Pïrinop, mi primer contacto es el largometraje (codirigido por Karané Ikpeng) con que la brasileña Mari Correa ganó el galardón al Mejor Documental de "Las Cámaras de la Diversidad" (otorgado por UNESCO), así como el Premio Telesur de Distribución Internacional en el 6to. Festival Internacional de Cine Pobre, en Gibara, Holguín, Cuba.
El filme cuenta el primer encuentro de los habitantes de Ikpeng, asentamiento de un pueblo originario de la selva brasileña, con los hombres blancos. Este suceso, el cual cambió para siempre la vida de ese grupo que fue de inmediato desplazado de su ambiente de arraigo, es reconstruido a partir de testimonios, imágenes de archivo, pero sobre todo del rescate de la memoria de un grupo de individuos que, mientras luchan por reconquistar su territorio, sostienen la memoria de un pasado de arraigos y tradiciones.
Cuenta Correa, quien hizo con este su tercer largo documental, antecedido por otras películas en las cuales trataba temas de los pueblos originarios de Brasil: “La idea original fue de ellos. Nosotros trabajamos con este pueblo desde hace 10 años, comenzando con la formación de los realizadores indígenas; en concreto, tres individuos de este pueblo Ikpeng. Ellos habían realizado dos películas anteriores a esta, y un día, cuando estábamos reunidos en la aldea para el trabajo del taller, el padre de uno de los realizadores me contó una anécdota de su niñez, de cuando vieron por primera vez llegar un avión y pensaron que era un ave misteriosa. La técnica de los visitantes para el contacto fue tirarle regalos al pueblo, pero los residentes pensaron que esta ave estaba haciendo caca. Así fue como comenzó la historia que dio lugar a la película, porque pensamos que era importante contarla, y porque la gente que vivió esta experiencia hace 40 años estaba aún viva”.
Mari Correa trabajó a cuatro manos con uno de los realizadores formados dentro de ese taller de formación, que dota a representantes de grupos desfavorecidos de las herramientas para contar en imágenes sus propias historias. También recopiló las memorias de varios de los testigos de los sucesos referidos: “Conversamos con los demás y había muchas historias, pero decidimos partir de esta. Comenzamos a trabajar como en los talleres, a escoger las escenas, los episodios que nos interesaban, los personajes. Fue un trabajo de mucha gente”.
Agrega: “El documental tiene imágenes de archivo, porque el primer contacto fue grabado. Entonces, tenemos imágenes del primer contacto real, imágenes del desplazamiento y del momento cuando descubren el lugar al que los han llevado”.
La película es el resultado de media década de trabajo, de paciente organización de los testimonios y de ir encontrando el modo de contarlos. Correa asegura que con esta obra se puso en práctica el objetivo de los talleres de formación audiovisual con la participación de la comunidad.
El trabajo planteado de esa manera dio lugar a descubrimientos mutuos: “Ellos descubrieron también muchas cosas, porque el equipo que trabajó conmigo está formado por jóvenes realizadores, quienes conocían la historia, pero no en profundidad. Cada vez que hacíamos una entrevista descubrían partes, detalles muy importantes. Es una historia muy rica, y sobre todo, que la gente cuenta desde una parte muy crítica; no se colocan como víctimas. Ellos sufrieron porque fueron desplazados y hoy están luchando por la recuperación de su territorio. Pero Pirinop… es diferente de la mayoría de las cosas que se hacen, porque tiene una visión autocrítica de la historia”.
El saldo fue reconocido por el jurado de el 6to. Festival Internacional de Cine Pobre por su originalidad y mirada compleja. Como señala Mari Correa, Pirinop… “evoca el pasado desde el presente, con una mirada llena de tristeza, pero también de humor y optimismo”.