“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • El documental es sentido común
    Por Dean Luis Reyes

    El realizador argentino Pablo Reyero, es uno de los integrantes destacados de lo que la crítica ha bautizado como el Nuevo Cine Argentino, es autor, entre otros, de los documentales Vivir (1994), que por vez primera enfocó el tema de las víctimas del sida en su país, y Dársena Sur (1997), al cual han situado entre las películas de su género que renovara la mirada acerca de los márgenes sociales. Aunque en 2003 se estrenó La cruz del Sur, su primer largometraje de ficción, la base documental de todo su cine obliga a dialogar acerca del tema.

    Tu trabajo profesional se inicia a partir de las ciencias de la comunicación, el periodismo y los oficios del cine. Pero ¿qué te hace decidirte a emprender la realización cinematográfica?
    En realidad yo era músico. Estudié música entre los diez y los 23 años, cuando tuve grupos en los cuales cantaba, tocaba la guitarra y la batería. Esa fue mi formación básica. Pero estaba el interés por el audiovisual a partir de la cuestión del manejo de los cuerpos, que tenía que ver con el aspecto de expresión corporal y actuación en los shows en vivo. Luego me empezó a interesar la fotografía, y ya tenía el vínculo con el cine, pues mi abuelo fue distribuidor de películas en la Pampa.

    A eso de los 22 o 23 años tuve una crisis acerca de cuál era mi vocación. Ahí hubo un cambio y comencé a trabajar como meritorio en el área de dirección de películas de ficción, luego como segundo ayudante de dirección, primer ayudante de dirección, etcétera. Paralelamente, empecé a estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, porque sentía que necesitaba de la teoría. De manera que todo se dio de una manera extraña, mientras buscaba definir mis inquietudes más auténticas, en un proceso de ensayo y error, hasta que realmente estuviera seguro. De ahí en adelante mi objetivo era escribir y dirigir películas de ficción. Pero a partir de mis estudios de comunicación y para ganarme la vida me vinculé con el periodismo. El periodismo te obliga a salir a conocer otras realidades, otros mundos y personas que en algunos casos tienen experiencias de vida parecidas y en otros muy distintas. Mientras trabajé en Página 12 me especializaba en temas urbanos, así que cada semana debía hacer una o dos crónicas urbanas. Ello fue como un entrenamiento para encontrar historias y personajes bajo la baldosa, lo cual te hace ejercitar mucho el ojo, la intuición, el oído, en una clase de aprendizaje hasta corporal. Ello me fue llevando de a poco hasta el documental, trasladando asuntos del periodismo al audiovisual. Así surge Vivir y luego Dársena Sur. Recién pude dirigir mi primer largometraje de ficción, La cruz del Sur, cuyo desarrollo me tomó cinco años hasta que en 2003 pude terminarla. En ese camino me di cuenta de que con el documental se disfruta bastante más, te enriquece como persona más que la ficción, es mucho más libre y contiene la posibilidad de mezclar géneros. Los tres son mis proyectos personales, aunque paralelamente trabajé para la televisión argentina haciendo muchos documentales.

    En esa suerte de recorrido a través de tu obra se nota la inclinación hacia el tratamiento de asuntos sociales, con recurrencia a una suerte de tríada exclusión-pobreza-violencia.
    Es que se trata de una realidad que vive el 60 o el 70 % de los habitantes de Latinoamérica y que pasa por lo que ya sabemos: este sistema no da más y lo que produce es exclusión, marginalidad, violencia, ignorancia, sometimiento, en contraste con el otro 10 o 15 % de superricos y que crea esa contradicción entre los que lo tienen todo y quienes no tienen nada. Yo, por supuesto, me intereso por quienes no tienen nada y trato de ser fiel a eso. No intento juzgar a mis personajes, pues sé lo que es vivir en esa situación. Vives el día a día como puedes y todo se reduce a sobrevivir. Ligado a ello está la degradación de un montón de valores humanos que no es a causa de la gente en sí misma. Todos queremos vivir bien, amar al prójimo, tener una vida digna y ser felices; pero las condiciones de la existencia van llevando a que todo se pervierta. La violencia de todos los días es una violencia invisible que mata a mucha más gente que la violencia física real y concreta. Así que me ubico en esa posición y desde la altura de los ojos de mis protagonistas filmo esa realidad, que es lamentablemente la realidad de la mayoría de los latinoamericanos, africanos, asiáticos.

