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Cuatro razones para reactivar el Comité de Cineastas de América Latina. Entrevista a Edmundo Aray
Bustos, Gabriela
Título: Cuatro razones para reactivar el Comité de Cineastas de América Latina. Entrevista a Edmundo Aray

Autor(es): Gabriela Bustos

Idioma: Español

El cineasta Edmundo Aray es uno de los creadores del Nuevo Cine Latinoamericano convocado por Alfredo Guevara para dar forma al movimiento cultural que promovió el nacimiento de los filmes marginados del continente que pusieron en primer plano los conflictos, las luchas y los ideales de los hombres y mujeres de la Patria Grande.
Economista graduado en la Universidad Central de Venezuela, poeta de raza, periodista, investigador y ensayista son uno de los talentos de este trabajador y militante de la cultura latinoamericana. Fundador y refundador por vocación entrado los años sesenta echó a andar el grupo de escritores de El Techo de la Ballena (1963-1968) y de la revista Rocinante (1969-1978). Tiene más de una veintena de libros publicados en su haber. Se destacó como miembro original del Comité de Cineastas de América Latina (C-CAL), y la Dirección General de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, Cuba, entre los años 2000 y 2002. Actualmente dirige la filial de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, Capítulo Mérida.
Aray es un referente ineludible a la hora de entender la emergencia, consolidación, y hasta la institucionalización de este proyecto artístico de vanguardia que trascendió con creces el campo cinematográfico y del que el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, el ICAIC, se instituyó como su organizador colectivo.
Gabriela Bustos, investigadora y docente de la Universidad de Buenos Aires, dialoga con el realizador andino en una de aquellas interesantes charlas e intercambios que se dieron en el marco de la XII edición del Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez In Memoriam (2011), que acontece cada año en la oriental provincia de Santiago de Cuba. En aquella oportunidad Venezuela fue el país invitado de honor y Edmundo Aray, sin dudas fue uno de sus oradores distinguidos.
En esta charla el locuaz entrevistado se permite reflexionar y “pensar en voz alta” sobre el Nuevo Cine Latinoamericano y las complejas relaciones entre las instituciones y los organismos políticos culturales que desde allí se articularon vistos desde la actualidad de un campo cinematográfico regional que necesita seguir repensándose y recreándose. Y finalmente arriesga “cuatro razones para reactivar el Comité de Cineastas de América Latina”. Acá van.
 
