“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Cine chileno: nueva revolución

    La historia transcurre en una casa de un barrio acomodado de Santiago, y la cámara, inquieta, deambula por habitaciones y corredores... y apenas si se asoma al jardín.

    Los protagonistas son los de una familia acorde al barrio, con sus niños sonrientes y bien peinados y sus empleadas domésticas -personajes que, tras casi dos horas de relato, se vuelven tan reconocibles como los vecinos de la otra cuadra.

    Esa es la historia de La nana, la segunda película de Sebastián Silva, pero podría ser cualquier otro filme de lo que se da en llamar "el nuevo cine chileno": una explosión creativa que, en los últimos años, ha dejado su huella en celuloide.

    Películas pequeñas, de mirada intimista y sello de autor. Austeras en su producción e inteligentes a la hora de poner la tecnología digital al servicio de nuevas estéticas y lenguajes. De la mano de directores recién egresados de escuelas de cine, el joven cine chileno se ha abierto paso en el mundo.

    "Algo pasó en nuestro país que necesitábamos menos historias grandilocuentes y discursos ampliados, y más cercanía con la vida real", opina el crítico Gonzalo Maza, para quien el "nuevo cine" se basa en recuperar el espacio conocido y auto-referencial.

    Con un sistema estatal de subvención que aporta US$3 millones al año, más otras fuentes de financiamiento privado y dinero de festivales y fundaciones del extranjero, el cine chileno batió en 2008 la marca de las 25 películas. Lo que representa cinco veces más que en años anteriores.

    En la edición 2009 del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici), uno de los principales acontecimientos para el cine alternativo en la región que se lleva a cabo en estos días, la selección de películas del país andino es particularmente nutrida, y abarca desde documentales y retrospectivas a las más novedosas ficciones.

    Los directores debutantes eligieron el camino de la ruptura con una tradición cinematográfica nacional que se ha construido, de por sí, a los saltos.

    "La historia del cine chileno debe ser inventada a cada paso, y eso es lo que han hecho estos jóvenes en los últimos años", opina Maza.

    "El nuestro es un cine más privado, que instala universos que al director le parecen interesantes, desde su perspectiva única. Aquí sí importa quién es el autor de la película, hay un sello muy personal en lo que hacemos", dice a BBC Mundo Pablo Larraín, responsable de Tony Manero, una historia de bailarines de música disco deslucidos y pobretones en pleno régimen militar de los 70.

    Las causas de la explosión de este fenómeno son fáciles de adivinar: a la libertad creativa, restaurada tras el regreso a la democracia en 1989, se sumó más recientemente un nuevo abanico de posibilidades en términos técnicos.

    De la mano de las nuevas tecnologías, nació la "generación HD" por las siglas en inglés de Alta Definición, el revolucionario formato de video que logró recortar los costos de producción de una película a niveles antes insospechados.

    Luego, los centros de formación de cineastas que proliferaron tras la caída del régimen de Augusto Pinochet dieron sus frutos. En particular, la Escuela de Cine de Chile, en la que su director, Carlos Flores, se ha convertido en mentor de las camadas jóvenes.

    En cierta medida, la consigna del maestro resume el espíritu de la producción chilena reciente: "avance irreflexivo, y retroceso metódico". A la hora de crear, la escuela es el territorio donde todo vale.

    "Es la gente que se educó en democracia, tras un proceso de 'limpieza' del paisaje mental y cultural ", señala Larraín.

    "El marco pedagógico ayudó a generar lenguajes nuevos", coincide Elisa Eliash, una directora de 25 años.

    Con su ópera prima Mami te amo, en competencia en la sección "Futuro", Eliash es un claro exponente de esta "generación HD". Su filme es, en realidad, su tesis de graduación de la escuela de cine, que jamás pensó exhibir fuera del ámbito académico.

    "Fue un proceso bastante irresponsable", dice la directora a BBC Mundo, y cuenta que el estreno comercial fue, literalmente, el premio por haber ganado el Festival Cine B de Santiago, que valora estéticas y autores nuevos.

    Sin embargo, si se examinan temáticas y formatos, es difícil ver cómo este nuevo cine chileno puede considerarse un fenómeno homogéneo con "espíritu de grupo".

    Las historias de zombis conviven con las de gángsters , y las películas de observación y diálogos escuetos se superponen con comedias o relatos de ciencia ficción.

    Es, más bien, un coro de voces que no siempre se encuentran. Lo que los nuevos directores tienen en común es, en realidad, que son diferentes.

    Entre las cuentas pendientes, sin embargo, el nuevo cine chileno se debe aún un encuentro con su público. De los 11 millones de espectadores que visitaron las salas del país en 2008, sólo el 8% fue a ver cine vernáculo, un fenómeno similar al que se observa en otros países de la región en relación con sus propias cinematografías.

    "Yo creo que hay un problema con verse y con escucharse... Con la identidad, finalmente. En Chile se necesita urgente un proyecto de formación de audiencias porque la gente ve poco cine nacional, aunque se hable mucho del fenómeno", considera Eliash.

    En todo caso, los creadores aseguran que no harán concesiones en sus elecciones estéticas. Dicen que lo principal es mantener la continuidad: el "nuevo cine chileno" todavía está en estado germinal y la llegada a las audiencias será, tal vez, sólo cuestión de tiempo.


    (Fuente: BBC Mundo)


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