    Dársena Sur fue considerado como una vuelta de tuerca para el documental argentino de su momento. Sin embargo, opino que supuso más bien un cambio del punto de vista. Tu mirada no es la del cineasta como político, no es la de quien quiere demostrar algo, sino mostrarlo, descubrir los lazos secretos que expliquen la manera en que operan esos mecanismos de exclusión de que hablabas. O sea, se trata de hacer un cine de denuncia, militante, donde la toma de partido se da no como discurso político, sino como discurso estético.
    Es que la propia naturaleza de la historia define cómo la cuentas y qué recursos audiovisuales empleas. Es más una cuestión de estilo que de estética. En todo caso, la estética está en función del nervio de la historia y de cómo la historia sugiere la forma más adecuada para ser dicha. En el fondo, uno no elige las historias que quiere contar, sino que estas te eligen.

    Pero sucede que en ese cine de izquierda, del que eres de cierta manera continuador, y que englobó al denominado movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano, había determinadas tesis de la política cuya verificación en la realidad se iba a buscar.
    Exacto. Y la cuestión en mí es hacerlo al revés. Si se parte de una buena investigación de campo puede hacerse este camino a la inversa; no ir con ideas preconcebidas sino ver, escuchar, observar y dejarse influir por esa realidad. Uno no conoce, y desde ese no saber es mucho más rico e interesante ir aprendiendo y traduciendo la compleja realidad en términos audiovisuales. Lo más importante en la actitud de un documentalista es estar todo el tiempo tratando de comprender la realidad, pues esta es mucho más rica y compleja que lo que uno puede imaginar. Asumir una actitud más humilde, abierta, despierta, e intentar dar cuenta de manera más fiel y auténtica de la realidad a la que nos aproximamos. Ese fue el giro de Dársena Sur, que acaso significó un punto de inflexión, pero que bebe de las realizaciones de mucha gente que antes hicieron su obra y fueron abriendo un camino. Pienso en Fernando Birri con Los inundados y Tire dié, en la escuela de cine de Santa Fé. La mía es una nueva mirada que se emparenta con el cine de ficción argentino, el llamado Nuevo Cine Argentino, que Dársena… anuncia. Dársena… se estrena en 1997 y entre 1998, 1999 se estrenan las primeras películas de ficción de ese grupo: Pizza, birra, faso y Mundo grúa. Todo fue parte de una inquietud común aunque en verdad es difícil hablar de un movimiento. Es tan difícil hacer cine o video en general, cada obra es como la odisea personal de un director y un grupo de amigos, poniendo dinero de su bolsillo que, mirada desde afuera o pasado el tiempo, uno nota cierta tendencia común; pero en el día a día se trata como de aventuras.

    Antes te referiste a una tradición que te marcó…
    Argentina tiene una larga tradición de cine social. Incluso antes que se hicieran documentales, había mucho cine de ficción de tema social relacionado con el tema del campo, la explotación de los obreros, el policial negro, Ferreyra, Soficci. Demare, Birri, la escuela de cine de Santa Fé y de Avellaneda, Leonardo Favio. El Nuevo Cine Argentino es una continuación lógica de esa tradición. Los directores de más o menos mi generación bebemos en general del cine de Leonardo Favio y de ese cine en general. Consciente o inconscientemente, portamos elementos que vienen de ahí.