-¿Cuál es tu experiencia con el nuevo cine latinoamericano? Contame de Mérida y de cómo te acercas al “humus”, como diría Birri.
-La primera se produce cuando el Congreso Cultural de La Habana (1968). Entonces fui representando a Venezuela. Había ido de manera clandestina porque estaban rotas  las relaciones  entre ambos países. En el curso del evento recibí una invitación para almorzar con Alfredo Guevara. Para nosotros, ya en ese momento, Alfredo Guevara representaba el hombre vanguardia del cine latinoamericano. Bien, sorpresa y grata sorpresa. Nos reunimos en el restaurante “La Roca” y me dice: “mira yo quería hablar contigo porque tengo noticias de ti, de tus relaciones con Carlos Rebolledo y considero que tu eres una persona llamada a ayudarnos a conformar el Movimiento del Cine Latinoamericano, de los cineastas de América Latina.
Yo era un activista, te aclaro, en el ámbito de los escritores y artistas, militante del Movimiento de izquierda revolucionaria (MIR). El hecho cierto es que tomé muy en serio la propuesta de Alfredo. Llegué a Venezuela, hablé con Carlos Rebolledo e iniciamos nuestro trabajo, en lo posible, pues mucha gente estaba en la clandestinidad a lo largo de América Latina. Y, bien se dio este proceso de acercamiento a los compañeros que hacían cine y sobre todo cine militante en el continente. Se produce en noviembre de 1968 la Primera Muestra de Cine Documental, en Mérida. Convocamos a lo que hoy son ya grandes figuras, paradigmáticas del cine Latinoamericano. Entre ellos estaban  Eliseo Subiela, Jorge Sanjinés, Arturo Ripstein, Miguel Littin, Raymundo Gleizer, (Fernando) “Pino” Solanas, y (Octavio) Getino. Se mostró por primera vez La Hora de los Hornos (Cine Liberación, 1968) fuera de la Argentina. Aquello fue un acontecimiento, los universitarios salieron a manifestar por las calles. Fue un acto de agitación. Yo  estaba en Cuba y no había podido salir de la isla. Había participado, sí, con Carlos Rebolledo en la organización del encuentro.  No me encontraba en Mérida,  pero sabía  cuánto acontecía. Se celebra el encuentro y a partir de allí comenzamos a plantearnos la creación de un centro de cine documental. De alguna manera seguíamos las pautas que se habían establecido en 1967, en el Encuentro de Viña del Mar, la recomendación expresa de que creáramos centros de desarrollo del cine y de continuar con la realización de eventos como el de Viña. Después del encuentro de documentalistas en Mérida, creamos el Departamento de cine de la ULA, centro de formación y promoción que impulsará el cine del país y convocará a notables cineastas del continente (Birri, Jorge Sanjinés, Patricio Guzmán). El Departamento servía de apoyo a la conformación de una organización continental de cineastas. No se da en el ´68 pero en la práctica ya estábamos conformando ese movimiento. De ello da testimonio la participación de cineastas latinoamericanos y del Caribe en Sestri Levante y Pésaro. En este Festival se muestra la película de Raymundo Gleyzer, Los traidores (Cine de la Base, 1973). Al final de la proyección, Glauber Rocha irrumpió atacando ferozmente a los críticos italianos, pues consideraba que aunque estos se hacían pasar por gente de izquierda sólo representaban una especie de neocolonialismo de izquierda. Bien, esa reunión fue importante porque nos encontramos con Glauber, Titón (Tomás Gutiérrez Alea), Julio García Espinosa, y otros cineastas latinoamericanos.
El movimiento de nuestro cine continuaba. Considerábamos urgente y necesaria la discusión en torno al cine y su papel en el continente. Cine militante, cine combatiente, cine subversivo, si se quiere. Después de la caída de Allende creamos una especie de estafeta en Caracas por la cual pasaban los cineastas brasileros, argentinos, chilenos,  compañeros del exilio. Durante varios años trabajamos con Sergio Trabucco, chileno, y Walter Achugar, uruguayo. Actividad política, cinematográfica.
En 1974 nos plateamos como inaplazable formalizar el Comité de Cineastas de América Latina (C-CAL). Al año de la caída de Allende, con la presencia de Zonia, hija del Compañero Presidente, nos reunimos en un gran acto en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. Se crea el Comité de Cineastas de América Latina (C-CAL), se formaliza su entidad y echamos a andar, apresuramos la marcha. En la práctica estábamos lisa y llanamente creando un organismo de combate y de unidad que permitía trazar líneas, discutirlas entre nosotros y en otros ámbitos,  continuar el trabajo político dentro de la cinematografía y apoyar la insurgencia. Cine militante. Cine que se enfrentaba a las dictaduras militares provocadas por el Imperio, que servía de agitación y, en particular, como en todos nuestros países, ejercía un cine de denuncia. De alguna manera la consigna de la Cinemateca del Tercer Mundo, cuya imagen gráfica  era una cámara convertida en ametralladora, expresaba el aliento fundamental del cine que hacíamos en América Latina.  Santiago Álvarez se había convertido en paradigma cinematográfico. Figuras como Sanjinés, Littin, Glauber Rocha, Getino y Solanas conformaban uno de los tantos cuadros estelares de nuestro cine.
