“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • Para el argentino Eliseo Subiela "es preciso saber ver por los ojos de eros"
    Por Eliseo Subiela

    El reconocido cineasta argentino Eliseo Subiela describe los desafíos de la realización de No mires para abajo, su filme más reciente, del cual el realizador afirma:

    "Yo había leído hacía muchos años un libro milenario llamado El tao del amor y del sexo. Siendo parte de una generación cuya iniciación sexual en general estuvo marcada por una "clandestina" sordidez, ese libro me fascinó y enseguida me entusiasmó la posibilidad de "actualizar" sus enseñanzas para que pudiera llegar sobre todo a los más jóvenes, pensando en primer lugar en mis tres hijos. Me atraía además el desafío de contar una historia que sirviera de pretexto para transmitir un mensaje innegablemente didáctico.

    "La síntesis de la intención ideológica del filme está en el texto de André Breton con que se inicia la película, condensada en la certeza de que "a Eros incumbe restablecer el equilibrio en estos tiempos roto en provecho de la muerte…". La idea era contar una historia de amor muy simple, una aventura iniciática, que sirviera de marco para transmitir ese mensaje a favor de Eros, en contra de la grosería y la perversión que hoy tiñe a la mayoría de los mensajes que reciben los jóvenes con respecto a las relaciones sexuales. En el lanzamiento utilizamos una frase que para mí resume la intención última de la película: Para aprender a hacer el amor como Dios manda.

    "Yo quería hacer un antiporno, con dos actores que se pasarían teniendo sexo y practicando distintas posiciones eróticas durante 90 minutos. Sin duda era una propuesta arriesgada. Mi idea era que esos dos personajes debían tener la inocencia de dos criaturas en el paraíso, antes de que apareciera la noción del bien y del mal. Pero lograr eso significaba varios desafíos. El primero estaba en mí mismo. Mi mirada sobre esos amantes debía estar limpia de todos los condicionamientos y prejuicios de mi formación cultural. De alguna manera yo también debía filmar la película con esa misma inocencia edénica que pretendía de los actores. Para eso trabajé el tema con una coaching terapéutica durante un par de meses.

    "El segundo desafío era encontrar una actriz que aceptara el riesgo de pasarse el 80 % de una película desnuda en la cama enseñándole a un jovencito a tener sexo como Dios manda.

    "Cuando originalmente la película iba a ser una coproducción con España, dos prestigiosas actrices españolas con las que mucho me hubiera gustado trabajar reconocieron sincera y honestamente que no se atrevían a semejante riesgo. Encontrar a Antonella Costa fue un milagrito. Más allá de sus dotes actorales reconocidas internacionalmente, Antonella tiene la relación con su cuerpo imprescindible para lograr el tono que yo pretendía de la película. Luego encontré a Leandro Stivelman, un muy joven actor de teatro al que, viéndolo sobre el escenario, le sospeché la misma relación no conflictiva con su cuerpo. Luego faltaba un pequeño detalle: que la química entre ambos actores fuera buena. En este caso, más que en ningún otro, si no hubiera habido entre ambos la empatía que hubo, eso se hubiera notado hiriendo mortalmente la credibilidad de las escenas.

    El tercer desafío fue la filmación en sí. Trabajando con la directora de fotografía Sol Lopatín en un episodio para televisión se me ocurrió pensar que el hecho de que en la cámara hubiera una mujer tranquilizaría a la actriz. O por lo menos me tranquilizaría a mí… Sería la primera vez que yo trabajara en cine con una directora de fotografía, una mujer. Finalmente armé un equipo femenino en un 80 %.

    La habitación de Elvira, donde transcurren todas las escenas eróticas, fue construida en un set de filmación al que tenían acceso muy pocas personas. Hubo dos kinesiólogos que realizaron con ambos actores trabajos de relajación muscular antes de cada filmación. Entre toma y toma encendíamos sahumerios y poníamos música relajante. Pocas veces como en este caso he tenido la sensación de haber hecho mas que una obra artística, una película que sirve. Por lo menos esa es la esperanza.

    (Fuente: KarmaFilms/Cinestel.com )


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