“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Israel Adrián Caetano opina después del estreno en Argentina de su largometraje Francia
    Por José Luis García

    Si en Un oso rojo el personaje principal hacía todo lo posible por recuperar el cariño de su hijita; en esta ocasión Adrián Caetano, dando una muestra más de su maestría a la hora de abordar los guiones y llevarlos a la pantalla, fija esta nueva historia a través de la mirada de una niña con ese desorden que a todos nos caracterizó en esa época de nuestra vida en la que íbamos construyendo nuestro propio orden, quizá como preámbulo de lo contradictorios que resultamos los adultos en muchos aspectos de nuestra vida.

    El cineasta ha explorado estas circunstancias tomando como visión central de la película la de una niña llamada Mariana, representada por su propia hija Milagros, lo que ha contribuido a dar un mayor realismo al filme gracias a la llamada "memoria actoral" que lo hace plenamente creíble y muy adaptado a la realidad de nuestros días.

    Los padres de la niña, interpretados por Natalia Oreiro y Lautaro Delgado, se separaron antes de que ella cumpliera un año y hoy, como muchas parejas separadas, vuelven a vivir bajo el mismo techo solo por no tener un trabajo digno. Su madre le alquila parte de la casa a su ex marido para tener otra entrada de dinero. Mariana, en tanto, se pone sus auriculares cuando escucha cómo sus padres se pelean. Esas peleas que no escuchó antes porque era apenas una bebé y que ahora son el desahogo de los desamparados.

    Francia cuenta la historia de esas personas que nunca van a tener viajes muy lejos de sus hogares, que es donde se refugian, mal o bien, de todo lo feo que está afuera. Caetano nos recuerda que solamente un pequeño porcentaje de habitantes de Argentina tiene la posibilidad de viajar fuera del país y nos sumerge en la vida cotidiana de muchas parejas. El director responde a unas cuantas preguntas sobre el filme en entrevista exclusiva para Cinestel.com 

    La poética es un elemento importante en la estética de la película. En varias ocasiones podemos leer algunos párrafos de poesía en pantalla unidos a otros recursos que suelen estar más alejados del lenguaje cinematográfico como puede ser la cámara lenta, pero que han quedado firmemente integrados en el valor conceptual de la historia. ¿Quisiste arriesgar con ellos?
    No veo por qué los gráficos o el uso de sobreimpresos en las imágenes no se lleven de la mano con el lenguaje cinematográfico. De hecho el cine, como el arte tan popular que es, permite cualquier permiso estético. Podría citar mil ejemplos pero no es el caso y me da un poco de pereza comparar a Francia con otras películas o buscar el sustento de su lenguaje en otros filmes.

    Francia es original porque está hecha con total libertad y, por otro lado, aquel realizador que no arriesga no se divierte. Si bien el cine es un negocio para todos, le sigo buscando el costado lúdico a esto, y afortunadamente lo sigo encontrando.

    ¿Trabajar con tu propia hija te ayudó a conoceros mejor entre ambos o a variar en algún aspecto vuestra relación anterior?
    Sí, totalmente. Me ayudó a mí a crecer o a terminar de reafirmarme como director de actores. No fue un experimento ni mucho menos. De hecho la niña principal de Un oso rojo tiene muchas de las características de Mariana. Es que cuando pensé en aquella niña estaba pensando más en el personaje de Mariana. No fue una visión sino la confección de un personaje heroico que sobrevive a un mundo cada vez más propenso a terminar con la imaginación. En Francia mi hija representa el bastión de resistencia ante la realidad cada vez más cruda y aceptada: la imaginación pura y su expresión en el mundo de hoy.

    Francia habla también sobre un problema añadido al de la separación como es, en este caso, el de atravesar por un momento económico caótico por parte del padre y de la madre. ¿Crees que es un problema al que se le suele prestar poca atención por parte de terceros?
    Creo que la mirada de gran parte del mundo del cine, salvo excepciones, es absolutamente de voyeur o suelen implicarse más desde el discurso narrativo que desde el contenido de lo que narran. En mi caso busco un cine más antropológico, en donde los personajes sean ellos y sus condicionamientos. Ese entorno no es lo que me seduce sino su heroísmo y su inteligencia en favor de la subsistencia y la búsqueda de la felicidad. Cada día me gustan menos las tragedias pero tampoco creo en un cine carente de posición sociopolítica.