    Pero a ese grupo se le hace un reproche muy continuo, según el cual el tratamiento formal de sus películas está por encima de las historias. Les critican que no se profundice en el tratamiento argumental; que el bajo desarrollo de líneas argumentales paralelas impide adensar el relato; que ello se sacrifica en favor del tratamiento formal.
    Puede ser. Siento que La cruz del Sur, por ejemplo, es una película de ficción que contiene una investigación muy fuerte de carácter documental; de hecho, está construida a partir de muchos detalles que son cien por cien documentales. Así que en ese punto te diría que no. El cine iraní también parte de pequeñas historias, pues además responde a los medios que poseen los realizadores; así que se echa mano a historias pequeñas que den cuenta de la parte por el todo. También es cierto que las hacemos con muy poquito dinero para los valores que se mueven en las producciones de nuestros países. Por ello, se buscan historias pequeñas que sea posible realizar. En esa línea creo que pueden estar Bolivia, Pizza, birra, faso, Mundo grúa, La cruz del sur.

    En tu cine resulta curiosa, además, la utilización que haces de cuestiones del contexto que van más allá de la trama de ficción que estás desarrollando, pero en cambio te ayudan a alimentarla. Es como una especie de telón de fondo que está allí estableciendo un diálogo secreto con el relato visible.
    Es lo que diferencia al eje central de la historia de fondo. En la construcción de personajes y tramas argumentales se trabaja en diferentes niveles y esos que mencionas funcionan en lo que se denomina la historia de fondo. También los personajes que focalicé para La cruz del Sur están atravesados por el contexto histórico, político, social, con la cuestión de los desaparecidos. El personaje de Rodolfo, que vive en ese balneario donde ocurre la película, está inspirado en una persona real que vivió allí. La cuestión central desde que empecé a escribir la historia era ese balneario. Todo lo que se ve son lugares que transité. Es muy autobiográfica.

    Existe un matiz de cambio en los filmes de los nuevos directores cuando tratan el tema de la dictadura y los desaparecidos, tan visitado por el cine argentino de las últimas dos décadas. Ustedes emprenden su tratamiento de forma indirecta, analizándolo como una memoria latente. Es algo que, por ejemplo, en La cruz del Sur se da a través de esa atmósfera opresiva en que viven los personajes, atenazados por un pasado todavía vigente, y en ese olor a muerte que recorre la historia.
    Es un tema que va a seguir vigente hasta que no haya justicia y condena. Sin eso no va a haber una posible construcción de una sociedad más justa, que es a lo que aspiramos el 80% de los argentinos que no formamos parte de la clase privilegiada.

    Ese es el propósito de La cruz del Sur
    Así es. Es una película muy salvaje y fue hecha de manera muy salvaje, con un estilo que hace interactuar las manifestaciones de los caracteres con las manifestaciones de la naturaleza. Fue una puesta muy arriesgada en muchos sentidos.

    ¿Por qué decidiste hacer un casting tan enorme entre los lugareños, buscando que los intérpretes de la película no fuesen necesariamente actores?
    Pues porque me daba una sensación de veracidad que no consigue un actor. Me entiendo mucho más fácil con personas que no son actores; con los segundos tengo que hacer primero un trabajo de limpieza de todos los recursos de la actuación para llevarlos a la persona y de ahí al personaje, hasta relacionar sus puntos internos con los personajes que están en el guión.

    O sea, privilegias el trabajo con la memoria afectiva de tus intérpretes.
    Hicimos casting a más de seis mil personas de la costa atlántica, que es de donde procedo, en concreto, de un balneario a 550 kilómetros de Buenos Aires. Ello, a lo largo de un año y medio. Inicialmente, fueron largos días de escuchar historias de vida, con tres convocatorias, a saber: personal de fuerzas de seguridad; alternadoras, cabareteras, prostitutas; marineros, fileteadores. O sea, buscábamos gente que en su vida real se ocupara de tales oficios o rebusques. Es como si estuvieras haciendo la investigación para un documental, buscando los personajes. Ello aporta un nivel de autenticidad que se siente, pues la gente está marcada en el rostro por ese mar, ese sol, esa violencia. Más allá de la historia que quiero contar, tengo que mantener el respeto hacia mis protagonistas y sus vidas reales. Para no distorsionar esa experiencia de vida, para transmitirla a través de imagen y sonido y no en una línea de diálogo hay que trabajar mucho. En el equipo estaba muy presente todo el tiempo no perder de vista que sobre todo se estaba contando una historia con esas personas.

