Incluso en tiempos difíciles, los haitianos van a ver películas. Y ahora también las hacen en cifras récord —aproximadamente diez largometrajes al año—, rivalizando con Cuba como el mayor productor cinematográfico del Caribe. Con frecuencia las cintas haitianas recaudan más en las taquillas que las películas importadas con mucho mayor financiamiento.
¿Cuál es el máximo sueño? Transformar el país de ocho millones de habitantes, empobrecido y políticamente inestable, en una meca del cine, Haitiwood, diseñado sobre el modelo de la India y de Nigeria.
Mientras que la mayoría de las industrias haitianas están estancadas, el sector del espectáculo se encuentra en auge, impulsado por una caída en los costos de producción y el apetito de los haitianos en el país y en el extranjero por ver películas filmadas con diálogos en su nativo creole haitiano. "Las películas se están convirtiendo en la forma artística más popular de Haití después de la música", dijo Arnold Antonin, director y presidente de la Asociación de Cineastas Haitianos.
Calcula que la producción cinematográfica de Haití se ha incrementado 300% en los últimos cinco años, incluyendo un auge de películas divulgadas directamente en DVD filmadas en comunidades de inmigrantes haitianos residentes en Estados Unidos.
La primera cinta del país con diálogos en creole se estrenó en 1980 (Anita, de Rassoul Labuchin) sobre una chica campesina que se vuelve sirvienta de una familia rica.
Actualmente Haití aún no tiene una comisión cinematográfica nacional para financiar la producción local. Pero los rodajes han continuado, incluso después de una revuelta en el 2004 que derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide y sumió al país en la inestabilidad.
"A pesar de todo el caos político y los problemas económicos, el cine haitiano sigue creciendo", dijo Richard Senecal, otro director local cuya película Cousins del 2006 fue incluida en festivales cinematográficos internacionales.
La llegada de cámaras digitales de video baratas y equipo de edición les abrió la puerta a los nacientes cineastas haitianos, reduciendo los costos de producción de cientos de miles de dólares o más a aproximadamente 40.000 dólares, dinero que normalmente proviene de patrocinadores privados o inversionistas locales que reciben un porcentaje de las ganancias recaudadas por la película.
Aunque carecen de excelencia técnica, las cintas haitianas están explorando asuntos sociales de gran importancia.
El éxito del año pasado, El presidente tiene sida, versó sobre la marca que el virus ha dejado en la sociedad haitiana, mientras que Cousins analizó el tema de la prostitución.
También hay historias de amor inspiradas en telenovelas.Y los haitianos acuden masivamente, gastando 100 gourdes (2,70 dólares por boleto —aproximadamente el doble de lo que la mayoría de la población gana en un día— en salas capitalinas en mal estado o cines desvencijados en el campo.
Se ha difundido un pequeño número de películas haitianas en forma limitada en cines estadounidenses, pero la mayoría de la gente las renta en tiendas o adquiere copias piratas en un floreciente mercado negro en comunidades haitianas de Estados Unidos.
"Me gusta el hecho de que usen actores haitianos. Emplean nuestro idioma en forma muy elegante", dijo Charles Roudo, un conserje de 53 años del Cine Capitol en el centro de Puerto Príncipe.
Sin embargo, algunos no se muestran tan optimistas en torno al futuro del sector cinematográfico en el país. Los directores no reciben ganancias suficientes debido a la piratería. Y la Asociación de Cineastas Haitianos está pidiendo una mejoría en los estándares profesionales, al advertir que con el tiempo la mala iluminación y la rigidez al actuar desalentarán al público.
"A menos que comencemos a hacer mejores películas técnicamente... la industria cinematográfica de Haití podría morir en el útero", dijo Antonin, a quien le gustaría ver que abra sus puertas una escuela cinematográfica en el país para entrenar a la próxima generación de cineastas. "Tenemos el talento, sólo necesitamos las herramientas".