A partir de 1974, con el declinar de las dictaduras, el fortalecimiento del  movimiento popular,  el establecimiento de las democracias representativas, se abren los espectros de la cultura, del pensamiento crítico, de la investigación científica, de la fermentación social. Se amplía el universo político, la presencia de la izquierda como factor de impulso de las exigencias populares. En el universo de la cinematografía se acentúa la lucha por las leyes de cine, por el fomento de la producción y la protección de las pantallas nacionales. El Comité de Cineastas de América Latina contribuía al fortalecimiento de las urgencias cinematográficas en los más diversos medios. El Festival del Nuevo Cine Latinoamericano se convirtió en una meta prioritaria. Cuba asume la responsabilidad y Alfredo Guevara la conducción del Festival. Por cierto, paso la treintena aniversario.  Inmediatamente después se plantea crear una organización que nos permitiera avanzar de alguna manera institucional, con miras a la creación de una Escuela de Cine del Tercer Mundo. Una vez más, Cuba asume la responsabilidad, mediante la participación decisiva de Fidel Castro. Y es por eso que en el año 1985 creamos la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, presidida por Gabriel García Márquez quien, además, donó una cantidad de dinero significativa para el inicio de actividades de la Escuela, EICTV,  Escuela Internacional de cine y tv, Escuela del tercer mundo, Escuela de todos los mundos. Siendo Fernando Birri su primer Director, auténtico maestro de juventudes cinematográficas.
Fuimos avanzando, seguíamos haciendo cine. Las democracias nos permitían actuar, acogían parcialmente nuestros requerimientos. Nuestras películas se veían en las universidades, en los sindicatos, en los barrios, en los centros marginales de la población. En algunos de nuestros países logramos cuotas de pantalla para el cine nacional. Y en los momentos de mayor empuje muchas películas se pusieron por la TV. Muestras que tenían un carácter eventual. Ha sido ímproba la tarea de alcanzar las pantallas de la TV. En Venezuela, por ejemplo, no hay lugar para el cine nacional en las televisoras privadas. Aún en las pantallas del estado no logramos el espacio que corresponde a nuestras producciones.
Bien, cerremos el paréntesis, para continuar con el Comité y la incorporación de Fidel a nuestros empeños, aunque Guevara le mantenía informado sobre el desarrollo del movimiento. Se dio efectivamente a partir del Festival de 1983. Los actos inaugurales y de clausura se celebraban en la Sala de la Cinemateca de Cuba. Ese año Fidel asistió. Ya teníamos noticias de su presencia. Me encomendaron  escribir el texto, tarea que cumplí pensando en Fidel, en su creciente interés  por el Movimiento del Nuevo cine latinoamericano, en la atención que pudiera prestarle al Comité de Cineastas. Diría que necesitábamos dar un buen paso en el camino de seducción de Fidel para nuestro cine. El texto lo leyó el muy querido Edgardo Pallero. Estuvo impecable, y yo  pendiente de la reacción de Fidel. Todos sentimos que el paso había sido afortunado. Al terminar el acto nos advirtieron que permaneciéramos en la sala. Al rato se nos informó que Fidel quería reunirse con nosotros. ¡Albricias!
-¿Picó diríamos?
(Risas) -Sí, picó. Aunque ahora, después de tantos años, pienso que ya lo tenía dispuesto cuando asistió a la clausura del Festival. Así fue. Nos reunimos en el sótano del Hotel Nacional. Hecho que tuvo una enorme significación para los miembros del Comité. En mi caso particular, celebraba interiormente aquel encuentro después de veinte años de actividad solidaria con la Revolución. Nunca antes había podido conversar con Fidel, el líder. Pues bien, llovieron las preguntas por parte de Fidel. Nos acompañaba el hombre vanguardia  del Comité: Alfredo Guevara, quien no sólo nos presentó sino que hizo un buen recuento de la historia del Comité. Interesaba a Fidel cuanto tenía que ver con el cine: la producción, la distribución, la exhibición. Nuestra batalla por el fomento y la protección del cine en nuestros respectivos países. Los contenidos, el modo de abordar el hecho creador, la comunicación con el público, la respuesta del espectador para con nuestro cine. En un momento puso énfasis en los costos de producción. Preguntó por el costo de una película venezolana: Diles que no me maten, dirigida por  Siso, basada en el cuento de (Juan) Rulfo. Le dije que no superaba los cien mil dólares. Apuntó entonces que si era posible hacer cine, y mucho, en Cuba y en la mayoría de los países del continente. A medida que avanzaba la conversación, aumentaba la emoción y el interés de Fidel.  Embullado como estaba afirmó que “la peor película del cine latinoamericano era mejor que la mejor película del cine norteamericano”. No era delirio. Para nuestro  estupor Fidel tenía un razonamiento:   Aún en las peores películas de ustedes está presente la imagen del país, del modo de vivir, informa sobre  lo que sucede en América Latina, y eso es historia. En la peor película tú siempre encontrarás –dijo– frente a la cámara la imagen de un desposeído, de un pueblo humillado, de una villa miseria, hasta las propias rejas de una cárcel. Ustedes no sólo son artistas o productores, ustedes hacen historia, cuentan, dicen de la vida en nuestros países. Luego de cinco horas de trabajo, que realmente fueron, Fidel nos preguntó: “¿Y, bueno, cuáles son sus planes?”
-¿Y cuál fue la respuesta?
Y bueno, los planes nuestros comenzaban a perfilar  la creación de  una Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y de una escuela de cine,  de carácter internacional, tercermundista.
-¿Consta en las resoluciones del Comité?
-Sí, consta en las realizaciones: el Festival, dirigido por un intelectual, cineasta, Alfredo Guevara,  auténtico dirigente, de espíritu crítico permanente, dirigente, hombre de pensamiento vivo y de mirada estratégica. Si. Consta en la FNCL. Consta en la EICTV. Consta en la obra consecuente de los cineastas de América Latina y el Caribe.


