“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Mariposa negra es una obra que busca retratar un período cínico de la historia peruana reciente
    Por Mónica Delgado

    Los tiempos duros de la corrupción fujimontesinista son el escenario para este acto de amor. Basada en la novela Grandes miradas de Alonso Cueto, Mariposa negra, del peruano Francisco Lombardi, es una cinta sobre la venganza de una muerte, sobre una mujer que desea tomar justicia por su propia cuenta intentando matar al asesino de su prometido, un juez de la lucha anticorrupción.

    Como suele suceder en otras cintas de Francisco Lombardi (La ciudad y los perros, Caídos del cielo, Ojos que no ven), Lima luce desangelada, gris, aturdida por los movimientos cotidianos de asesinatos y violencia, para ser el telón de fondo de la historia de Gabriela (Melania Urbina), una maestra de primaria que  investiga el crimen del juez Guido Pazos, su novio, con ayuda de la periodista de diario chicha, Ángela (Magdyel Ugaz), adentrándose así en los recovecos oscuros de la política en altas esferas.

    Como en Tinta roja, Lombardi vuelve a dar señas del universo de la prensa chicha, un fenómeno acentuado durante el gobierno de Fujimori, donde los periódicos de cincuenta centavos se convirtieron en el gran manipulador de la agenda noticiosa a través de casos emblemáticos como el de "La virgen que llora" o "La anaconda gigante", a través de campañas psicosociales o de sentencias morales aniquiladoras sobre los detractores del gobierno. Así, en Mariposa negra, una periodista de estos diarios baratos y con poca ética, se convierte en el hilo conductor.

    “Esa soy yo. La estoy pasando bien. Por eso me gusta emborracharme. Lo feo es al día siguiente, pero mientras dura compensa toda la mierda de la vida”. De esta manera se presenta Ángela, el personaje de Magdyel Ugaz, arrebatada, vehemente, tosca, con “calle”. Ella deviene en la voz moral del filme, la que cuestiona sobre todo, en diversos sentidos, a su opuesto, el personaje que encarna Melania Urbina, la modosa profesora, de perfil común y corriente, proveniente de la clase media, pero que saca agallas para la venganza. Ugaz se muestra en el hartazgo, al expresar con modismos coloquiales y lisuras su dejadez y amargura, al mostrarse desgarbada, suelta, aburrida de la vida, pero también sensible a los cambios y adversidades.

    El debut en el cine de Magdyel Ugaz, quien hasta ese entonces había hecho papeles televisivos (actualmente es Teresita en Al fondo hay sitio), fue significativo, no solo porque le permitió demostrar sus cualidades en el drama más allá de las caracterizaciones santurronas que la hicieron conocida, sino porque ubicó a su personaje como la única voz en off femenina de la década. Una voz desde la transformación, el luto, la pérdida. Mientras, el personaje de Melania Urbina va a crear una suerte de maquinaria calculada con el fin de lograr sus objetivos (matar al famoso Vladimiro Montesinos), vampirizándose, aunque este recurso no luzca del todo efectivo.

    Quizás desde Reportaje a la muerte de Danny Gavidia (1993), donde la voz en off y narradora de la cinta es la actriz Marisol Palacios (quien encarna a una reportera televisiva, más escrupulosa que la Ángela de Ugaz, que se muestra aturdida tras un evento traumático como el motín de la cárcel El Sexto), no se había optado en el cine peruano por el relato introspectivo desde voces femeninas. Y bajo ese recurso narrativo, en Mariposa negra, Ugaz muestra el lado oscuro, desde la rabia hasta la tristeza, la cara dura de lo cotidiano, pero también la posibilidad de alguna redención solitaria.

    Mariposa negra, la decimotercera película en la filmografía de Lombardi, es una obra que busca retratar un período cínico de la historia peruana reciente. Pero quizás su flaqueza resida en el intento de recreación de figuras como Vladimiro Montesinos (en la secuencia más hilarante que recuerde del cine nacional, ya que la personificación comparada con el personaje real resulta un pastiche, una broma), que en vez de aportar a la cinta el aire solemne o de revancha certera, vira hacia un desinflado y desganado final.

    (Fuente: Cinemascine.net)


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