    Y con los espacios físicos.
    Sí, y ese fue un trabajo muy consciente. En La cruz del Sur es ínfimo el diálogo, todo se sugiere. Se trata de diálogos funcionales a determinadas acciones y situaciones. Todo lo que se cuenta está dado a través de lo no dicho.

    Todo eso me lleva a pensar que tu generación de cineastas comparte una mirada desencantada acerca de su mundo. Entre los nuevos realizadores argentinos ello se hace evidente, cargados como están de historias con personajes alienados, desarraigados de la realidad.
    Creo que es el karma de vivir al Sur. Ese trauma de las desapariciones que hasta el día de hoy no está claro es algo que cargamos como una cruz. Por otro lado, cargamos el desencanto de las democracias occidentales, que igual tienen elementos positivos, sobre todo para quienes sufrimos la experiencia de vivir en dictaduras. Mas, ahora están los desaparecidos sociales y la violencia es de otra clase. Los efectos de esa violencia están muy claros en Dársena Sur y en La cruz del Sur. Ello lleva al desencanto, a una sensación de asfixia. No sé si eso tiene solución.

    Sin embargo, nuestro cine en general está tratando de pensar proyectos humanos que superen esa alienación. El Nuevo Cine Argentino va casi en general a lo mismo: sueñan proyectos personales, comunitarios, irregulares, lo que en el plano práctico se da a través del cine piquetero y las formas alternativas de reflejar los nuevos movimientos sociales, lo cual hace que el audiovisual argentino sea hoy tan interesante.
    Hoy nos encontramos ante un dilema. Para hacer una película tienes que pensar en términos de producción. Existen como tres grandes modelos de producción básicos y, dentro de ellos, infinidad de relaciones. Por un lado, está el llamado cine piquetero o las historias que se cuentan en miniDV, que editan en un final cut casero y que con un poco de suerte puedes hinchar a 35 mm. o terminar en video; el segundo, que es al que pertenece La cruz del Sur, es un cine hecho en 16, super 16 o 35 mm. pero con muy poco dinero respecto a lo que es el modelo de presupuesto industrial en Argentina; o sea, con la mitad de ese dinero pero respondiendo a los sindicatos, pagando todo, trabajando con poca película y poco tiempo. Después tienes el modelo de las películas, alto para nuestros modelos de producción, de más de un millón de dólares, que en general son coproducciones oficiales que vienen con una distribución garantizada. Obviamente, el segundo es el más complicado, pues tiene que manejarse con las obligaciones de los grandes. Lo paradójico es que el Nuevo Cine Argentino nace de ese modelo medio, gracias a subsidios o concursos del instituto de cine argentino o con fuentes de financiación de fundaciones o empresas de Europa. Ese modelo es el que más tiene que perder. Nos encontramos con esa paradoja: cómo asumir segundos o terceros proyectos, cómo sostener equipos que han estado trabajando juntos a lo largo del tiempo cuando todo es tan cuesta arriba.

    ¿Cómo queda el documental en ese panorama?
    Es que el documental funciona de otra manera. Por ejemplo, cuando realicé Dársena Sur, documental caro para aquel momento y que hice a lo largo de dos años y medio más o menos, fui consiguiendo el dinero a medida que íbamos avanzando.

    ¿Y cómo se ha desenvuelto al exhibición de documentales destacados de los últimos tiempos, como Los rubios, La libertad o la propia Dársena Sur?
    De hecho, en los tres casos fueron películas que en el embudo de exhibición y distribución las mataron. Conseguí que La cruz… se viera antes en Europa que en Argentina. No les interesa porque no es negocio. Lo que hace diez años era independiente ya no existe como tal. Y está el asunto de lo políticamente correcto. Hubo el caso de productores argentinos que en el caso de Dársena Sur ayudaron y en el de La cruz… nos bombardearon. A veces los de izquierda terminan siendo más de derecha que los de derecha mismos, porque estos últimos te dicen claramente: “Estas son mis reglas de juego.” Y ya sabes con quién estás discutiendo. En cambio, a veces los llamados progresistas acaban siendo más de derecha que los de derecha. Eso se vive en el cine de igual manera.

