuerdo.

    —¿Cómo fue la experiencia de los protagonistas al verla por primera vez?
    —El año pasado fuimos la película inaugural en el Festival de Cine de las Alturas de Jujuy. El festival trabajó con el Ministerio de Educación para que tanto los niños como las maestras y el agente sanitario viajaran a San Salvador caminando a la inversa de lo que hicimos y puedan ir al cine por primera vez y vieran la película. Fue un poco similar a la llegada que nosotros tuvimos allí, muy neutral, no terminaban de entender qué estaba pasando hasta que realmente vieron la película. Sucedió algo muy tierno porque generó mucha risa entre cada vez que se veían, fue algo muy inocente, genuino y a la vez profundo.

    —¿Qué pasó cuando la mostraron en los diferentes festivales?
    —Es una película que genera coloquios muy largos, profundos e interesantes. Sobre todo en otros países donde no están tan en contacto con esta realidad. Se desvela y despierta un montón de preguntas, que era un poco el objetivo de este proyecto.

    —Sobre el final, se plantea la encrucijada de proteger las costumbres de esas comunidades versus el progreso, ¿cómo vivieron eso que puede ser algo contradictorio?
    _Estas son escuelas primarias. En esas zonas que vemos en la película, la educación pública está garantizada hasta la primaria. Ellos sí o sí van a tener que bajar a los pueblos de la Quebrada o a la ciudad de San Salvador de Jujuy para seguir con su educación. En un futuro, van a tener que dejar sus raíces y enfrentarse a otro mundo. Estos pequeños contactos, como la propuesta de llevar el cine, las maestras los veían como algo positivo para que se abrieran otras ventanas con otras realidades que después ellos van a tener que vivir, porque no se pueden quedar en su comunidad para seguir su formación. Siempre estuvo en nosotros la pregunta de entrar o no a filmar, y fue la maestra de la escuela que nos estimó a registrar ese momento que no saben si será igual en algunos años.

    “La pantalla andina” se puede ver en el Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635, CABA) desde el jueves 26 de octubre y después recorrerá varios Espacios INCAA de todo el país.

    (Fuente: infobae.com)


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