“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Boris Quercia: En Chile tenemos el cine que nos merecemos
    Por Sofía Hasbún

    Boris Quercia afirma desconocer la fórmula para conquistar al espectador. Solo confía en hacer un trabajo sincero y acorde a la realidad que vivimos. Eso sumado a un acucioso trabajo en el guión debe ser suficiente para producir una buena película. Para su primera entrega, esta ética de rodaje alcanzó claros resultados: Sexo con amor (2003) se transformó en la película más vista en la historia del cine local y su director recibió el Premio Altazor 2004 a la mejor dirección en cine de ficción.

    El rey de los huevones tiene su punto de arranque en un personaje bonachón y en la gran duda de un director: ¿qué conviene más, ser honrado o avispado? Sin duda, una pregunta complicada de responder en medio de las exigencias de la sociedad moderna.

    ¿Cuál fue la fuente de inspiración para El rey de los huevones?
    ¡Es tan difícil descubrir dónde se inspiró uno! Hay momentos en que lo tengo más claro, pero últimamente me doy cuenta de que trabajo más sobre las dudas que sobre las claridades y certezas. Por ejemplo, en Sexo con amor  trabajé sobre las vacilaciones que yo tenía acerca del sexo, el amor y la fidelidad. Y en esta última oportunidad creo que siguen mis incertidumbres respecto del amor, porque El rey de los huevones es una historia de un amor imposible. De un tipo que no quiere hacerle daño a los demás y por eso mismo el amor se le vuelve inalcanzable, ya que cuando amamos estamos haciendo daño a quien no amamos. En resumen, todos estos temas me sirven de materia prima. Ahora, el punto de partida es un tipo bonachón, honrado y un poco ingenuo.

    Además, desde ese inicio, analicé que a alguien así se le hace difícil la vida. Entonces planteo la gran duda: ¿conviene más ser honrado o pillo? Generalmente, la publicidad nos bombardea con mensajes que nos dicen que para ser exitoso en los negocios hay que ser un lobo, no un cordero. En este contexto mi historia es la de un perdedor, la de un cordero, pero también es la de un tipo correcto, como debiéramos ser todos.

    Pero sobre todo la película es un producto de entretenimiento donde se va a vivir una variedad de emociones, mucho más que en Sexo con amor; y si además la película entrega temas de conversación y discusión,  mucho mejor, ya que significa que el resultado es una historia más completa.

    ¿Cuáles son tus referentes cinematográficos, y en especial para este segundo largometraje?
    Yo admiro mucho a un director italiano que se llama Mario Monicelli, que tiene una película que es una obra de arte, titulada Los desconocidos de siempre. También me gusta mucho Ettore Scola, que todavía esta vigente, pero su fuerte fue en los años 50 y 60. Me gustaría pensar que El rey de los huevones tiene algunas similitudes con Kolya, de Jan Sverák, La vida es bella, de Roberto Begnini, y El chicuelo, de Charles Chaplin. En todas ellas hay un tipo que se ve obligado a cuidar un niño con el que crea un fuerte lazo de afecto y esto también ocurre en mi película. Además, son comedias que no le hacen el quite a las vicisitudes de la vida, es decir, que en un momento emocionan o conmueven. Ese es el género o el estilo que yo intenté trabajar con esta película, algo muy diferente a  Sexo con amor. Es un cambio bien radical.

    ¿Cómo es el proceso de creación de una historia?
    Generalmente al escribir una historia voy sacando distintas versiones de un guión y  conversando con algunas personas de confianza, sobre todo con mis socios. Juntos vamos haciendo las correcciones sobre el guión; es una especie de mutua colaboración entre los que escribimos para cine y trabajamos en el área audiovisual. La etapa de creación de un guión para nosotros es esencial, por lo costoso de hacer una película y el largo tiempo que uno convive con la historia. Todo el proceso de postproducción implica revisar la película una y otra vez. Es como tomar la decisión de casarse con alguien, uno lo piensa bastante. Nunca nos hemos lanzado con liviandad a contar una historia, siempre hemos trabajado muchísimo para llegar a una estructura dramática lo más sólida posible, antes de proyectar cualquier trabajo sobre ese guión.

