Un plano secuencia tembloroso, en donde se da a conocer al personaje principal de la cinta y el universo espacial al que se ha sometido en los últimos 30 años, inaugura un filme perturbador. Posteriormente, la sobriedad: escenas contemplativas, movimientos precisos y escasos.

Beto (Nolberto Coria) es un hombre que ha pasado tres décadas de su vida encerrado en una casa solitaria que está permanentemente en venta. Su mundo —restringido a las noticias televisivas y escritas que se encargan de informar sucesos deleznables: cruentos asesinatos, antropofagia— está conformado por una compleja gama de sentimientos que pocas veces tienen repercusión en la realidad.

La ópera prima de Enrique Rivero utiliza este marco como referencia para hacer severas observaciones sobre la sociedad que retrata. La estética que el director, nacido en Madrid en 1976, exhibe en Parque vía posee un estilo similar al de películas de directores como Carlos Reygadas, Pedro Aguilera, Amat Escalante, Jaime Rosales…

Rivero utiliza al protagonista para crear una tensión con la dueña de la casa que vigila. Las diferencias económicas y sociales que existen entre ambos proyectan una angustia permanente que trae como resultado un giro sorpresivo en el relato. Sin embargo, la película rompe su cohesión al incluir música en una escena decisiva; el resto de la fábula sólo introduce música incidental. A pesar de eso, el filme es un ejercicio destacado que ofrece diversas bifurcaciones de significación.