“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA
  • Batalla de violín
    Por Julio Feo

    2006 fue un año formidable para El violín, con su estreno en el Festival de Cannes dentro de la selección oficial y en la sección Un Certain Regard. En efecto, el anciano don Ángel Tavira, que no es actor profesional, fue galardonado con el premio al mejor actor. Desde entonces la película ha dado la vuelta al mundo, de Tesalónica a Huelva o San Sebastián, y ha ido acumulando una veintena de premios, recibiendo paralelamente el aplauso del público y de la crítica internacional.

    La primera vez que oí hablar de El violín fue en 2005, cuando era todavía un cortometraje de media hora y base de un proyecto de largometraje. El camino de su producción, gracias al empecinamiento y la voluntad de su director, Francisco Vargas, empezó, pues, en los festivales de Toulouse y de San Sebastián, donde, en la sección Cine en Construcción, Vargas presentó este filme inacabado y solicitó y obtuvo ayudas a la postproducción y acabado de lo que en su idea era ya un largometraje de 90 minutos.

    Impresionó entonces por la fuerza de sus imágenes y la sensibilidad de su embrionario relato. De ahí dio el salto a Cannes. Y a los que solo veían en su película “un excelente cortometraje”, Francisco Vargas les probó que había detrás un guión sólido y coherente.

    El violín es un filme realista, emocionante y poético, de lectura universal, en el cual poco importa la ubicación concreta de los hechos que se relatan, que podrían haber sucedido en buen número de países de esa América Latina víctima de golpes de estado militares y de luchas populares contra la opresión.

    Aquí se trata de una guerrilla campesina, en la que está implicada toda la familia de don Plutarco, un anciano violinista manco, que intenta ayudar a los suyos y que deberá hacer frente a un arriesgado mano a mano con un oficial del ejército represor muy atraído por la música.

    Se trata de un relato humano, sensible e inteligente, que Francisco Vargas ha construido en torno a sus dos personajes principales: el carismático y entrañable don Plutarco, interpretado por don Ángel Tavira, un viejo músico mexicano que no es actor profesional, y que da la réplica con absoluta naturalidad al actor Dagoberto Gama, que hace el papel del astuto y melómano militar. La pausada filosofía de ese viejo campesino, su dignidad humana y su resuelta rebelión son el símbolo de esa América Latina en lucha, a menudo vencida, pero nunca convencida por las más diversas dictaduras militares. Este es un filme sobre los olvidados de aquellas tierras que toma partido hasta mancharse, como decía el poeta, pero que sabe evitar el maniqueísmo.


    (Fuente: www.rfi.fr)


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