-¿Y tenía la estructura, no?
-Más que estructura, teníamos organización, capacidad de trabajo, pasión por el cine.  Ya antes de lo que hemos contado, habíamos celebrado numerosos encuentros. En Mérida,  el año ´77, Alfredo juega un papel importantísimo. Comienzan a establecerse lineamientos para cada uno de nosotros como representantes de los países. Hicimos, luego, la revista C-CAL que en su primer número tiene la foto de Glauber Rocha en tapa. En Caracas creamos las ediciones Rocinante-Cine, que recogió los testimonios de dos de nuestros Encuentros, especie de Memoria del cine en cada uno de nuestros países, sino que también le correspondió la primera edición de Por un cine imperfecto. Reuniones en Caracas (dos), en Mérida (dos), en Nicaragua y otras en La Habana.
 
Que cuentan con el aval de Fidel.
Sobre todo, a partir del Encuentro en el Hotel Nacional. Fidel se había converido para nosotros en un miembro del Comité de Cineastas de América Latina. Y luego una especie de Presidente ad honorem de la Fundación. Participó fervorosamente en las gestiones para establecer la Escuela.
Fidel, en todo este periodo, desde la creación de la Fundación hasta la instalación de la escuela, y posteriormente estuvo participando de las reuniones nuestras como un miembro más de la Fundación. Para la planta  de la escuela el estado proporcionó el terreno donde hoy está ubicada, en San Antonio de los Baños, la construcción, el equipamiento.
Recuerdo con emoción la competencia festiva, pero sería, entre Fidel y Gabo (Gabriel García Márquez), en torno a la Escuela. Actuaban como dos muchachos: el uno, Gabo, dijo  “yo aporto esto y se señalaba con el pulgar”, y le preguntó: “¿qué vas a poner tú?”.  Uno y otro se disputaban la pelota, hasta que se le ocurrió al Gabo decir: “bueno, yo aporto quinientos mil dólares” y respondió Fidel: pues el estado cubano aportará las edificaciones de la Escuela, el predio de treinta y cinco hectáreas, y cuanto sea necesario respecto a infraestructura. Aún más, Fidel estuvo yendo a la Escuela hasta la culminación de los edificios, aulas, piscina, campos deportivos.  Celebramos su asistencia al acto inaugural, tarde y noche inolvidables, para siempre en nuestra memoria. Y con nosotros siguió Fidel unos años más, pendiente de la Fundación y de la Escuela, aportando su criterio  en la busca de soluciones financieras y administrativas.
 
-Contanos sobre la desaparición del Comité de Cineastas de América Latina.
-Ya plasmado el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y en vista de crear la Fundación, Alfredo nos convocó para considerar la continuidad del Comité. Reunión muy dolorosa que, personalmente, me afectó hasta los tuétanos.  Alfredo preguntó si había llegado el momento de que el Comité de Cineastas de América Latina dejara de existir para dar paso a otra institución como la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. El decía que de alguna manera nos estábamos cambiando de gorra, a mí nunca me pareció y a alguno de los compañeros no apreciábamos cerrar de alguna manera las puertas del Comité de Cineastas,  porque considerábamos que el Comité era un aparato político latinoamericano y que la Fundación, por el carácter institucional que iba a tener, etc., etc. perdía contenido político. Para la gran mayoría de nosotros el Comité era un frente de batalla, de agitación, de actividad combatiente por un cine que estuviera al lado de las luchas fundamentales de nuestro pueblo, que impulsara el cine emergente.
 