    Después de La cruz…, de Cannes, estoy en la dicotomía de si me voy a la mini DV, al Betacam o al Super 35, a contar cosas que a lo mejor no me interesan tanto. Después de La cruz… hice un documental para televisión, Calle angosta, que se exhibió en BAFICI y ahora va a poner la televisión argentina. Lo hice solo, con una miniDV, a manera de experimento. Y descubrí que se puede. Creo que el video soporta un margen mayor de libertad y disfrute.

    Pero ahora mismo estoy escribiendo y tomando mi tiempo para pensar y decidir qué y cómo.

    ¿Cuáles son las claves de tu experiencia como documentalista que tratas de transmitir a tus alumnos de la EICTV?
    Veo que los chicos entran acá para estudiar ficción. De ahí que haya un desconocimiento acerca de lo que el documental puede ofrecer. No se dan cuenta de que el documental es una escuela excelente para la ficción. Los grandes directores de cine han hecho muchísimo documental y de ahí se han nutrido. El NCA se nutre del documental y ello lo distingue. Existe un menosprecio por el documental y una manera de zafarse es el video arte, que creo es huir a meterse con la humanidad, a contar una historia de seres humanos de carne y hueso. Mi lucha es aportar ciertas claves que no son nada nuevo, sino sentido común, a aquellos directores que eligieron contar historias donde realmente se implican con seres humanos y buscan entenderlos. También, cómo plantearse estrategias de entrevistas, cómo traducir a imagen y sonido aquello que no queda dicho sin necesidad de caer en diálogo permanente; construir pequeñas historias donde haya acción y sea esta la que vaya llevando a los protagonistas; que estén abiertos a escuchar y a entender lo que otras personas les están contando. Eso, humanidad.

    The documentary is just common sense
    By Dean Luis Reyes

    Argentinean filmmaker Pablo Reyero, an outstanding member of the so called New Argentinean Movie, as it has been baptized by the critics, is the author of the documentary Vivir (Live) (1994), where the theme of AIDS victims in his country is approached for the first time and Dársena Sur (1997), which has been classified as a renovating perspective among the films of this genre dealing with social margins. Although his first feature film La Cruz del Sur premiered in 2003, the documentary constitutes the foundation of his career and therefore a dialogue about the topic is required.

    Your professional work starts in communication sciences, journalism and the trades of the movie. What are the reasons why you decided to undertake filmmaking?
    In fact, I used to be a musician. I studied music when I was between ten to twenty three years of age, I sang in bands, played the guitar and the drums. That was my background training. But I became interested in audiovisuals due to the fact of handling the body, something related to body expression while acting in live shows. Later, I became interested in photography and the link with the cinema already existed because my grandfather was a film distributor in the Pampa.

    When I was 22 or 23 I reached a crisis about what my avocation was. There came a change, I began to work as an unpaid trainee in the area of narrative feature film direction, then I worked as second assistant director, first assistant director, etcetera. At the same time I started studying
    Communication Sciences at the Buenos Aires University, because I felt I needed the theory. Things happened in that weird way, I was trying to define my authentic drives, in a try and error process, until I was finally certain. From that moment on, my objective was to write and direct narrative feature films.

    But due to my studies on communication and in order to make a living I joined journalism. Journalism forces you to go searching for other realities, other worlds and people who sometimes have life experiences that are similar and some other times are very different. While I worked for Página 12, I specialized in urban themes, so every week I had to write one or two urban chronicles. That was a kind of training to find hidden stories and characters, it sharpens the eye, the intuition, the ear, and it is even some type of body training. This led me, little by little, to the documentary, transferring issues related to journalism to the audiovisual. That was the origin of Vivir and later Dársena Sur. I have just been able to direct my first narrative feature film, La Cruz del Sur, its development took me five years and I was able to finish it in 2003. Walking that path I realized that while doing documentaries you can enjoy a lot more, for a person it is more inspirational than fiction, it makes you feel free and there is room for genre mixture. Those three are my personal projects, although at the same time I worked for the Argentinean television, making documentaries.