    ¿Cuál sientes que es el rol del cineasta?
    Primero,  me dedico a esto para vivir, porque es la manera más entretenida que conozco de ganarme la vida. Quizás no es la más fácil ni la más simple ni la más exenta de riesgo, pero sí la que tiene menos rutina, la que me permite trabajar con mis amigos y mis socios de siempre. Entonces yo me enfrento a mi oficio como cualquier persona que se levanta todas las mañanas a trabajar y dentro de eso mi obligación es crear, buscar historias para habitar el imaginario común. Es decir, mi papel es llenar los espacios de ocio, aquel espacio que tiene la gente para escuchar historias, vivir fantasías e ilusiones. Yo soy el que cuenta el cuento antes de dormirse.

    ¿Cuál es la segunda lectura que hay detrás de El rey de los huevones?
    No me gusta sermonear al espectador. Se puede hacer una lectura, pero tengo muchas dudas al respecto, porque me pregunto si el tipo es tan huevón como parece. Obviamente hay un punto de vista en la película que es el mío, pero no es impositivo. Tampoco castigo a los malos y premio a los buenos. Solo cuento la historia como la vida, en que las cosas pasan y uno aprende por costalazos y no por enseñanzas.

    ¿Cuál es el camino que quieres seguir en tus próximos trabajos?
    El estilo de película que me interesa filmar es como el de las historias italianas del neorealismo, algunas comedias francesas como El placer de los otros, de Agnes Jaoui, y El restaurante, de Pierre Salvadori. En pocas palabras, películas sencillas, divertidas y emotivas.

    Para hacer cine en Chile que es más conveniente ¿ser pillo o huevón?
    Hay que ser super pillo, tener mucho ingenio para encontrar la manera de poner en marcha una producción y terminar una historia. Obviamente estamos dándonos un gran lujo. En un país como Chile, y con el tamaño que tiene el mercado, hacer filmes es bien difícil. Si lo piensas es un poco absurdo hacer películas, porque nunca se van a financiar por taquilla. Entonces hay que postular a vías alternativas de financiamiento, como los fondos estatales. También buscar alianzas o coproducciones con otros países, y en lo posible tratar de abrir nuestras fronteras. Este es un esfuerzo esencial para que a mediano o largo plazo tengamos una industria cinematográfica.

    ¿Cómo se viene el futuro de El Rey?
    Por ahora estoy abocado a la explotación comercial de la película y de su estreno. Esa es mi prioridad. Vamos a pasar por el Festival de Valdivia y también haremos una gira por todo el Sur. La exhibición internacional viene mucho después, cuando pase la locura del estreno. Además, a mí no me entusiasma mucho ir a festivales, porque es un poco como un saludo a la bandera, a menos que uno vaya a un festival importante y gane, pero para financiar el costo total no sirve. Tampoco creo que un galardón asegure la taquilla nacional. Me parece más efectivo un comercial en televisión, hacer una campaña entretenida y llamativa para que el espectador se anime a salir de su casa, ceda el tiempo, dedique dinero y ganas a ver la cinta. En esta etapa me parece interesante sacar partido de internet, porque es una instancia de comunicación importante y directa con los espectadores.

    Escribes, diriges y actúas. Eres una especie de Woody Allen chileno
    Claro que sin su cuenta corriente y en muy menor escala. Pero hablando en serio, yo no sabía con la chichita que me estaba curando hasta que dije acción por primera vez.  Ahí me di cuenta lo que era hacer un protagónico y además dirigir, es muy exigente.  La ventaja de tener los dos roles es que no hay un segundo de distracción con respecto a lo que estás haciendo, estás siempre en algo, en el encuadre, en la escena que viene, en el vestuario, en las indicaciones del escenario, dirigiendo actuación, dirigiéndote a ti mismo. Estás copado al tope y eso me gusta, me siento completamente realizado. Si anda bien esta película yo repetiría la experiencia.