Esa fecha es la que algunos teóricos sitúan como el fin del Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano.
No propiamente. Nuestro cine se renueva constantemente. Como diría Fernando Birrí: somos el nuevo, nuevo, nuevo cine latinoamericano. Pero mediatizan las exigencias de los organismos de fomento, las expectativas de recuperación de la inversión, el público, ¡ay!, el público diría enajenado por los códigos del gran cine, del cine espectáculo, del cine de efectos especiales y de aparatosa quincallería.
Alquimia Peña, directora de la Fundación me sugirió a través de una interrogante si valdría la pena comenzar a pensar en la reformulación, la renovación, la reaparición del Comité de Cineastas de América Latina.  Creo que sí, le dije.  En las actuales circunstancias políticas, de profundos planteamientos de cambio social, de asunción del pueblo como protagonista de la vida política, acompañado por el espíritu bolivariano-martiano (la Patria es América)  de la unidad de nuestros países, es necesario su retorno
La Fundación hace un trabajo valioso, su espectro de actividades es de enorme significación no sólo en cuanto preserva la memoria y mantiene el espíritu colectivo fundacional: el portal de Nuevo Cine Latinoamericano, la biblioteca digital, la revista digital, los laboratorios de formación e investigación, su ejercicio ductor en la EICTV,  la participación en los organismos internacionales cinematográficos. Todo eso está muy bien pero nos hemos despolitizado parcialmente, ha disminuido la intensidad del tiempo originario, diría que la pasión libertaria.
Creo que la diferencia fundamental está entre ser una formación cultural o una institución pero además pueden coexistir las dos cosas.
Claro, y esa fue la discusión que se generó con Alfredo cuando planteó la terminación del Comité.  La tesis nuestra era otra. El Comité no debía cesar, pues nos debilitaba  como movimiento de carácter político, estratégico. Esa era nuestra tesis. Podíamos coexistir, realizar actividades complementarias, nunca incompatibles.
 
-¿Cuántos años estuviste dirigiendo la escuela?
-Dos años, el período comprendido entre el 2000 y el 2002. Ni me lo imaginaba.  No había pensado en esa responsabilidad. Aunque había sido director del Departamento de Cine de la Universidad de los Andes durante once años, centro de producción fílmico sui generis. Ambas fueron experiencias inextinguibles, vida fervorosa.  Pero no quisiera dejar pasar la oportunidad de contar una historia de la mayor significación para la EICTV. Se produjo antes de constituir la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. En una oportunidad Alfredo me dice: “necesitamos traer a Birri (Fernando) a América Latina”. Deberías viajar a Roma para conversar con él. Así fue. Hablé con Fernando. Se comprometió a ir a La Habana, previa experiencia en Mérida. Estuvo dos años en la Universidad, hizo la película de Alberti, dictó un taller de formación que dejó una impronta inolvidable entre los jóvenes de entonces, ávidos de cine: el taller de nueva poética cinematográfica.
-Sí que editó el libro “Soñar con los ojos abiertos”.
-Sí, claro. “Soñar con los ojos abiertos” que fue magistral desde el punto de vista del maestro que ilumina y orienta. Tal su tarea en el Departamento de Cine, fundamental en la medida que el Departamento también era una escuela, pues formaba cineastas en el proceso de producción. Se aprendía produciendo cine. Bien, cuando ya se acercaba la hora de crear la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, unos seis u ocho meses antes, Alfredo llama a Fernando y él sale para Cuba. Se inicia entonces un nuevo proceso, que culminaría con la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Proceso que nos exigió una densa reflexión sobre nuestro cine y sus perspectivas, que tuvo buen término con la formulación de los estatutos del organismo, y, en consecuencia, la “fundación de la Fundación”. El acto se produce en un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, en las Casa de las Américas. Existe un documental que registra ese acto inaugural que dio comienzo a su andadura.
-¿Por qué pensás que este es un momento tan propicio para revitalizar el Comité de Cineastas de América Latina? Y de paso me trae la pregunta de cómo ves el panorama actual.
-Hay varios elementos. Voy a pensar en voz alta:
Uno: la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano es una institución establecida que en la práctica no asume actividad política, propiamente. De alguna manera las genera en cuanto crea todas estas prácticas de las que hemos hablado, la biblioteca digital, por ejemplo. Todo esto es imprescindible  para la historia del cine latinoamericano. Los compañeros del Consejo Superior nos hemos propuesto, a tal fin,  entregar a la Biblioteca todos los documentos que hemos generado a lo largo de estos decenios.  Es un organismo que institucionalmente representa nuestro cine, contribuye a preservar su historia, lleva a cabo investigaciones del mejor nivel.
Dos: vivimos tiempos nuevos. Siempre vivimos tiempos nuevos pero hay cambios en América Latina y hay cambios serios en América. Hay una actividad socialdemócrata progresista  en Argentina,  Brasil, Bolivia, Uruguay, Ecuador, Nicaragua, Venezuela. La derecha no ceja en sus esfuerzos por abortar, en complicidad con el Imperio,  las notables conquistas a que ha dado lugar la unidad latinoamericana: el Alba, Mercosur, Unasur,  Petrocaribe.  ¿Y el cine? ¿Estamos respondiendo plenamente a las circunstancias actuales, a esta formidable coyuntura? ¿Marchamos al mismo ritmo, con el mismo énfasis? ¿El cine documental testimonia a plenitud cuanto acontece en esta Nuestra América? Son interrogantes que nos hemos formulado en los encuentros de documentalistas que se iniciaran en Río de Janeiro, el año 2007, y dieron, lugar a EndocXXI (Encuentro de Documentalistas del siglo XXI), cuya primera asamblea se realizó en Caracas con el apoyo total del estado venezolano y la organización del Centro Nacional de Cinematografía (CNAC). Luego se han celebrado en Guayaquil y Buenos Aires. Continuarán, pero conflictuados por las diferencias en el seno del colectivo, intereses distintos a los cinematográficos.  Por los vientos que soplan, EndocXXI no llegará a constituirse en asociación de carácter continental. Hemos perdido la visión continental. Ojo, ahí puede jugar un papel muy importante, otra vez, el Comité de Cineastas de América Latina nucleando a cineastas que respondan a aquellos contenidos planteados y los nuevos que exijan el desarrollo independiente, progresista, aliado a los sectores populares.
Tres: ¿Cuál es la estética de hoy?  Cómo respondemos nosotros no solo a niveles nacionales sino  a nivel continental a cuanto ocurre en América Latina? Esas son tres razones fundamentales para crear el Comité de Cineastas de América Latina.
Y cuarto: yo siento un ablandamiento de nuestro cine, sobre todo del cine de ficción. No es propiamente el nuevo, nuevo, nuevo cine latinoamericano. Y habría que preguntárselo a Birri. Hay un buen cine, mejoramos técnicamente,  hay un mejor uso del sonido, ampliamos las temáticas.  En el oficio hemos mejorado, pero ¿en sus contenidos?  ¿Estamos realmente renovando? O no nos estamos acercando cada vez más a los códigos norteamericanos del cine. ¿No son para muchos cineastas una referencia a la hora de hacer cine, adoptando sus propuestas específicamente mercantiles?
 
