Nuestra capacidad para transmitir de generación en generación el conocimiento que vamos atesorando a lo largo de la historia es una de las habilidades que la selección natural prima en los seres humanos y, por ende, una de las claves del éxito evolutivo de nuestra especie frente a otras que habitan la Tierra.
En la transmisión de ese conocimiento es fundamental la actividad humana a la que llamamos “educar”, factor inherente a nuestra existencia y al que damos una alta posición en la jerarquía de nuestras prioridades. La educación es clave para el progreso de las sociedades; es lo que en un lenguaje economicista llamaríamos un “activo estratégico” para el progreso económico y social de las comunidades. Porque si, además del desarrollo económico, la educación permite el avance social, es debido a que mediante ella los seres humanos transmitimos no sólo conocimiento, sino también valores y formas de comportamiento “ético” que han ido mostrándose exitosos a lo largo del proceso de nuestra evolución.
La labor educativa, aunque ejecutada con fortuna desigual a lo largo de la historia, ha sido la que ha permitido ampliar el conocimiento científico que tenemos de nuestro entorno y, simultáneamente, generar nuevas tecnologías que, bien empleadas, sirven tanto para potenciar la propia actividad científica como para mejorar nuestra calidad de vida.
El siglo XX presenció un desarrollo espectacularmente rápido de unas tecnologías en particular: las Tecnologías de la Información y la Comunicación (en adelante TIC). Las TIC han resultado ser un importante catalizador del progreso experimentado por las sociedades durante el último siglo y el origen de los profundos cambios que están transformando nuestras vidas y la economía mundial a comienzos del siglo XXI. Y si esto es así, en gran medida es porque han demostrado ser una poderosa herramienta para incrementar la eficacia de la transmisión global del conocimiento; transmisión que incluye las actividades relacionadas con la educación.
El valor de la retroalimentación
Así, hoy más que nunca, el conocimiento es poder. Ya lo era en la Edad Media, cuando los monjes plasmaban su saber en textos escritos y las órdenes religiosas crearon las grandes universidades de Europa con el objetivo de reunir –y desafortundamente también recluir– el conocimiento y el aprendizaje.
La Revolución Industrial propició que aumentara el número de personas con acceso al conocimiento. Sin embargo, no fue hasta la segunda mitad del siglo XX, con la aparición de los medios electrónicos de comunicación y la formación de unas extensas clases medias, cuando la difusión del conocimiento –y, por tanto, también del poder– comenzó a generalizarse. Nunca antes en la historia de la humanidad tantas personas habían tenido acceso a tanta información como en la década de 1990. Y esto sucedió casi al mismo tiempo tanto en las economías más desarrolladas como en algunos nuevos mercados emergentes.
Este fenómeno adquirió una dimensión aún mayor a finales del siglo pasado y principios del presente con la popularización de Internet y, más concretamente, con el despliegue generalizado de redes de acceso de Banda Ancha, tanto fijas como móviles. Aunque la tecnología sigue evolucionando, las consecuencias son ya claras: las redes digitales no sólo son capaces de conectar entre sí a todas las personas del mundo, sino que, además, pueden proveer, a todas ellas por igual, de un acceso sin límites a servicios de comunicación, información, educación o entretenimiento.
Como vemos, nunca antes habían estado tan íntimamente relacionados el conocer y poder usar unas tecnologías (las TIC) con el éxito y la aceleración de la actividad educativa y con el avance en el conocimiento. TIC y educación se han convertido en un binomio virtuoso que, bien gestionado, se retroalimenta positivamente y que, sin duda, nos permitirá alcanzar metas que aún ni imaginamos.
Por ello, hoy en día deviene inexcusable el facilitar al conjunto de la sociedad el acceso al uso y al aprendizaje de las nuevas tecnologías, así como a los servicios y contenidos innovadores que se pueden obtener mediante ellas, evitando cualquier discriminación o brecha digital por razón de lugar de residencia, poder adquisitivo, capacitación o habilidades de las personas. Asimismo, la tarea de mejorar el nivel educativo de la sociedad al completo requiere de un uso generalizado y adecuado de las TIC por parte de todos sus miembros, labor que sólo puede realizarse con éxito si todos y cada uno de los agentes involucrados realizamos la contribución que nos corresponde.
Una labor de todos
Así, los gobiernos e instituciones públicas han ser conscientes de la elevada prioridad que deben dar a la creación de marcos regulatorios y jurídicos que fomenten la creación de infraestructuras TIC y el despliegue universal de servicios basados en ellas, al tiempo que se impulsa la evolución del sistema educativo para mejorar y generalizar la formación en TIC.
Por su parte, los ciudadanos de todas las edades deben responsabilizarse de asumir con entusiasmo la insoslayable labor de formarse en el uso adecuado y eficaz del abanico de servicios basados en las TIC.
Las empresas, de cualquier tamaño, han de saber emplear las TIC como herramienta básica para potenciar su competitividad en la nueva economía global. De hecho, las TIC no sólo les permiten mejorar su eficiencia operativa, su productividad y, por tanto, sus márgenes y rentabilidad, sino que, gracias al impulso a la innovación que propicia un uso inteligente de las TIC, también permiten el acceso a nuevos negocios y mercados. Para que esto sea posible, por supuesto, el factor humano de la empresa debe estar bien formado en TIC, y la empresa debe poner entre sus más altas prioridades el desarrollo continuo de todos sus empleados en estas habilidades, pues invertir en ello potencia el crecimiento rentable.
Con respecto a los operadores de telecomunicación y al resto de las empresas que forman parte del sector relacionado con el despliegue y prestación de los servicios TIC, actualmente juegan un claro papel de aliados estratégicos de los gobiernos y de las instituciones públicas y privadas, en la misión que comparten de hacer posible el progreso económico y social al ritmo que requieren los nuevos tiempos. Así, las empresas del sector TIC tienen hoy una gran oportunidad de fortalecer su compromiso con las comunidades en las que desarrollan sus actividades.
Eso sí, sin olvidar que su deber ineludible es gestionar su negocio, con el cliente como inspiración de todo lo que hacen, y de modo que se alcance la rentabilidad que de él esperan sus accionistas que son, al fin y al cabo, la fuente de las elevadas inversiones que requieren el despliegue y la operación de sus infraestructuras y servicios, siempre en continua evolución.
De esta forma, los operadores de telecomunicaciones tienen hoy la gran oportunidad de marcarse una visión estratégica ligada al ejercicio de su responsabilidad social, pues, proporcionando servicios innovadores basados en las TIC, pueden ayudar a mejorar la vida de las personas, facilitar el desarrollo de los negocios y contribuir al progreso de las comunidades donde operan. Es por esto por lo que, hoy en día, en el ejercicio de su acción social, un operador debe dar un papel protagonista a la divulgación del uso de las TIC como factor que potencia la calidad de la actividad educativa. Podría citarse aquí, como ejemplo, el Programa EducaRed de
Fundación Telefónica y el apoyo que proporciona esta compañía a diversas cátedras universitarias. Pero, además, es también factible una contribución directa a que todos los ciudadanos puedan tener acceso a la educación general y, por supuesto, a la formación en el uso de las TIC. Como ejemplo de esto último, podríamos citar el conocido Programa Proniño, de la misma Fundación, cuyo objetivo es contribuir a la erradicación del trabajo infantil en América Latina, devolviendo a los niños a la escuela.
En definitiva, es preciso que todos apostemos con fuerza por el binomio virtuoso TIC-Educación que tan claramente estamos observando en los comienzos del nuevo siglo; apuesta ésta, sin duda, abocada al éxito, del cual también nos beneficiaremos todos.