    Lograste filmar una comedia de gran éxito. Sin embargo, la mayoría de los largometrajes son dramas… ¿crees que Chile es un país de drama o es solo un rollo de los directores?
    Es una percepción un poco injusta. Seguramente si nos ponemos a ver la lista veremos que hay varias comedias o intentos de comedia o cintas que siendo drama tenían muchos giños de comedia. Yo siempre recuerdo una frase de Raúl Ruiz, muy ilustrativa en este sentido: “En Chile solo se puede hacer comedias, porque Chile es un país de terremotos y frente a un terremoto lo único que queda es reír”. Y es verdad, hay una cierta actitud del chileno, que frente a las cosas que lo superan se ríe, le pone el hombro y sigue adelante. Entonces, no creo que sea justo juzgar al cine chileno como cine de drama. Lo que pasa es que cuando uno escribe un guión, lo primero que sale es el drama, porque la vida es muy terrible y compleja. Ahora, frente a todas las tragedias del mundo, mi idea es encontrar el punto que hace soportable la vida. Sin embargo, uno trabaja anulando las crueldades, las asume y les da otra lectura. El sentido está en encontrar la liviandad que  permite soportar las crueldades de la vida para no vivir angustiado y deprimido.

    ¿Cómo ves el papel de la critica cinematográfica chilena?
    Yo siempre leo todas las críticas, pero creo que esta labor es algo entre los creadores y los críticos, más que ser un vínculo con el espectador. Yo, como público, no leo las críticas y me parece que para las personas es más importante el boca a boca, es decir, lo que le dijo el amigo de tal cinta. Ahora, como realizador, siempre me preocupo de revisar todos los comentarios acerca de los filmes chilenos. Para mí las opiniones a mis historias han sido un aporte, porque soy un autodidacta. Por lo tanto, la manera que he tenido de aprender es haciendo cosas y luego criticándolas y escuchando a los demás. Obviamente, hay que leerlas con criterio, ya que hay algunas sin mucho fundamento.

    ¿Cómo ves el nuevo cine chileno?
    Hay un gran movimiento y una gran efervescencia. Ojalá que podamos seguir así, porque cuando yo tenía 24 años era muy frustrante intentar hacer un largo y encontrarse siempre con la barrera de presupuesto. Hasta que llegó el video digital y permitió hacer largos de manera más económica. Así pude hacer LSD, que no logré pasar a 35 mm, pero la puse en una sala, hice afiches y logré que 4 mil personas la vieran, aunque solo era una proyección en video. Después de eso, yo dije: “acá llegó una explosión de creatividad, proyectos y películas de todos los estilos”. Sin embargo, no fue tanta la variedad y la cantidad de aciertos. Finalmente, te das cuenta de que lo que nos detenía para hacer películas no era la falta de presupuesto, sino el proceso mismo de levantar una producción y finalizar una historia. Por eso siento que técnica y presupuestariamente podríamos tener muchas más películas.

    Por otra parte, a veces flaquea el guión, sobre todo en países como el nuestro, en que no hay una gran tradición cultural. Por eso creo que tenemos el cine que nos merecemos. Pero también tenemos las películas que somos capaces de hacer; artesanales, sencillas pero sinceras. De repente aparecen historias grandilocuentes que escapan y chocan con la realidad. No nos damos cuenta de que lo mejor y más coherente, es el cine que va de la mano de lo que somos como país. Debemos encontrar nuestra identidad de cine y esa será nuestra carta de presentación.

    ¿Cuál es la fórmula para tener un éxito de taquilla?
    No existe esa receta añorada. Lo que sí está claro, que cuando el espectador se involucra emocionalmente con la película hay muchas posibilidades que vaya por buen camino. Las películas que les va bien son aquellas que atrapan al espectador en su red de emociones, ya sean la risa, el miedo, el llanto, la ternura, es decir, lo que los conmueva. Ahora ¿cómo llegar a lograr eso? Hay muchas maneras, pero la que yo utilizo es la de ser sincero en mi trabajo; tratar de plasmar lo que siento en el guión, en la puesta en escena y contar con buenos actores, que puedan construir personajes con los que el espectador se sienta identificado.

    ¿Cuáles son tus futuros proyectos?
    Tenemos la historia de Roberto Parra, desde los 10 años hasta que se entera de la muerte de la Negra Ester. Esto implica que recorremos una parte importante de la historia de Chile. Además, queremos entrelazar algo de la historia de Nicanor Parra y Violeta Parra, que representan distintos aspectos de nuestra cultura: una folclórica del campo, con Violeta, y Nicanor como miembro activo de la intelectualidad y la poesía de Chile. Finalmente, Roberto, que es el gran vividor, pero también creador en la cultura del bajo fondo, bares y prostíbulos. Además, contamos con la colaboración de la hija de Roberto y la viuda, quienes tienen mucho material de creación de su padre.

    Tomado de www.plagio.cl



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