    Aparentemente puede parecer que es el padre, interpretado por Lautaro Delgado, el personaje que tiene mayores problemas afectivos y de adaptación a la realidad. El personaje de la madre (Natalia Oreiro) siempre se presenta como más seguro pese a las penurias en las que viven frente al del ex marido que resulta ser mucho más aséptico. ¿Por qué preferiste enfocarlo de esta manera?
    Lautaro Delgado y Natalia Oreiro protagonizan Francia junto a la niña Milagros Caetano.Siempre me sedujeron las mujeres fuertes. De hecho, el rol de los hombres a través de su expresión machista ha dado en los últimos tiempos una presencia femenina más fuerte. Es una circunstancia contemporánea inevitable de eludir. En una sociedad donde se supo cargar todos los pesos de manutención de la familia, la mujer empezó también a ocupar ese lugar ante las desigualdades económicas. Tal vez el hombre de hoy no sea el de ayer ni en el cine ni en la realidad. Así como me gustan las mujeres fuertes, apuesto a cierta complejidad en los personajes masculinos. La fortaleza de mis personajes femeninos sin embargo, no les quita esa fragilidad que uno supone tan femenina y que llama a la seducción de querer protegerlas. En el caso del padre de Mariana retrata un poco lo que veo en a clase media baja: la derrota del hombre como figura fuerte y única dentro de la familia.

    La visión que tiene Mariana acerca de la situación sentimental de sus padres, ¿está más condicionada por los comentarios que le pudieron hacer sus compañeros de escuela o porque no comprende bien su ubicación dentro de la familia?
    Mariana está presente en toda la película, ya sea desde su silencio como de su presencia tácita en los diálogos que ocurren en su ausencia, y el registro que tiene de la realidad es absoluto y maduro. Así como las mujeres para mí suponen otro lugar en la sociedad de hoy y en mis películas, así ocurre con los niños.

    Los niños suponen ese último refugio de la imaginación, el deseo y el futuro que les dejamos de herencia. Es por eso que Mariana lo defiende como puede: reaccionando y disparando golpes a ciegas. Aún no posee la inteligencia de una adulto para darle dirección a su rabia. Es así que en el filme esas reacciones son comprendidas y hasta aceptadas por el espectador. Mariana es la rebeldía sin cauce, pero bienvenida sea y maldita sea la pasividad de los niños dolidos.

    Igualmente los niños siempre idealizan aquello que les gustaría ser de mayores o a quién les gustaría parecerse. La niña no quiere que le llamen por su nombre Mariana, sino que prefiere que le llamen Gloria y los espectadores no sabremos el motivo hasta los últimos dos o tres minutos de la película. ¿Con Francia has querido también de esta otra manera mostrar y recordarnos la época de imaginación desbordante que tuvimos cuando éramos niños?
    Sí, es muy acertada esa apreciación. Mariana es lo que esa familia necesita para poder terminar de ordenarse. Es ella quien se sienta a la cabecera de la mesa y es de ella quienes todos están pendientes.

    Por otro lado, como los niños de hoy en estas sociedades no tan desarrolladas cívicamente (en donde los niños suelen ser una molestia), trata de imponer su presencia y su juicio sincero sobre las cosas. En ese contexto, en la escena casi desapercibida del film donde los tres cenan, es ella quien dice la verdad y los mayores quienes mienten. Mariana necesita reafirmar quién es y, apartándose de ella misma, cambiando su nombre, juega a esconderse de los que quieren decidir cómo ella tiene que ser. Y vuelvo a repetir que sí, ella es la imaginación pétrea y resistente que los mayores solemos envidiar y a veces hasta subestimar tomándola como ocurrencias aisladas.

