Alberto Lecchi se define como "Un bicho de cine". Es por eso que resiste -y se resigna- el embate de cierto sector de la crítica que sabe que dilapidará cada una de sus obras y no se deja seducir por la tentación que representa una carrera como director de televisión, donde se mantiene un anonimato que el cine no otorga, donde el presupuesto nunca falla y donde no hay que arriesgar los ahorros propios para llevar la empresa adelante. Sin embargo, los trabajos en la pantalla pequeña no tienen ese sentimiento de pertenencia, de obra personal que desemboca en placer y orgullo cuando se cumple el objetivo del estreno y el público consigue emocionarse con ello.
Por todo eso, Lecchi sigue apostando al cine pero sin olvidar aquellos pasos fallidos. Tal es así que para su noveno largometraje -recién lanzado en salas argentinas- ha elegido un tema y un estilo que se ubica en las antípodas de la ambiciosa El juego de Arcibel. Recuperando a la pareja de Nueces para el amor, Gastón Pauls y Ariadna Gil, y presentando a esa revelación que es Marina Vilte, la cinta sigue a una niña de Purmamarca, Jujuy, que se deslumbra por un arquitecto recién llegado al pueblo, que acaba de separarse de su esposa. Con ternura e inocencia, Lecchi consigue una emotiva historia mínima sobre la transición de una niña de la infancia a la adolescencia.
Su último estreno fue El juego de Arcibel, una película ambiciosa en cuanto a producción, historia, que no fue muy bien recibida, ¿Realizar un film pequeño como Una estrella y dos cafés responde a ello, a querer hacer todo lo contrario a aquello que no funcionó?
Algo de bronca había, sí. Igual, por más que pueda reconocer alguna de esas cosas, vos podés proponerte hacer algo y si no te sale una historia, no te sale. Uno, de hecho, siempre se propone hacer un éxito y no se consigue o cuesta mucho conseguirlo. Después que uno hace un fracaso es muy difícil hacer una peli, conseguir la inversión, por más que en mi caso esta sea mi novena película y solo dos no funcionaron bien. A mí se me apareció la idea de hacer esta peli y se dio que es una peli relativamente barata o no ambiciosa, pero también había que trasladar un equipo a Purmamarca, que es muy particular, y por un esfuerzo de Luis Sartor -el productor- pudimos rodarla con lentes anamórficos, que encarece muchísimo el presupuesto. Digo, no es una película hecha con dos mangos...yo no sé filmar con dos mangos. Igual, creo que ninguna de mis películas se parecen, aunque tengan un sello o algo en común porque las hago yo y cuento de una manera. Como a mí lo que más me interesa es dirigir, mi planteo siempre es: ¿Qué desafío me provoca esta película? ¿Qué tan distinta va a ser a las anteriores? ¿Cómo la voy a contar?'. Después de hacer Perdido por perdido me trajeron como quince guiones de policiales y yo dije: 'Policiales ahora yo no, quiero hacer otra cosa'.
¿Cuál fue el desafío con Una estrella y dos cafés?
Una estrella y dos cafés es una película que no está sostenida con la estructura más ortodoxa, al cine que yo estoy acostumbrado, no es una película que tiene presentación, conflicto, desarrollo, clímax, desenlace. Es una cinta que depende más del alma de los actores y del alma del lugar. Si la película no tenía eso, yo sabía que se caía o no se soportaba. Por ahí pasaba el desafío, por sostener una historia donde no se rompa un clima que yo quería trasmitir, que es el clima de Purmamarca, un clima lineal.
La cinta está principalmente sostenida y centrada en el personaje de Marina Vilte, ¿Cómo planteó el guión para que sus palabras sonaran como las de una niña entrando en la adolescencia y de qué manera trabajó con ella el tema de la actuación, ya que no es actriz profesional?
Yo conocí a Marina en el norte y cuando vuelvo a Buenos Aires empiezo a pensar en ella y armo una mínima estructura de película. Después viajamos con Daniel García Molt -el coguionista- a Purmamarca y estamos una semana con ella y te diría que Marina escribió el guión sin saberlo, gracias a sus ocurrencias y lo que nos iba diciendo. Todo lo que pasa en la película es real, es decir, hay tres familias que son los dueños de Purmamarca, los terrenos se compraban sin papeles, al borracho del pueblo nadie le vendía vino para que no se muera...son historias de ficción inspiradas en cosas que nos contaban que pasaban allá. El resto no es tan conflictivo. Cuando yo escribo un guión pienso en un actor y te diría que en el 80 por ciento de los casos ese actor no hace la película, pero después rodando te terminás enamorando del actor y como hace ese personaje. En el caso de Marina hubiera sido dificilísimo hacer la peli si decía que no. Después era un juego, se lo planteé como un juego. Era ir y jugar, yo trabajo siempre con el mismo equipo, entonces ya teníamos un acuerdo donde los horarios eran más flexibles, parábamos más tiempo para comer, todo era relajada, entonces jugábamos mucho en las secuencias. Fue muy grata la filmación, nunca fui de ceñirme a un texto, había mucha libertad para movernos y crear un clima que beneficiara a la peli. Tratábamos de que Marina dijera las cosas que dice y si había algo que no lo sentía, lo cambiábamos. Con Gastón y Ariadna ya nos conocíamos y era muy fácil. Tuvieron una relación maravillosa con Marina, que era esencial para que ella trabajara bien.
¿Pensó en Gastón Pauls y Ariadna Gil al momento de escribir la historia sobre esta pareja que se separa?
