“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENSAYO
  • Imagen tomada de: www.elcineescortar.com


    Sergio Vitier…. “de cierta manera”
    Por Rosa Marquetti

    Vivíamos 1974 y una mujer, cubana, negra, joven, dejaría inconclusa su opera prima como directora y guionista del primer largometraje de ficción realizado  en la Isla por una fémina. Sin que Sara Gómez Yera llegara a saberlo, De cierta manera pasaría a la historia de la cinematografía cubana como uno de sus grandes clásicos y marcaría un momento singular: el abordaje de situaciones conflictuales que, a nivel humano en las capas más desfavorecidas de la sociedad, traían aparejados los cambios políticos y sociales que se producirían tras el triunfo de enero de 1959.

    Ese mismo año, otro joven, Sergio Vitier García-Marrúz, compositor y guitarrista, por más señas, realizaría su décimo trabajo para el cine cubano. Antes, la música en ocho documentales y un corto de animación había salido de su creatividad.

    Se inició en 1970 componiendo la música para el dibujo animado F-1?, de Hernán Henríquez y el documental Mantenimiento Técnico Planificado, del director Luis M. López, y ya destacaba entonces por su excelente labor como compositor e instrumentista en  los documentales Girón, de Manuel Herrera, y Nosotros en el Cuyaguateje, de Nicolás Guillén Landrián, ambos de 1972.

    En los años por venir asistiríamos a una eclosión de creatividad en su labor para el cine de su país y su nombre, como compositor y músico, quedará asociado a piezas memorables de la cinematografía cubana como El Brigadista (Octavio Cortázar, 1977); Una mujer, un hombre, una ciudad  (Manuel Octavio Gómez, 1978), Maluala (Sergio Giral, 1979), Guardafronteras (Octavio Cortázar, 1980); Plácido (Sergio Giral, 1986); Caravana (Rogelio París, 1990); Quiéreme y verás (Daniel Díaz Torres, 1995) y Roble de Olor (Rigoberto López, 2000), entre muchos otros.

    Pero eso sería después, porque desde la gestación misma de la idea de realizar un filme sobre marginalidad y cambios socio-políticos, Sara Gómez había pedido  a este muchacho  que se ocupara de la música de la película que quería dirigir.  Era natural. Ambos conocían sus respectivos atributos creativos.  Eran amigos, y como diría Sergio, más que eso: hermanos que compartían intereses similares  y vibraban ante los retos de aquel presente.

    Confieso que me sobrecogía la idea de pedir a Sergio Vitier, cuarenta y un años después, que me hablara de De cierta manera, pero decidí afrontar el reto.  Creía saber quién había sido Sara Gómez Yera para Sergio Vitier y esto facilitó las cosas.

    Sabía de dónde había partido Sergio a su encuentro con la creación musical.  Tenía ya recorrido un trecho intenso y rico. Venía de un camino de jazz, iniciado en la década anterior cuando, aún adolescente se presentó en una ocasión en un concierto del Club Cubano de Jazz, junto a otros muy jóvenes, casi niños, que luego serían también destacados músicos, como el saxofonista y clarinetista Paquito D’Rivera y el percusionista Amadito Valdés, entre otros; también hubo un momento fugaz, pero notorio con Los Chicos del Jazz, un septeto de jóvenes casi adolescentes algunos, integrado por el propio Sergio en la guitarra, Nicolás Reinoso en el saxo tenor; Fabián García Caturla en el contrabajo, Rembert Egües en el piano, Paquito D’Rivera como saxo alto; Amadito Valdés, en la batería y Carlos Godínez en la tumbadora.[1]

    Permaneció casi un año en el grupo de su tío Felipe Dulzaides.  Lo experimental lo unió con su guitarra a Miriam Acevedo allá por 1967 cuando parecía imprescindible verles y escucharles en las noches del  Gato Tuerto. Comenzaba a moverse entonces en un medio vanguardista, de búsqueda y experimentación, influído como estaba por las corrientes de mayor vigencia dentro del jazz, la apropiación de los  componentes afrocubanos a partir de lo ritual  y la oralidad, y también por la tradición académica del clasicismo.

