La adultez con síndrome de Down bajo la lupa en el filme Los niños
Andrés y Anita se quieren casar y vivir juntos, pero la ley no se lo permite y sus familiares se oponen. Ricardo es pastelero y tiene una paciencia infinita con los ancianos que cuida en el asilo, pero lo que le pagan no le sirve ni para hacer las compras del mes. Rita, en cambio, solo sueña con una Barbie para su cumpleaños. Todos ellos protagonizan Los niños, documental sobre los adultos con síndrome de Down de la chilena Maite Alberdi.
El nuevo trabajo de la directora de La Once, que forma parte de la competencia de Derechos Humanos del festival de cine independiente BAFICI y se estrena el 8 de junio de 2017 en Chile, sigue de cerca la rutina de un grupo de adultos con síndrome de Down que asisten desde hace más de 40 años a la misma escuela en Santiago de Chile, donde hornean pastelitos, dibujan, hacen manualidades y muchas otras actividades más propias de un jardín de infancia que de un ámbito adulto.
Hasta que la escuela decide lanzar un taller de adultez consciente, en el que les enseñan por primera vez a percibirse como seres plenos y conscientes, a hacerse cargo de sus decisiones y pelear por ellas. Sin embargo, al enfrentarse con la realidad, las cosas no resultan tan simples. Desde Buenos Aires, y pocas semanas después de que se aprobara en Chile la ley de inclusión laboral para personas con discapacidad, Alberdi habló con Dpa sobre su película.
Usted tiene una tía con síndrome de Down que aparece brevemente en La Once. ¿Los niños parte de esta historia familiar?
Sí, es una película que me acompañó toda mi vida porque conviví siempre con mi tía que tiene síndrome de Down y en mi familia la pregunta siempre fue qué iba a pasar con ella el día que mi abuela no estuviera. Cuando mi tía nació, le dijeron a mi abuela que tenía una expectativa de vida de 25 años y hoy día es de 70 años. Nadie pensó nunca que estos hijos sobrevivirían y los criaron de forma muy dependiente, por lo que ahora de adultos siguen viviendo la misma vida que de niños. Es desde ahí que cuento la historia.
¿Buscaba dar con alguna respuesta en lo personal?
Más que buscar una respuesta estaba buscando representar los dilemas y tratar de mejorarlos a futuro. La sociedad no está preparada para que sean adultos. Siempre les dijeron cuando seas grande vas a poder vivir solo, cuando seas grande vas a poder trabajar, y ya son grandes y les siguen diciendo algún día y ese día nunca llega. Esto no puede seguir siendo así para las generaciones más jóvenes.
El nombre del filme es claramente irónico, así como la gráfica de los títulos del filme y la música, que son infantiles. ¿Por qué?
Traté de trabajar con la ironía de la infantilización en todo, en la música, los colores, los títulos. Estoy ironizando con la realidad, porque así es como los representamos en nuestra cabeza. Asociamos el síndrome de Down a la niñez y no nos damos cuenta de que son adultos. Quería generar ese contraste, hacerme cargo de que eso existe en el público y tratar de romper con eso en la película.
A los otros adultos que aparecen en el filme -maestros, padres- no se les distingue la cara, están fuera de foco. ¿Por qué?
Siempre me pregunto cómo representar a los personajes no solo narrativamente, sino también visualmente, y sentía que en este grupo había encontrado un espacio de normalidad que se podía identificar con cualquier otro colegio (está la que le hacen bullying, el líder...), y quería que visualmente también se sintiera esa normalidad y que después de diez minutos te acostumbraras a esas caras y se te olvidara que tienen síndrome de Down. Por eso no quería marcar la diferencia con otros. Por otra parte era un grupo muy aislado socialmente y era otra forma de representar ese aislamiento.
¿Con qué guion empezó a trabajar?
Mi guion previo establecía quiénes eran mis protagonistas y qué quería trabajar con ellos. Sabía que Anita y Andrés eran el amor, Ricardo era el trabajo y la Rita esta cosa como más infantil, pero no sabía cómo se iba a desarrollar esta historia. Además era el primer año que tenían el taller de adultez consciente. Eso fue marcando la narrativa: el taller los iba posicionando como adultos pero ellos se enfrentaron a una realidad que no estaba de acuerdo con este plan. Y esto marcó el desenlace y la frustración que están viviendo ahora.
¿Cree que ese empoderamiento ha sido positivo o negativo?
Siento que antes eran más felices porque no sabían lo que no podían hacer. No sé lo que es mejor. Creo que fue positivo para algunos y negativo para otros. Hay algunos que están más frustrados que antes, pero Ricardo, por ejemplo, ahora con el cambio de ley seguro va a tener un sueldo.
Hay muy pocas películas en las que aparezcan personas con síndrome de Down. ¿A qué cree que se debe esto?
Como cineasta es importante diversificar los rostros y los temas. Siempre pienso que las películas de ficción en las que aparecen personas con síndrome de Down son películas en las que ese es el tema. ¿Pero por qué simplemente no hay un personaje que tiene un hermano con síndrome de Down? Que no sea un tema, que sea parte de la vida. Falta ver esas caras con normalidad, que se cruce en pantalla una mamá que camina por la calle con su hijito con síndrome de Down. Creo que se debe en parte a que es un tema desconocido.
(Fuente: eluniversal.com)