“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • El bonaerense es una especie de esquizofrenia
    Por Jorge Letelier

    Faltan pocas horas para la inauguración del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (el cada vez más cotizado Bafici), y estoy sentado en una sala de la productora de Pablo Trapero. Mientras el director de El bonaerense entra y sale de su oficina en compañía de Raúl Perrone (un cineasta trasandino que luego de largos años de trabajo underground está siendo revalorizado por críticos y realizadores), observo los galardones obtenidos por sus películas, Mundo grúa (1999) y la citada El bonaerense: los membretes de Cannes, Venecia, Rotterdam, Chicago y otros festivales se agolpan en la pared.

    Trapero (32) viene llegando de Francia, donde asistió al estreno francés de El bonaerense, que lo llenó de elogios y que le permitió incluso, ser la portada de espectáculos del diario Liberation, donde curiosamente no aparece un fotograma del filme, sino que un retrato del director junto a su familia.

    -Cuéntame cómo llegó Andrés Wood a coproducir tu película.
    -Nos conocimos cuando estaba promocionando El desquite, el año 99, y nos hicimos amigos de festivales. El vio Mundo grúa y quedó muy enganchado, y cuando hizo La fiebre del loco convocó al Rulo (Luis Margani, el padre Luis), el actor protagonista de Mundo.., y ahí se estableció una relación de colaboración, lo que se volvería en ayuda para El bonaerense.

    -Finalmente fue una especie de productor asociado.
    -Yo lo convoqué para presentarnos al fondo Ibermedia. Originalmente había previsto una serie de trabajos para hacer en Chile, pero la devaluación dio vuelta todo el asunto y convino por el tema del cambio, seguir trabajando acá. Y la idea era hacer la posproducción allá.

    -Vienes llegando de Francia, ¿cómo fue la recepción?.
    -La crítica fue increíble, estoy muy contento (muestra los diarios). Mirá, titularon "Trapero en vivo''.

    -En todo caso, tu plus en Francia era Cannes, donde la presentaste en la semana de la crítica.
    -Claro, y también se había estrenado Mundo grúa, que había tenido muy buenas críticas.

    -En Le Monde hablaron de la‘’Nouvelle vague argentina''. Es bastante fuerte la comparación.
    -(leyendo) "Segunda película de Trapero, uno de los artistas que renovó el cine argentino, sale a las pantallas''. Yo creo que la traducción es literal, no la tomo como una referencia a la nueva ola, sino como decir algo nuevo.

    -Pero si hay algo real, es la enorme expectativa que se genera internacionalmente con el "nuevo cine argentino''.
    -Mirá, yo creo que normalmente cualquier definición de dos palabras, como "cine independiente'', deja muchas cosas afuera. Es buena y ayuda en un montón de aspectos, y en otro montón de aspectos conspira, porque bajo el mismo denominador del "nuevo cine argentino'' hay una avidez por ponernos dentro, y por supuesto no todas las cosas pueden estar proponiendo cosas nuevas todo el tiempo. Uno no puede pedirle a ninguna cinematografía que de películas excelentes todas las semanas. El problema de eso es que por seguir la moda, pueden cometerse errores que terminen perjudicando al cine argentino por saturación. Pero por otro lado es verdad que hay muchas películas argentinas que están buenísimas y eso no se puede negar.

    Mundo Grúa
     -¿Temiste que se convirtiera en algo así como el cine iraní, o la reciente moda por el cine oriental?
    -A mí me llevó mucho tiempo ser conciente de eso. Para mí, era hacer mi película, después ver la película de un amigo, después de otro, y de repente empezó a haber un montón de reconocimiento. Como cualquier cosa, hay siempre una moda, pero las modas surgen por algo. Creo que hay en el mundo una demanda de cine argentino, porque lo pueden demandar. O sea, si hay una demanda por películas en que todas son malas, es imposible que genere una moda. Al final son cosas que tienen que ver con el periodismo, la crítica, pero es necesario porque si las películas estuvieran solas, sin este marco que las une, mucha gente no entendería.