    ¿La actitud de Mariana para llamar la atención en la escuela podría considerarse como un "trastorno"?  Lo digo porque la directora de la escuela lo menciona en un par de ocasiones en la película.
    El mundo de Francia está trastornado. Habla de gente negada desde un principio del filme: negada a soñar con viajar, con volar, con conocer otra realidad. En ese paisaje Mariana es coherente y la que debe cargar con la cruz de aquellos que no pertenecen a sus afectos o los que no saben ordenar sus vidas ante su mirada.

    Francia bien podría haber sido una tragedia si hubiera decidido crucificar a Mariana. Preferí tomar el camino del riesgo, del triunfo de la imaginación ante el apetito voraz de cierto público morboso propenso a reírse de ficciones absolutas y no permitir finales felices a tragedias cotidianas.

    Precisamente aparece por segunda vez en tu filmografía, ahora en Francia como psicólogo de Carlos, el padre de la niña, el actor Daniel Valenzuela, quien no se prodiga mucho en el cine, pero que no obstante en su vida profesional habitual y real es un gran luchador sindical por los derechos de los trabajadores de la interpretación. ¿Cómo diste con él? ¿Lo conocías con anterioridad?
    Es mi gran amigo y un gran actor. Son razones sencillas pero más que contundentes. Ideológicamente con Daniel tenemos muchas coincidencias y también disfrutamos del cine como un juego. Creo que haber descubierto a ese psicólogo juntos fue un gran hallazgo y el gran respiro del film, así como ese amigo anónimo que aparece para tirar una soga en momentos difíciles. Es la imaginación misma al alcance de la mano de Mariana. 

    Suele ser frecuente que por parte de críticos y periodistas se intente buscar similitudes con algunos grandes del cine y, de hecho, con Francia ha ocurrido respecto al estilo de Godard, que se asemeja mucho a alguna escena en la escuela a la que va la niña. ¿Es algo que particularmente te preocupa o, por contra, es para ti un halago?
    Es un halago, sí. No puedo negar mi admiración y su influencia en mi obra, pero así como Francia es ecléctica también lo son los gustos míos por el cine.

    En tu conferencia en Casa de América de Madrid ofreciste tu punto de vista acerca de la importancia de las ideas originales en el cine al tiempo que reivindicabas la importancia del cine de autor. ¿Realmente crees que en Argentina y Uruguay actual no queda otra alternativa que producirse uno mismo sus propias películas?

    Hace rato que, gracias a Dios, he perdido la noción de la realidad fuera de mi círculo afectivo. En particular, en mi caso lo ha sido así. Más allá de que he trabajado para productores por encargo estoy cada vez más seguro que en Argentina no hay productores de cine, sino financistas, gestores o servidores de producción a realizadores extranjeros. Desgraciadamente son pocos, casi ninguno me atrevería a decir, que amen tanto al cine como un director que arriesga todo lo que tiene en un filme. Es más el temor que reina que la pasión que podrían sentir y no tienen.

    Israel Adrián Caetano tomó la decisión de autoproducirse a raíz de una conversación que mantuvo con un productor argentino que le dijo ¡a ver, convénceme de por qué yo tengo que producir esta película!

    El director uruguayo cuenta que en ese momento se preguntó ¿y por qué tengo yo que andar convenciendo a este tipo? y asegura que se marchó de allá ya que prefiere convencerse él mismo de que tiene que hacer una película como esta. Un filme que podría calificarse como poco ambicioso en cuanto a medios pero que ha supuesto para él una nueva forma de enfrentar sus trabajos en cine más cercana al modo de obrar de realizadores como Pablo Trapero.

    Lo que es seguro es que a Caetano le han dejado de seducir historias en torno a factores violentos o a sectores marginales de la población.
    Mucho han cambiado los estereotipos sociales desde que en los 90 rodara Pizza, Birra, Faso. Actualmente el tratamiento de ese fenómeno se ha trasladado a la televisión con cierto afán de exhibicionismo que se acerca incluso a lo obsceno. "Los marginales de Pizza, Birra Faso eran tipos que querían robar para tener una vida mejor, pero estos pibes de hoy no sólo no quieren robar, quieren 'romper las bolas'", afirmó Caetano en un reciente acto público en la Casa de América de Madrid.


    (Fuente: Cinestel.com )


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