    Su paso por la Orquesta Cubana de Música Moderna marcó también un hito en la toma de experiencias. Se le ve guitarra en ristre en los conciertos de la Canción Protesta en Casa de las Américas y sobreviene su entrada desde el inicio mismo al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GESI), llamado por su director Leo Brouwer, habida cuenta de la sólida formación en la guitarra clásica, la experiencia antecedente en el mundo del jazz  y la vasta cultura que ya entonces distinguía al mayor de los hermanos Vitier.  Junto a esto, Sergio continúa adentrándose en la investigación y asunción de los elementos raigales de nuestra identidad musical, esencialmente su componente afrocubano, en sus expresiones litúrgicas y rítmicas.

    En 1968, un año antes de la creación del GESI, funda el grupo Oru, con fuerte presencia de la ritualidad afrocubana, que en su primera etapa acusa una corta vida, para renacer en 1992 como una formación musical de instrumentistas virtuosos y la obra singular y coherente de Vitier como compositor, director y guitarrista.

    A Sergio, el conflicto argumental que Sarita se proponía exponer en De cierta manera no le era ajeno; por el contrario, formaba parte de lo cotidiano y de las contradicciones que se producían en el orden social en  un país convulsionado por una revolución.

    “Fue muy fácil la creación de la música para  De cierta manera– diría Sergio. Era un mundo para mí muy cercano; me movía en Cayo Hueso y otros barrios similares, y cuando aún no estaba de moda la utilización de los elementos yorubas fusionados con otros géneros, yo ya en 1967 comencé a recrear esa música junto a Rogelio Martínez Furé y, gracias a él, que también era muy amigo de Sara.

    "Eran tiempos en que un grupo de intelectuales negros y mulatos de un gran nivel cultural, como la propia Sara, Inés María Martiatu “Lalita”, Martínez Furé, Silvio Castro, Abraham Rodríguez –que era un poco más joven-, tenían  muchas inquietudes y abogaban por reivindicar las raíces africanas, el legado africano incuestionable de nuestra cultura y por desvelar las consecuencias del atraso y la discriminación a que habían estado sometidas las amplias capas de negros y mulatos en nuestro país.

    "Con De cierta manera, Sarita se insertó en un medio que en aquel momento era herético, pues la línea predominante en el cine cubano era apologética de la nueva sociedad que se construía. Y Sarita hace una película sobre el marginalismo, pero, por supuesto, sobre los cambios que estaba realizando la Revolución con ese marginalismo, pero hizo un análisis muy profundo, que no era solamente socio-económico, sino que era también sicológico.” [2]

    En realidad, si Sergio Vitier García-Marruz no se hubiera adueñado de  los días y las noches que transcurrían en calles extrovertidas, salones luminosos, sitios rebosantes de jazz o tugurios de sordidez ejemplar; si no hubiera alcanzado a exprimir literalmente las sonoridades de un entorno que, en su mixtura y multiplicidad, sabía definitivamente suyo; si hubiese desdeñado la poesía y el lirismo de una familia que se nutrió de ellos como algo vital y consiguió recrearlos; si no hubiese sido quien era ya en aquel año de 1974, probablemente nunca hubiera aflorado la empatía que lo ligó en idénticas inquietudes en pos de las raíces de su cultura, en búsquedas sonoras inauditas y en una amistad que todavía permanece intacta en sus sentidos, con Sara Gómez.

    “Nos conocíamos muy bien: Sara conocía mi música y yo conocía perfectamente el cine que venía haciendo Sarita, muy interesante, porque aparte de sus valores estéticos en sí, ella elegía temas muy polémicos, relacionados con grupos humanos con problemas: los “vikingos” en Isla de Pinos, niños con problemas, atención prenatal –a partir de su propia experiencia de maternidad cuando parió a su hijo Alfredito… "[3]  