    In this kind of review of your work there is a noticeable tendency to deal with social issues, with a recurrence treatment of the triad exclusion-poverty-violence.
    The thing is, that is the reality of 60 or 70 % of the Latin American inhabitants, and we all know what they go through: the system is terminated and it only produces exclusion, marginality, violence, ignorance, submission, in contrast with another 10 or 15 % of extremely rich people, and that creates the contradiction between those who have all and those who have nothing. I am of course interested in those who have nothing and I try to be true to that context.

    I do not intend to judge my characters; I know what living in their situation is like. You live from day to day, it is all about surviving. Together with this, they face the degradation of a lot of human values, and it is not their fault. We all want to have a good life, love our fellowmen, have a dignified life and be happy; but living conditions lead them to perversion. Everyday violence is an invisible violence which kills a lot more people than the real and concrete physical violence. That is where I place myself and through the eyes of my characters I film that reality, which is unfortunately the reality of most Latin American, African and Asian people.

    Dársena Sur was considered a turning point for the Argentinean documentary of its time. Nevertheless, in my opinion it was more a turn in perspective. Your perspective is not that of the filmmaker as a politician, you are not someone who wants to prove something, but to show something, to discover the secret links of the exclusion mechanisms you were talking about before. I mean it is a militant movie that denounces, where you take sides not by means of the political discourse but the aesthetic discourse.
    It is just that the very nature of the story defines the way of telling it and the audiovisual resources to be used. It is more about style than aesthetics. In any case, aesthetics is a condition for the nerve of the story, and how the story itself suggests the best way to be told. At heart, you do not choose the stories you want to tell, the stories choose you.

    But it happens that, in the left-wing cinema, of which you are some kind of follower, which encompassed the so called movement of the New Latin American Cinema, there were certain thesis about politics whose confirmation was sought for in reality.
    Exactly. And for me, the thing is to do it the other way around. If you start from a good field research you can walk that path inversely; instead of starting with preconceived ideas, I want to see, listen, observe and be influenced by that reality. We do not know, and from knowing nothing the process of learning and translating the complex reality in audiovisual terms is a lot more enriching and interesting. The most important element in the attitude of a documentary filmmaker is to be all the time trying to understand reality, since it is more uplifting and complex than you can imagine. It is about having a more humble attitude, more open, more alert, and try to report in a more faithful and authentic way the reality we approach. That was the turn in Dársena Sur, which perhaps meant a point of inflection, but nurtures from the films of many people who made their work before and started paving a way. I think of Fernando Birri with Los inundados and Tire dié, in the Santa Fé film school. Mine is a new perspective related with the Argentinean narrative feature film, the so called New Argentinean Cinema, which Dársena… announces. Dársena premiered in 1997 and between 1998 and 1999 the first narrative feature films of that group were shown: Pizza, birra, faso and Mundo grúa. It was all part of a common concern although it is difficult to speak of a movement as such. It is so difficult to make films or videos in general, each work is like the personal odyssey of a director and a group of friends, using their own money; that when you look at the process from the sidelines or after sometime, you notice a certain common trend; but in the day by day process it is like an adventure.

    You mentioned before that you were marked by a tradition…
    Argentina has a long tradition for the social cinema. Even before documentaries were made, there were many narrative feature films with social themes related to the topic of the countryside; worker’s exploitation, the detective story, Ferreyra, Soficci. Demare, Birri, the film school of Santa Fé and Avellaneda, Leonardo Favio. The New Argentinean Cinema is a logical continuation of that tradition. The directors who are more or less people of my generation are marked by the cinema of Leonardo Favio and that type of cinema in general. Consciously or unconsciously, we use elements that come from that cinema.

