El joven Juan Pablo Rebella es uno de los dos directores del prestigioso binomio que logró hacer de un país como Uruguay, sin tradición cinematográfica, un competidor serio en el Festival de Cannes. Sobre sus películas 25 watts y Whisky (ganadoras en La Habana), y en especial sobre su manera de concebir un guión, nos comenta, a propósito de su labor como jurado en esa categoría.
“Nosotros, Pablo (Stoll) y yo, no nos consideramos directores tradicionales, sino dos espectadores. No tenemos formación académica, pues somos graduados de Ciencias de la Comunicación, pero nos gustaba mucho el cine. Nos interesa mucho la parte conceptual, autoral, de armar la historia, evitar los clichés, las cursilerías, los facilismos y generar las emociones con la mayor elegancia posible. Empezamos a hacer algunos cortometrajes en video hasta el guión de 25 watts, al que le pusimos mucha pasión”.
¿Qué importancia le concede al trabajo con el guión?
La película es como un todo y el guión es el mapa por el que uno va a arrancar. Si uno no parte de un plan, no creo que se pueda hacer una buena película. Le doy mucha importancia al guión, pero no a la concepción académica de respetar la estructura narrativa en ese sentido tan clásico. Veo lo que hay de fondo, si está porque es una moda o si importa verdaderamente en la película.
Desde el guión es desde donde uno puede evitar la reiteración, lo obvio, lo cursi. También se puede ser todo esto después, pero lo más importante es elegir qué historia contar y cómo contarla. Me siento más guionista que director, porque las decisiones que más me importan son las relacionadas con el guión.
¿Cree que podría ser el director de una película sin ser su guionista?
Es una pregunta que me hago muchas veces y hasta ahora no. He leído acá guiones maravillosos, los que me gustan se nota que quienes los hicieron, los sentían y eso es importante. Pienso que siempre hay que ser honesto y esa honestidad se da cuando se es personal. Me siento más útil trabajando con el guión. Como director no sé si podré aportar mucho, pero sí me he concentrado en esas decisiones escritas en el papel, para luego ocuparme de traducirlas, respetando lo emocional que estaba en el texto cuando nació la idea.
¿Cómo logra ese cine personal, íntimo, si todas sus películas han sido escritas a cuatro manos?
Creo en lo personal, aunque sea un equipo, porque el nuestro lo es. Pablo Stoll y yo funcionamos así y nos complementamos mucho. Él es una persona mucho más pragmática y yo soy más romántico. A veces en ese contraste logramos un equilibrio. Aprendo mucho de él y creo que él también aprende de mí. Pablo siempre dice: “dos cerebros piensan mejor que uno”.
En sus películas trata temas tan universales como la soledad, el aburrimiento, la rutina. ¿Es una intención seguir esta línea?
Hay elementos comunes en las dos películas. Nos interesa retratar como lo haría un pintor, involucrándose y a la vez manteniendo una distancia, narrar sin que haya malos ni buenos, sin contar aquello que se cae de maduro, no caer en un género. Ninguna de nuestras películas cabe en una clasificación. Queremos que se parezcan a las que nos gustan y esas son las que no pueden ser encasilladas.
El humor y la melancolía también son puntos en común. Para mí la vida es eso, una mezcla. Creo que en el peor instante también hay humor, en los velorios surgen los mejores chistes. Es más interesante retratar un momento triste con humor y uno alegre buscándole una crítica. Y eso tienen en común estas películas y probablemente todas las que haga y todo lo que haga en mi vida.
¿Qué retos enfrentó al escribir el guión de Whisky?
Es una historia que Hollywood ha contado miles de veces, un matrimonio fingido. Lo que nos interesaba era decir aquello que ellos hubieran dejado fuera: el manejo de la información, los datos, relatar tiempos muertos, pero sin rendirle culto para que no se convirtiera en una película intelectual y aburrida. Es como buscar lo poético, si se quiere usar esa palabra, que a mí me pone los pelos de punta, pero es encontrar la melancolía en lo simple.
¿Por qué no fue escritor en lugar de cineasta?
Porque no leo libros, no me concentro cuando leo y redacto muy mal. Creo que también escribo cuando hago películas. Hay otros que a los que les importa mucho más el modelo de cámara que van a usar y en qué películas trabajó la actriz. A mí me interesa escribir, y me parece que las películas que a mí me gustan me emocionan tanto como los pocos libros que he leído. Creo que se puede escribir con las imágenes y no necesariamente hay que poner demasiadas palabras. En el buen cine se usan las palabras más en un sentido musical que informativo. Si tiene muchas palabras se hace mejor una radionovela. Una película puede estar muy hablada y … no decir nada.
¿Cuándo tenemos otros Whisky?
Es una pregunta que a mí me interesa mucho más que a ti. Creo que cuando haya algo que valga la pena. Sólo así se debe hacer una película, cuando uno tiene algo que decir, o si no, a buscar otro trabajo.
¿Qué aspira a decir con su cine?
Hay directores que cuando uno termina de ver sus películas, siente que ha asistido a la clase de un gran profesor, pero también hay cintas, que cuando uno las acaba de ver siente que ha tenido una conversación con un amigo. Eso es lo que me gustaría que pasara con mi cine.