    Sara podía ser cáustica; era lapidaria, porque era una persona muy culta y con un sentido muy agudo, muy simpática a la vez y un humor fino. Era muy desenfadada para ser mujer en aquella época, sin ser vulgar. Ella podía enfrentar cualquier tipo de tema de un modo refinado y certero. El tema que aborda De cierta manera no formaba parte, en rigor, de la vida personal de Sarita: ella no tenía nada que ver con el marginalismo, pues procedía de una familia intelectual, de alto nivel profesional y cultural, su padre era médico y su madre y su hermana, dos profesionales valoradas… En política, su procedencia era la Juventud Socialista, pero para nada fue rígida en sus concepciones, por el contrario era muy polemista y muy polémica, pero también muy revolucionaria… Fui muy cercano a Sara, al punto de que fui el último amigo que la vio viva.”[4]

    Sergio no sólo se afirma en ello, sino que al escucharlo, se percibe desde su humildad, una certeza: debía ser su música quien acompañara las imágenes del primer y único largometraje que Sarita –su gran amiga- concibió, escribió, dirigió, pero que nunca llegó a ver.

    Sobre el proceso creativo y los músicos ejecutantes que grabaron la banda sonora, Vitier rememora:

    “Me encargué de toda la  música para el filme, en la que creí conveniente insertar algunos momentos de lirismo, pero en general estuvo inspirada en la música popular cubana. Fueron músicos de orquesta los que grabaron; José María, mi hermano tuvo a su cargo el piano y yo la guitarra, en todos los temas y hasta en muy diversos estilos, incluídos algunos de la música popular, alejados de la guitarra clásica. Tata Güines asumió las tumbadoras; recuerdo a Anselmo Febles “Chembo” -un personaje singular, artista plástico y músico ejecutante de varios instrumentos de percusión, algunos inventados por él, aunque también tocaba piano-. La banda sonora requería de los músicos exactos que elegí. Está más referida a la música popular urbana que a la música ritual, aunque, por supuesto, en el filme están presente los ritos abacuá y yoruba, la santería como cultura de resistencia popular”.[5]

    José María Vitier recuerda la participación de Orlando “Cachaíto” López en el contrabajo, del trompetista Adolfo Pichardo, y de otros músicos que formaban la orquesta acompañante del entonces Conjunto de Danza Moderna (hoy Danza Contemporánea de Cuba), todos bajo la dirección de Manuel Duchesne Cuzán y del propio Sergio Vitier.[6]

    Hoy puede apreciarse que la música de Sergio Vitier se integra con extraordinaria organicidad al discurso y a las imágenes que Sara Gómez nos dejara para siempre en su filme. Así lo constata Leonardo Acosta:

    “En mi opinión, uno de los largometrajes cubanos mejor logrados desde el punto de vista de la integración de la música a los demás componentes de una película es De cierta manera, de Sara Gómez. Y es significativo que sea este un caso excepcional en el que el compositor, Sergio Vitier, participó en los trabajos del colectivo creador desde el principio, estuvo presente durante el período de filmación y discutió con la realizadora hasta los mínimos detalles. 

    Se trataba, además, de una temática nueva en la cinematografía cubana, que requería un tratamiento distinto de la música y de la banda sonora en general. Vitier utilizó distintos formatos orquestales, temas, ritmos y estructuras de nuestra música popular y desechó los estilos tradicionales y los formatos sinfónicos.  Los efectos deseados para escenas que expresaban dramatismo, nostalgia o violencia -contenida o desatada- se lograron mediante un inteligente desplazamiento de secuencias rítmicas, un cambio de balance entre distintos timbres, una especie de “desfasaje” que en muchas ocasiones alteraba la tradicional “lectura” de una modalidad popular cubana, posibilitando que la música se abriera a nuevas connotaciones”.[7]

    Para Sergio, el trabajo en la banda sonora trascendió los rígidos límites de un encargo para convertirse en parte esencial y lógica del empeño de Sara, y del espíritu del filme que quería crear. Vitier eligió  un género como el guaguancó para el tema inicial, del que se apropia para devolvérnoslo casi instrumental, entre cuerdas y metales y un lalaleo excepcional, cercano al scat, en la voz entonces juvenil de otra Sara: la González.