    But a continuous reproach is made to that group, according to which the formal treatment of their films is prioritized over the stories. It is said as a criticism that they do not enter deep in the treatment of the plot; that the low development of parallel plot lines makes it impossible to create a density to the story; that this is sacrificed for the sake of the formal treatment.
    It could be. I feel that La Cruz del Sur, for example, is a film containing an investigation with a strong documentary character; in fact, it is structured from many details that are a hundred percent from the documentary. So, in that issue I have a different idea. The Iranian cinema also starts from little stories, also because they depend on the means available to the filmmakers; so they lay hands on little stories that tell all in this small part. It is also true that we work with little amount of money if compared with the standard values of the productions in our country. That is why people look for little stories that they can make. I think that is the case with Bolivia, Pizza, birra, faso, Mundo grúa, La Cruz del sur.

    Something else that is curious about your films is the use of issues related to the context which go beyond the narrative plot being developed but help improve it. It is like a backdrop establishing a secret dialogue with the visible story.
    It is what differentiates the central axis from the background story. In the creation of characters and plots work is done at different levels and those you mentioned work best in the so called background story. Also, the characters I focused on for La Cruz del Sur pass through the historical, political and social context, with the issue of the missing persons. The character of Rodolfo, who lives in the seaside resort where the film takes place, is inspired by a person who really lived there. The main issue since I started to write the story was the seaside resort. Every place that is seen in the film is a real place that was had visited, it is very autobiographical.

    There is a change in the connotation given to the issue of dictatorship and missing persons by the new directors of recent films, such a recurrent theme in the Argentinean cinema of the last two decades. You treat the issue in an indirect way, analyzing it as a latent memoir. It is something that in La Cruz del Sur, for example, is presented by means of the oppressive atmosphere in which the characters live; tortured by a past that is still in effect and the smell of death that traverses the story.
    The topic will be in effect until there is justice and conviction. Without that, the construction of a more equitable society is impossible, and that is the yearning of 80 % of those Argentineans who do not belong to the privileged class.

    That is the purpose of La Cruz del Sur…
    That is correct. It is a very savage film and it was made in a very savage way, in a style that makes the character’s behaviours coincide with nature’s behaviour. It was a very risky film in many ways.

    Why did you decide to make such a big casting among the villagers, with the intention of having the parts played by people who were not necessarily actors?
    Because it gave me a feeling of veracity, that an actor cannot achieve. I get along better with people who are not actors; with the latter I have to work in order to purify them from their acting resources to make them be persons and then characters; until I manage to create a relation between their internal aspects and the characters in the script.

    That means you favour the work with the affect memory of your actors.
    We conducted a casting with more than six thousand people from the Atlantic Coast, which is where I come from, exactly from a seaside resort 550 kilometres away from Buenos Aires. It took us a year and a half. Those were long days of listening to life stories, we summoned people in three different groups: security officers; cabaret dancers, prostitutes, sailors, people who make filets. That is, we were looking for real people doing those jobs or business. It was like doing research for a documentary, looking for the characters. That contributes a level of authenticity that can be felt, because people have marks in their faces, the traces of the sea, the sun, and the violence. Beyond the story that I want to tell, I must keep a respect toward the leading characters and their real lives. You have to work hard in order not to misrepresent that life experience, in order to transmit it through the image and sound and not through the dialogue. The team was very much aware all the time of the fact that it was the story of those people what was being told above all.

    And the physical spaces. 
    Yes, and that was a conscious work. In La Cruz del Sur the dialogue is minimal, everything is suggested. It is about using dialogues that are functional to certain actions and situations. Everything that is told is given through what is not said.

    All that makes me think that the filmmaker’s generation of which you are part, shares a disillusioned perspective about their world. That is evident among the new Argentinean filmmakers, full of stories with characters that are alienated and unrooted from reality.
    I believe it is the karma of living in the South. The trauma of the disappearances which is not clear until this day is something we carry over as a cross. On the other hand, we also carry the disillusion of Western democracies, which have positive elements any way, especially for those of us who suffered the experience of dictatorships. But now there are socially missing people, and there is another type of violence. The effects of that violence are very clearly exposed in Dársena Sur and in La Cruz del Sur. That leads to disillusion, to a feeling of asphyxia. I do not know if there is a solution for that.