    -Claro, todo tipo de análisis intelectual requiere clasificar. Pero el llamado "nuevo cine argentino'', en sus comienzos, tenía ciertos rasgos pertinentes, como el uso del blanco y negro, actores no profesionales y desconocidos, una narrativa no lineal. Mundo grúa está en ello, pero también Pizza, birra y faso, Bolivia.
    -Ese es el punto. Más o menos hace cinco años empezó algo de generación espontánea, nadie dijo vamos a hacer las películas hacia allá. No hubo un manifiesto y eso para mí le da la validez. De casualidad aparecieron películas en común, y muchas veces los directores ni se conocían. Se hicieron a la par y eso llamó la atención. Lo que sí creo es que hay una nueva generación en el sentido literal de la palabra.

    Durante los años setenta hubo una dictadura muy fuerte que prácticamente eliminó cualquier posibilidad creativa en Argentina, y en los ochenta resurge con la democracia, pero esta generación no era la generación de ese momento, era la mayoría de la gente que volvía a filmar después de la dictadura, entonces en el medio hubo una generación ausente, y es la que aparece en los noventa, que analiza todo el cine de los ochenta, todo el cine de la dictadura, y que vuelve a una conexión con los sesenta, que fue el momento en que Argentina tuvo un cine de autor o independiente. Lo que pasó es que hubo un cine pensado, producido y realizado convencionalmente, con actores famosísimos pero que no los veía nadie.

    Pablo Trapero rodando El bonaerense
    -Entonces no hubo un detenerse a pensar en "hagamos un cine de tal o cual forma'', pero esto que me dices tiene que ver con una reacción instintiva a cierto tipo de cine que se hacía antes.
    -Eso es a lo que voy. Siempre hubo una tradición muy fuerte de cine nacional. Lo que para mí unifica estas películas, es el análisis de ese cine: el hecho de que vos decís, estas películas supuestamente siguen un camino y a uno no le gusta ese camino y elige otro. Este camino no surge de la nada, es una consecuencia de la historia. También pudo haber surgido un grupo de teóricos que hubieran dicho vamos a hacer películas en tal dirección. Hubo algo que nos unificó, el tener cosas en común que no nos gustan. Por la exclusión comenzaron a tener cosas en común, a pesar de que las películas son, temáticamente, muy diferentes.

    -Pero hay ciertos elementos que las unen: la mirada sobre la cotidianidad, el acercamiento a un determinado tipo de realismo urbano.
    -Lo que tienen muchas películas, y que es algo que me interesa trabajar, es la desdramatización de las cosas, pero no un cierto tipo de minimalismo. No creo que sea eso, porque La ciénaga no es en la ciudad, La libertad tampoco. Lo que creo que es común es que el director no está arriba de las películas, no es un hombre con una visión omnipresente, que está arriba de sus personajes y de su historia, y que viene a la tierra para dar a conocer su mensaje al público.

    Luis Margani (actor de Mundo grúa) y Pablo Trapero
    -Como Eliseo Subiela, por ejemplo.
    -Hay muchos directores que tenían esta escuela de venir a "explicar'' como era el mundo. Me parece que lo que pasó, es que hay visiones más lineales: el director, la película, la historia están a un mismo nivel, e incluso a veces el director está abajo, y sabe menos que los personajes, porque la película se va haciendo y hay un diálogo entre el realizador y su historia. En Argentina era muy frecuente que en este cine más tradicional, el director estaba arriba de todo, era otra categoría de ser. Creo que eso cambió, por suerte.

