Julio en mi recuerdo
Por Armando Hart Dávalos
Apreciada y muy querida Lola, familiares, amigos, compañeros y colaboradores de Julio, junto al que libré tantas batallas por hacer avanzar el arte y la cultura en nuestra patria y por eso deseo, con el permiso de Lola, hablar de Julio, a quien llevaré por siempre en mi memoria y es a quien extraño, desde hace muchísimo tiempo.
No puedo olvidar que en aquellos años febriles de nuestro paso por el Ministerio de Cultura, Julio estuvo allí, prácticamente, todo el tiempo y, cómo no recordar, a quien no solo estuvo allí, sino que fue uno de los responsables, en buena medida, de toda la base teórica y cultural que le dio forma y sustento a nuestra práctica cultural, desde la fundación misma del Ministerio de Cultura y, desde luego, cómo no recordar, lo que significó e hizo Julio, a favor de la creación de un cine nacional que se insertó con voz propia en la cinematografía latinoamericana y mundial. Porque obviamente, no podrá escribirse la historia del cine cubano y latinoamericano, sin llevar a sus planos más elevados, el nombre de nuestro Julio; el que reunió esa doble y hasta hoy poco común condición, de incorporar a su talento y actividad práctica como realizador y director, una indiscutible obra de aporte teórico al arte cinematográfico en particular y a la cultura en general, la que expresó en sus prolijos y bien reconocidos textos y ensayos de su fecunda labor. Por eso, debo reiterar, que propiamente, en el Ministerio de Cultura, fue muy provechoso su desempeño, porque también fue un indiscutible generador de iniciativas y nuevas ideas, como el gran creador y promotor que fue.
Cuando hablamos de Julio, estamos hablando del cine cubano que propició la creación de esa escuela artística cinematográfica de reconocido prestigio nacional e internacional, que solo ha sido y puede ser fruto de la Revolución de Martí y Fidel, a la cual tributó el enorme talento artístico, creativo e intelectual de Julio. El artista que ya alcanzó un puesto de honor en la historia del arte cubano, latinoamericano y universal. En ese sentido, no olvidemos que la creación de un movimiento estético, como es el Cine Cubano, requirió de elementos de pensamiento, abstracción y análisis, acompañados de una tenaz búsqueda de caminos desconocidos y de una indagación infatigable sobre rasgos que muchas veces están dispersos en el pensamiento teórico cultural. Todo ello demandó, asimismo, de una concepción en cuanto a la promoción, la exaltación y la defensa del talento creador.
Sin el pensamiento y la concepción, sin la tenacidad y la audacia en la experimentación, y sin la búsqueda infatigable de caminos desconocidos no hubiera sido posible crear un movimiento artístico-cultural que afirmado en el inmenso arsenal de la cultura cubana y latinoamericana, fuera capaz de proyectarse con un matiz propio, con una fisonomía peculiar, en el ámbito del cine internacional, como lo hizo el cine cubano, al cual tributó la vida y la obra de Julio.
Y, cuando medito en todo ello, desde luego, que recuerdo a Julio, el inquieto y el tenaz, el agudo y el perseverante pensador; porque su cultura y su gracia cubana, hicieron posible que siendo tan criollo, analizara los problemas de fondo que nos plantea el desarrollo cultural y luchara decididamente contra cualquier manifestación de mediocridad, facilismo, superficialidad, banalidad y demagogia pseudo cultural, para atender con exquisito cuidado los gustos del público, sin hacer concesiones al populismo vulgar y ramplón y procurar la exigencia estética como uno de los principios rectores de la Política Cultural.
Julio de igual modo, contribuyó al fomento de la crítica al estilo martiano, la cual es tan necesaria en todos los procesos artísticos y teórico-culturales, así como a la elevación del rigor y la exigencia de lo que debemos mostrar, para que triunfe y pueda ser promovido el arte genuino.
Por eso cuando pensamos en la síntesis de la cultura que ha llegado a expresar nuestro cine, tenemos indiscutiblemente que remitirnos a Julio. Quien, como bien conocemos, llevo adelante no solo su obra creativa, sino que contribuyó a promover y hacer avanzar el trabajo creador de la cultura en el Socialismo, que es ese espacio donde debemos aprender a realizar el difícil esfuerzo de situar las cosas, en este caso me refiero al arte y los artistas en su justo lugar, para que puedan triunfar. Esa fina sensibilidad de nuestro inolvidable amigo, posibilitó hacer más comprensible las sutilezas más íntimas y profundas de la Política Cultural Cubana de la Revolución. Ello fue posible porque en su vida y en su obra, se destacaron tres elementos esenciales: trabajo, estudio y talento; porque no hay arte sin un esfuerzo de trabajo cotidiano, sin una sistematización de ese esfuerzo, sin un rigor en el empeño creador, sin un estudio sistemático y sin una ampliación de esa cultura; y claro está, que tampoco hay arte sino hay verdadero y autentico talento.
Muy querida Lola, recordaras que en aquellos años de febril laboriosidad en el movimiento artístico e intelectual cubano en general, juntos trabajamos sin descanso, repito, para hacer avanzar nuestra autentica cultura por el mundo. En ello, Julio, desde luego, junto a otros destacadísimos compañeros, contribuyó, definitivamente, al desarrollo de las perspectivas y a la explosión de lo mejor de nuestro arte y cultura nacional.
Asimismo, aunque sea en una apretada síntesis como esta, tampoco puedo olvidar que con Julio defendimos la validez de todos los géneros y todas las formas artísticas que tuvieran la calidad requerida. Por cierto que siempre he pensado, que ni antes, ni ahora, existe tal disyuntiva; porque todos los géneros y todas las formas artísticas tienen cabida entre nosotros, siempre que muestren una alta calidad.
Gracias Julio por tu vida dedicada a nuestro pueblo, por regalarnos tu auténtica y preciosa cubanía.
El movimiento artístico e intelectual cubano, no olvidará tus valiosos e invaluables aportes a la Cultura Cubana y a nuestra Política Cultural. Aunque no quisiera decirlo, es así, tu ausencia representa un vacío que no podemos ni llenar y mucho menos olvidar, porque tu vida y tu inmensa obra de creación, estarán siempre presentes en los cimientos mismos de estos empeños de transformación de un futuro superior para nuestros pueblos y países.
Julio, qué falta nos hace tu pensamiento, y como ya ha sido dicho también de nuestra inolvidable Haydée; Julio, qué falta nos hace tu voz.
En el nombre de Eloísa y mi familia, reitero mis condolencias a Lola, a sus familiares y amigos.
Muchas gracias
(Fuente: cubadebate.cu)