Para comprender y aceptar la imperiosa necesidad de un cambio, en cualquiera de las esferas de la vida, es premisa fundamental el hastío intolerante y desenfrenado que se siente cuando una situación más que absurda se repite a sí misma ininterrumpidamente. En el terreno de lo social-político este hastío es fácilmente reconocible puesto que todo nuestro organismo lo refleja, el hambre no es sutil en sus síntomas, etc. No es de extrañar por esto que el cambio revolucionario en Cuba haya sido aceptado, comprendido y ejecutado por la inmensa mayoría de todos. En el terreno del cine la situación no se puede enmarcar tan claramente, sin embargo se repite el esquema, por lo tanto se demandan soluciones. Lo que se ha dado en llamar Nuevo Cine se ha planteado esta tarea. El cine necesita cambiar su lenguaje puesto que la visión del Mundo que el lenguaje cinematográfico actual-convencional propone e impone no está a la altura de las exigencias del Mundo mismo. Dicho directamente: la Revolución genera su propia estética, es decir, los artistas revolucionarios no pueden expresarse según los artistas que no lo son y viceversa. Por lo tanto el movimiento cinematográfico que se ha dado en llamar Nuevo Cine, término que lo diferencia pero que no lo define, puesto que no es solamente el Nuevo Cine sino sencillamente El Cine, el verdadero, está proponiendo un cambio.
Para comprender este cambio es necesario haber sentido el hastío que se produce cuando detenidamente probamos que casi todas películas que se producen por todas partes se repiten ininterrumpidamente. Casi todas son lo mismo. Pero el hambre cinematográfica si es sutil y más que sutil imperceptible, se envuelve en el ropaje de la diversión, del espectáculo, etcétera, es difícil detectarla. Glauber Rocha propone una experiencia nueva. Santiago Álvarez ejecuta una experiencia nueva, no es raro, es parte de una Revolución.
También Manuel Octavio Gómez y Pineda Barnet y Solás y Gutiérrez y Espinosa (para los cubanos la alternativa es orgánica). Para Glauber Rocha peligrosa, puede incluso costarle la vida. Una nueva ley brasileña o mejor dicho antibrasileña así lo dispone al condenar con pena de muerte al autor de una obra de arte que condicione sicológicamente al espectador contra los poderes establecidos, es decir, contra los gorilas. Glauber Rocha propone una experiencia peligrosa: la revolución político-social-cinematográfica, todo a un mismo tiempo y espacio. Antonio Das Mortes rompe con los moldes y fórmulas que limitan al cine brasilero, cosa que puede hacer por ella misma, y propone a los brasileños que rompan a su vez con las estructuras que los limitan como tales. Lo cual es una labor de conjunto: todo el pueblo.
No es ésta una película fácil de analizar en un artículo corto y apresurado, por lo tanto nos limitaremos a dar algunos elementos que permitan que cada lector por separado, una vez que haya visto la película haga su propio análisis.
Antonio Das Mortes no es una película para la diversión sino para la reflexión. No es una película para disfrutar de las situaciones sino para comprender los procesos que desencadenan esas situaciones. Como es una película que se dirige a las capas más populares del Brasil se apoya en sus propios mitos, leyendas, tradiciones y folklore sin que se traicione con una utilización estática de estos elementos, muy por el contrario, trata de que éstos encuentren su desarrollo normal y lógico: la Revolución. Antonio Das Mortes es una película en clave porque la censura la obliga, sin embargo es una clave muy sencilla y popular, cada personaje es una clase social: el coronel-latifundista; el profesor-intelectual; el abogado, el industrial-desarrollista; el cangaceiro, el ansia de rebeldía y justicia popular; Antonio Das Mortes, el mito vengador, la violencia apolítica, el machismo marginal que debe encontrar su verdadera dimensión al enfrentarse con el único Brasil auténtico: el que baila con los tambores y padece hambre, el que sigue a Coriseo o a cualquier otro cangaceiro que exprese sus ansias con verdadera eficacia. Todas las estructuras formales de la película están a disposición de todos los mecanismos que estas relaciones sociales condicionan y no para satisfacer las demandas de un gusto cinematográfico deformado. Sin embargo no es una película perfecta, a veces su exuberancia formal aplasta la comunicación con el espectador con imágenes demasiado lujosas, excesivas, hirientes en un grado tal que las convierte en irreconocibles.
Antonio Das Mortes no es una película sin fisuras, es una película apasionada y desigual. Antonio Das Mortes es una proposición peligrosa, una proposición importante.