    -Hay un detalle en El bonaerense que me llama la atención. Dentro de la vocación realista de filme, el uso del sonido me parece muy "producido'': amplificado, con bastante posproducción, que te lleva a la idea de que estás inmerso en una ficción, al igual que la uniformidad cromática de la fotografía. Pero por otro lado, la naturalidad de los personajes es pasmosa, y se produce esta dicotomía documental/ficción. ¿Era un efecto conciente?
    -Es como una especie de esquizofrenia, sobre todo por lo que pasa con la historia del Zapa. Mi idea de la película era que vos pudieras compartir y que incluso acompañar y querer a un personaje que en la vida cotidiana detestarías. Un tipo con el que no compartirías nada. Me interesaba generar ese quiebre donde mucha gente quedaba muy identificada con el Zapa, un poco la idea de la cuestión entre documental y ficción, de realidad y ensueño es el planteo de la película y algo que a mí me interesa trabajar como un estilo de trabajo, este límite difuso que hay en el cine y también en la realidad, me interesa mucho como punto de partida.

    -Como el tema de la ambigüedad de lo real que decía André Bazin.
    -Pasa algo de que cuando sos chico y vas al cine, no tienes noción de la cámara, las luces, los actores. No está mediatizado el proceso. Me interesaba trabajar -en Mundo grúa también- ese límite en que uno pierde la conciencia por momentos, pero sin dejar de tener claro que la película es de ficción.

    -Jorge Román interpreta a el Zapa (al centro). Esa ambigüedad se transforma en algo inquietante.
    -Todo eso es lo que me interesaba que pasara. Es una sensación incómoda. A mí como espectador me gusta cuando uno no está cómodo en el cine, cuando no está placentero, no cuando va como alienado, sin capacidad de análisis de lo que estás viendo. Me interesa que tu rol como espectador se vaya modificando permanentemente, me interesa provocar que vos por momentos estés al lado de Zapa, lo quieras y te pongas triste, y a la escena siguiente lo odies y te parezca repugnante.

    -Claro, el Zapa es paradigmático en ese sentido. Es un tipo en que las cosas lo llevan para atrás y adelante, y como que le gusta ese aire de corrupción y al mismo tiempo no toma un partido explícito.
    -El Zapa es de lo más peligroso que uno puede conocer. Es del tipo de personaje que parece que no decide, sin embargo es completamente conciente de lo que pasa en la película. Lo que sucede es que no toma las decisiones en primera persona, va como rebotando, uy, que loco, al mes de trabajar en la policía, ya es el mejor amigo del comisario. Como que parece de casualidad, pero él tomó una decisión tercerizada. Excepto al final, donde dice basta, me voy al pueblo. Esa ambigüedad es lo que habla de la peligrosidad de este tipo de personajes.

    -Entonces la película plantea, a través del Zapa, lo no dicho, lo que se esconde.
    -Exactamente. Y él no habla además. Las escenas de sexo de él son las únicas que te permiten saber qué es lo que siente este tipo, qué le pasa en el cuerpo, en la cabeza. Quería contar la historia de un tipo así, tipos que me dan pánico, que no te dicen a la cara que sos un hijo de puta y chao.

    -Y por otro lado, la policía de la bonaerense es una especie de contenedor de las corrientes marginales, como del Zapa.
    -Yo tenía la sensación de que la película era muy localista, pero desde que se estrenó en Cannes, hace casi un año, tristemente descubrí que no. La acompañé a muchos lados, Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, y es increíble que en todos se genera el mismo debate, lo de la fachada que la sociedad enseña y lo que realiza. Y la policía trabaja contra lo criminal en un ambiente marginal, y es odiada por los criminales y odiada por los civiles. Automáticamente pasa a ser una institución más marginal que los propios marginales. Son comportamientos muy parecidos a la mayoría de los policías del mundo, porque esa es la función de la policía en la sociedad, dar este rol de gestión y de control a los civiles, combatiendo al crimen, pero lo que hacen en realidad es negociar con el crimen, para evitar que este sistema se los coma. De eso trata El bonaerense.


    (Fuente: mabuse.cl)


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