    La posibilidad de emplear recursos expresivos con los que pudiera identificarse el espectador, e incluso verse reflejado en ellos, resultó tentador para ambos creadores y tuvo su expresión sonora en ese tema original compuesto por Sergio Vitier, que engarza a la perfección con otro alto momento de la cinta: la espontánea y sentida interpretación que hace el trovador y cantante empírico Guillermo Díaz de su bolero Véndele, cuya versión orquestal también estuvo a cargo de Vitier. En buena medida, la historia de Guillermo es el leit-motiv del filme; el personaje interpretado por Mario Balmaseda identifica vivencias personales de Díaz, quien había sido boxeador y campeón en su peso, había vivido en “el ambiente” y había luchado consigo mismo y su circunstancia, para salir de él.

    La pretendida identificación -en otros tiempos no muy alejados de 1974-  de los géneros y subgéneros afrocubanos en general con la marginalidad social, entra en franca contradicción con la positiva recepción que tuvo el filme tras su estreno y la aceptación como algo culturalmente propio y raigal. Sergio Vitier tuvo gran responsabilidad en ello, al dotar a la banda sonora de De cierta manera de un empaque y una sonoridad de gran atractivo, pero también de un alto valor estético y musical.

    Sarita no pudo ver concluida su obra, aunque en opinión de Sergio, la dejó casi terminada. Titón, su maestro, alguien que la quería entrañablemente, y también Julio García Espinosa, se encargaron de terminarla, con el apoyo de su equipo de realización en el que sobresalieron su amigo y asistente de dirección Rigoberto López, hoy destacado cineasta, y quien fuera su esposo, el sonidista Germinal Hernández.

    “He hecho la música de más de sesenta películas y he tratado muchos temas diferentes, pero De cierta manera es una película sui géneris, a la que tengo un especial amor, por el filme en sí, pero sobre todo por Sara, alguien muy querida, de quien me cuesta mucho hablar. Es mentira ese lugar común que se repite una y otra vez: que a la gente que uno quiere se le recuerda con alegría. Eso es mentira. El tiempo sólo alivia el dolor, no restaura la alegría. Me provoca mucha tristeza su muerte prematura, su ausencia”, concluyó Sergio, hablando bajo y despacio, como si acariciara con cada palabra la memoria de Sara Gómez Yera, pero con la firmeza de quien sabe que ha dejado un legado útil y perdurable.

    Notas

    [1] Leonardo Acosta: Un siglo de jazz en Cuba. Ediciones Museo de la Música. La Habana, 2012. Pag. 178

    [2] Entrevista de la autora con Sergio Vitier. La Habana, marzo 2015.

    [3] Se refiere a los documentales Una isla para Miguel (1968) y  Atención Pre-Natal (1972).

    [4] Entrevista de la autora con Sergio Vitier.  Marzo 2015.

    [5] Ibidem

    [6] Conversación de la autora con José María Vitier.  La Habana. 17 de abril de 2015.

    [7] Leonardo Acosta: La música, el cine y la experiencia cubana. Publicado originalmente en Cine Cubano, número especial, XX Aniversario del ICAIC. La Habana, 1979.  Tomado de:  “Del tambor al sintetizador”. Editorial Letras Cubanas, 2014.  Pp.144-145

    Bibliografía consultada

    Claudia González Machado: El riesgo de la herejía. Cartografía de la crítica y el discurso fílmico en la revista Cine Cubano (1960-2010). Ediciones ICAIC. 2013.
    Rigoberto López: “Hablar de Sara, De cierta manera”. En revista Cine Cubano. No. 93.
    Gerardo Chijona: De cierta manera. En revista Cine Cubano, No. 93.
    Radamés Giro: Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana. Tomo IV. Editorial Letras Cubanas. 2007.
    Leonardo Acosta: Un siglo de jazz en Cuba. Ediciones Museo de la Música. La Habana, 2012.
    Leonardo Acosta: “Los mil sones del moro Abindarráez”, 62. En Revolución y Cultura. Noviembre 1979.
    Leonardo Acosta: “Para una visión de la guitarra en Cuba”.  En Revolución y Cultura, 123. Noviembre de 1982.
    Leonardo Acosta: “La música, el cine y la experiencia cubana”. En Cine Cubano, número especial, XX Aniversario del ICAIC. La Habana, 1979.
    www.cubacine.cu

    (Fuente: La Gaceta de Cuba. No. 3. Mayo-Junio de 2015)


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