Zalla se aventura en la adaptación de una historia real: la sobresaliente mejoría académica de los alumnos de un colegio mexicano. El filme ha conseguido la Biznaga de Oro a la mejor película iberoamericana.

Radical supone la tercera obra del director keniata Christopher Zalla. Su ópera prima, "Padre nuestro" (2007), abordó de manera descarnada la inmigración mexicana en Estados Unidos. En esta ocasión, Zalla se aventura en la adaptación de una historia real acaecida en 2011: la sobresaliente mejoría académica de los alumnos del colegio José Urbina López, en la ciudad mexicana de Matamoros. Gracias a la metodología propuesta por un nuevo profesor, Sergio Juárez, aquellos alumnos marginales, desilusionados y procedentes de entornos conflictivos, creyeron en sí mismos e incluso alcanzaron sus sueños profesionales, como la ingeniera Paloma Noyola.

Aunque el protagonista de "Radical" sea el profesor Sergio Juárez (interpretado por Eugenio Derbez), verdaderamente son sus alumnos de sexto grado los pilares de esta historia. El director ha apostado por narrar una película coral, de tal modo que el profesor Juárez ostenta la batuta, pero son sus alumnos quienes imprimen el carisma, el sentimiento y la nobleza a este relato de superación. Por causa de este protagonismo coral, la crudeza del ambiente se revela ante el espectador desde diferentes ángulos: familias desestructuradas, pésimos hermanos mayores, pandillas de delincuentes, narcotráfico, escasez económica y mil razones más por las cuales estudiar parece no tener sentido. ¿No se puede ganar más dinero ayudando a papá en su trabajo, o incluso aprendiendo a manejar un arma? A lo cual se suman las condiciones del colegio José Urbina: sin recursos, sin profesores mínimamente motivados y sin ordenadores en la sala de informática.

Podría advertirse que ya hemos visto esta historia. Ahí están: "El club de los poetas muertos" (1989), "Mentes peligrosas" (1995) o "La clase" (2008), por citar solo tres ejemplos. Y quizá sea cierto. Como también es cierto que "Radical" no versa sobre la pasión por la literatura, sobre el camino hacia la madurez o sobre la integración étnica de alumnos conflictivos. Versa sobre cómo la educación puede ser la tabla de salvación en un entorno alejado de la mano de Dios, sobre por qué hacerse preguntas a los once años puede marcar la diferencia entre vivir o morir. Porque Radical no lima las desagradables condiciones del ambiente ni de esas familias, no oculta el dolor ni la muerte, ni la sensación de abandono administrativo por una burocracia inmisericorde. Christopher Zalla muestra semejante cuadro de desolación, pero también ofrece las soluciones para cambiarlo a colores cálidos: la obstinación de un docente por presentar el conocimiento como la única herramienta útil para alcanzar un futuro próspero.