Pensé en Gastón. Lo que me planteaba, que fue también inspiración de Marina, es esta historia de que todos llegan a este lugar, dicen: 'Que lindo es este lugar, me voy a venir a vivir acá", pero después todos se van, con eso pensé: '¿Quién puede ser alguien que venga? Alguien que va a construir una cabaña. ¿Quién puede ser un arquitecto? Gastón. ¿Y la puede seducir y ella enamorarse del personaje de Gastón? Sí, me la creo'. A partir de esto se escribió pensando en él, lo que es buenísimo y peligroso. Buenísimo porque después la hizo él y todo fue más fácil, y peligroso porque uno trata después de que Gastón no sea Gastón. Y en Ariadna nunca pensé porque es un papel coprotagónico y Ariadna es protagonista absolutamente. Ariadna pasó por Buenos Aires porque iba al Festival de Pinamar y cuando se volvía a Madrid estuvo dos días en Buenos Aires y fuimos a cenar, ahí me preguntó que estaba haciendo y me pidió el guión que tenía para leerlo. Al otro día, me llamó y me dijo: 'Ese papel lo hago yo', y le respondí: 'Ari, me encantaría, pero no te puedo pagar'. Y me dijo otra vez: 'Lo hago yo'.
¿Cómo logró mantener esa línea de inocencia en la relación entre el personaje de Gastón Pauls y Marina Vilte, para que no se transformara en una suerte de "Lolita"?
Era un desafío porque era muy posible que Marina se enamorara de verdad de Gastón. Hasta puede haber ocurrido en alguna fantasía. Lo que pasa es que Marina es muy inteligente y tiene una inocencia muy particular, que era lo que trataba de preservar y en esto ayudó mucho Gastón, que tuvo con ella una relación sensacional. Yo una de las cosas que me había planteado de no perder de vista nunca es que ese sentimiento para la nena sea lindo y que la pareja que venía de una ciudad, con toda la mochila de frustración y en un momento de crisis como ese, trataran de preservar eso. Por eso la separación no es delante de ella, sino después de estar a ella. Incluso Marina en la vida real, y en la peli lo dice, está acostumbrada a que todo el mundo pase diez minutos y se vaya. Entonces me parecía interesante que una de las premisas de la historia fuera que ese sentimiento tan noble y tan lindo que es el amor, quedara más allá del bagaje de frustraciones y cosas que traían, y del momento que estaban viviendo ahí.
Actualmente está fusionando su carrera en cine con la televisión, donde ha dirigido capítulos de la serie "Mujeres asesinas", aunque anteriormente ya incursionó en este terreno con "Nueve lunas" y "Epitafios" ¿Cómo es esta experiencia comparada con el cine?
Me encanta la poca exposición que tengo, me parece genial. El riesgo es mínimo, es como que el problema es del productor y de los guionistas. Entonces pruebo y nadie me dice nada. En cambio en cine te equivocás y te dan por la cabeza. Nadie va a hablar de la película de Gastón, van a decir: 'La película de Lecchi es una cagada'. El que estás expuesto sos vos.
Con esto que comenta, ¿No se siente tentado de dedicarse enteramente a la televisión?
Me seduce muchísimo en todo sentido, especialmente económico, porque no tengo el riesgo que tengo en mis películas. Pensá que de las nueve películas que hice, en seis invierto todo: mi casa, mi auto, mi mujer, mis hijos...lo que tenga. Ahí voy, trabajo, cobro y encima experimento. Lo único que me jode es que hay secuencias que me gustaría hacerlas como en cine, en un día, pero en televisión tenés que hacer diez en un día. Ahí te agarrás la depresión. Igual por más que me seduce, si me preguntás: '¿Seguís todo el año en Mujeres asesinas o hacés una película?' Yo hago la película. Soy un bicho de cine. Todo lo que despotrico con esta exposición, lo disfruto después en lo que es la creación.
¿Cómo ve sus películas con el paso del tiempo?
Yo en general no veo mis películas, pero por ahí vas a un festival y la ves, y de pronto aparece una secuencia y sentís que te querés ir. Decís: '¿Cómo dejé esto? ¿Por qué la dejé y los ocho que trabajan conmigo desde mi primera película tampoco se dieron cuenta? Cuando pasa el tiempo, la ves con frialdad y empezás a ver otras cosas. Perdido por perdido es una película mal filmada. Si hoy tuviese un guión como ese haría una 'peliculaza'."Secretos compartidos está filmada de puta madre, con un guión más débil, porque tiene una sola toma en toda la película con un lente angular, no hay rojo, no hay árboles, es un laburo genial, creo que lo tiene de opresivo es por eso. Hay veces que vos elegís contar una historia y al tiempo decís: '¿La pegué o le erré? Por ejemplo, El juego de Arcibel me parece que yo erré la forma de contarla. Nueces para el amor es una película que quiero mucho, quizá porque tiene mucho de autobiográfico. Son desafíos de uno, la gente por ahí lo siente o no. No sé cuanta gente se da cuenta que Una estrella y dos cafés está hecha con anamórfico. Creo que mi desafío es ser director, contar una historia. Yo estaría todo el tiempo filmando. Me deprimo bastante cuando termina una película. Creo que conozco bastante bien mi bagaje cultural, nunca me consideré un artista, siempre me tiro más para el lado del artesano. Un tipo que aprendió un oficio, que es dificilísimo, porque es muy difícil hacer una buena película porque. Pensá la cantidad que hacen en el mundo y las pocas que son buenas. Contar una historia es mi desafío, a veces me sale mejor, a veces peor.
(Tomado de Noticine.com)