Aunque algunos críticos consideran que Hamaca Paraguaya es demasiado radical en su lenguaje visual, su directora, la cineasta María de la Paz Encina aclara que ese tratamiento no obedece a un criterio formal "rupturista", sino a su intento de reflejar de forma fiel "al alma del pueblo paraguayo más humilde".

En diálogo con la AP, la realizadora paraguaya de 35 años dijo que esas observaciones, más bien aisladas, responden al desconocimiento de la realidad paraguaya. La cineasta participó en reuniones con la prensa acreditada en el 59no Festival de Cine de Cannes, donde Hamaca suena como candidata al palmarés.

"Nosotros no somos como el resto de los latinoamericanos, no somos como los argentinos o como los mexicanos", sostuvo, al insistir en que su primer largometraje _una suma de esfuerzos de producción paraguayos, argentinos, franceses, españoles y holandeses_ intenta ser una mirada al yo más íntimo del campesino paraguayo.

"Somos un pueblo silencioso, callado... no encontramos la salida", insistió Paz, como prefiere llamarse porque su nombre puede resultar "muy largo" para algunos, desde una timidez mal disimulada, según ha dicho el diario francés Le Figaro.

El rotativo le dedicó a Hamaca un texto donde se destaca el uso del tiempo, con "tomas interminables" o "fuera de eje", como señaló Encina respecto de su poco apego a la ortodoxia occidental, "porque ella es propia de otra realidad" y no le sirve para hablar de la suya.

Quizá por esa razón, el diario parisino Liberation ha destacado a la película como una aspirante al premio que le toca a la categoría "Un Certain Regard (Una mirada peculiar)", al señalar que el cine llegó al Festival con Hamaca Paraguaya y no con El Código da Vinci, filme fuera de competencia que inauguró la muestra. 

La cinta, de hecho, se mueve en parsimoniosas idas y venidas de la hamaca de un matrimonio campesino paraguayo que espera vanamente el retorno del hijo que partió a la Guerra del Chaco, que enfrentó a Paraguay con Bolivia entre 1932 y 1935.

Es también la espera interminable, sin mayor convicción y casi por inercia, de la llegada de una lluvia que permita salir del "ahogo", no sólo del calor inclemente de la zona rural paraguaya sino por ese paso del tiempo hasta el envejecimiento sin que nada cambie.

"Paraguay es como inhalar sin poder exhalar, no hay cuándo soltar el aire", afirmó en el intento de graficar una realidad que pese al silencio en que se desarrolla no encuentra sosiego, porque no parece poder cambiar un rumbo sombrío determinado por dolores del pasado, entre ellos la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner. Fue precisamente en el gobierno de Stroessner que se presentó la anterior producción paraguaya en Cannes, en la década de 1970.

Pese a que en Argentina, donde hizo sus estudios cinematográficos, pudo encontrar un mejor espacio para hacer cine, Encina prefirió retornar a Paraguay, donde las posibilidades de seguir en la actividad eran casi nulas.

"Volví para eso, para contar eso, porque, pese a todo, aún tengo esperanzas", señaló. "No sé qué pasará después de Cannes, pero voy a seguir filmando, no sé cómo; ya estoy escribiendo un guión".

"Es como el final de la película, al final, llueve", dijo la directora, que aguarda ansiosa a ver si también la lluvia cae para Hamaca el sábado, a la hora de los premios.