    Nevertheless, generally speaking, our cinema is trying to think of human projects that surpass that alienation. The New Argentinean Cinema is moving toward a common direction: they dream of personal projects, communitarian, irregular projects, which in practical terms is seen through the cine piquetero (picket cinema) and the alternative ways of reflecting the new social movements, what turns the Argentinean audiovisual into something very interesting nowadays.
    Today we are facing a dilemma. In order to make a movie you have to think in terms of production. There are nowadays three great models of basic production, and within them there are endless relations. On one side, is the so called cine piquetero (picket cinema) with the stories that are told in miniDV, and edited in a homemade final cut, which you can luckily stretch to 35 mm or finish in video format, on the other side, and that is the case of La Cruz del Sur, is a movie made in 16, super 16 or 35 mm but with little amount of money if compared with the model of industrial budget in Argentina; that is, with half the amount but responding to the unions, paying for everything, working with shortage of film and time. There is also the type of films, high for our production models, with a budget of over one million dollars; generally speaking those are official co-productions with a guaranteed distribution. Obviously, this last model is more complicated because you have to handle the obligations imposed by the big shots. Paradoxically, the New Argentinean Cinema arises from that mean model, thanks to subventions or contests of the Institute of Argentinean Cinema or with funding from European foundations or enterprises. 

    That is the model that stands to lose more. We are faced with that paradox: how to assume second or third projects, how to support teams that have been working together for a long time when everything is so uphill.

    How do you place the documentary amidst this panorama?
    It is just that the documentary works in a different way. For example, when I made Dársena Sur, an expensive documentary at the moment, which took me about two and a half years, I managed to get the money as the work was being done.

    What has been the reaction after the exhibition of outstanding documentaries in recent times such as Los rubios, La libertad or Dársena Sur?
    In fact, in the three cases the films were killed by the laws and rules of distribution. I managed to have La Cruz exhibited in Europe before Argentina. They are not interested because is not business. What used to be independent ten year ago is does not exist as such any more. And there is the issue of what is politically correct. In the case of Dársena Sur, there were Argentinean producers who helped but later they attacked us with La Cruz. Sometimes the left-wing people end up being more like the right-wing than the real right-wing because the latter speak clearly: “These are my rules.” And then you know who you are dealing with. On the other hand, sometimes the so called progressive people end up being more right-wing people than the real ones. That happens in the cinema too.

    After La Cruz…, after Cannes, I am at crossroads, deciding whether to use the mini DV, or Beta cam or Super 35, to tell things that might not really interest me. After La Cruz…I made a documentary for television, Calle angosta, which was exhibited in BAFICI and is going to be exhibited now by Argentinean television. I did it by myself, with a mini DV, as an experiment. And I discovered it can be done. I believe the video permits a wider margin of freedom and satisfaction. But right now I am writing and taking time to think and decide what and how to do it.

    Which are the key elements of your experience as a documentary filmmaker that you try to teach your students at the International Film and Television School of San Antonio de los Baños (EICTV)?
    I see kids who come here to study narrative. There is unawareness about the possibilities the documentary can offer. They do not realize that the documentary is excellent training to do narrative later. The great film directors have made many documentaries, they have nurtured from them.

    Documentaries are the nourishment of NCA and that distinguishes it. There is depreciation of the documentary and a way of getting rid of it is by doing art videos, I believe it is a way of renouncing to deal with humanity, to tell stories of the flesh and blood of human beings. I strive to contribute with certain keys which are no new, nothing but common sense, to those directors who chose to tell stories where they really deal with human beings and try to understand them. I also deal with creating strategies for the interviews, how to translate through image and sound the things that are not said, without using dialogue as a permanent resource; to build small stories where the action leads the leading characters; I tell people to be open to listening and understanding what other people are telling. That; humanity.




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Pablo Reyero


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