-¿No nos estaremos alejando del cine imperfecto para estetizarlo?
-Exactamente! Tenemos cuatro argumentos, llamémoslos así, para pensar en la necesidad de reactivar el Comité de Cineastas de América Latina.
-Y para cerrar, Edmundo, estando en Cuba no puedo dejar de preguntarte ¿cuál fue tu relación con Santiago Álvarez?
-Fue muy estrecha desde los comienzos de la Revolución. Santiago era un poeta y un agitador que tenía plena conciencia de lo que estaba sucediendo y que  buscaba constantemente  los modos de expresarse, y encontró esos modos a través del proceso de la Revolución, del registro de los acontecimientos. No se conformó con el trabajo en el Noticiero ICAIC, único, ejemplar, escuela. Muchos de los noticieros se convirtieron en documentales. Permanecerán como tales, en una escala documentalista superior.  Yo lo llamé “Cronista del Tercer Mundo” porque abordó los destinos nacionales, del continente, de los tres mundos. Fidel se da cuenta plena de lo que significaba Santiago y además tenía con él un buen grado de complicidad en los viajes que el Comandante realizaba.  Santiago sabía o intuía lo que había que hacer. En muchas ocasiones  una mirada de Fidel era suficiente para estimular a aquel gran Dador. Tal me lo contó Santiago.  Así de sencillo.  Cuando se le otorgó a Fidel un Doctorado Honoris Causa en Praga,  se repartieron los besos.  Fidel fue a ver  la película en la sala del séptimo piso del ICAIC.  No aparecieron los besos. Me confesó Santiago que Fidel le palmeó la pierna y le dijo: “coño, eres un fenómeno, Santiago”.
No sólo era un fenómeno, era un esteta de sorprendente habilidad creadora. Quien estudie su obra se dará cuenta de su capacidad analógica, metafórica, de su humor sagaz y de su audacia y enorme capacidad narrativa para resolver en la moviola y recrear el material filmado. Santiago ríe, ríe, ríe. Sonríe de su picardía  para con el espectador.
Fue intenso el padecimiento de los últimos años cuando aquel hombre tan vital comenzó a ceder; el mal comenzó a penetrarlo hasta reducirlo a la inactividad. Para mí, además, fue doloroso no cumplirle la promesa de hacer, en vida él, una edición ampliada de Santiago Álvarez, cronista del tercer mundo”. Acaso no asumí el compromiso con la debida responsabilidad. No lo hice, Gabriela, pero da por cierto que “Santiago Álvarez, cronista del tercer  mundo” se volverá a editar.




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Descriptor(es)
1. COMITE DE CINEASTAS DE AMERICA LATINA (C-CAL)
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