Andrés Wood, autor de películas como Machuca y La fiebre del loco, trata de reflejar en su quinto largometraje, La buena vida, su visión acerca de cómo es la actual sociedad chilena. Su película Historias del fútbol (1987) ganó una mención especial al Mejor Director Nuevo en el Festival Internacional de Cine de Donostia-San Sebastián. Más tarde dirigió La fiebre del loco (2001), premio al mejor director en la Mostra de Cinema Llatinoamericà de Lleida, y Machuca, la cual representó a Chile en los Premios Goya y en los Oscar.
En el filme, una psicóloga que trabaja en el Ministerio de Salud asesorando a prostitutas, quiere recuperar algo que ha perdido, su familia; Edmundo, un peluquero desea comprarse un auto, pero se encuentra ante el dilema de que vence el pago del alquiler de la tumba de su padre en el cementerio; y un clarinetista muy joven cuya mayor ilusión en la vida es entrar a la Filarmónica, audiciona y queda en lista de espera y se mete a trabajar en el Orfeón de Carabineros mientras tanto.
El guión de esta película lo has escrito en colaboración con Rodrigo Bazaes, director de teatro y director de arte del filme Sexo con amor, y con Mamoun Hassan. ¿Cómo lo organizasteis?
Esto partió de la idea de Rodrigo Bazaes de hacer un documental de una peluquería y él me dice: ¡Mira, acá hay una historia muy interesante con la gente, veámoslo! Entonces fuimos a hacer un poco de investigación en la peluquería para conocer un poco cómo es la clientela y entonces me propuso hacer una ficción sobre ese tema. Ahí partimos con una primera versión y después entró Mamoun Hassan a trabajar las otras versiones.
La historia de la película trata de tres personas que tienen en común diferentes obsesiones en la vida.
Más que obsesiones son pequeños anhelos, pequeños movimientos, una película un poco arquetípica, diría yo. Todo lleno de pequeñas cosas que suceden.
Sin embargo, nos encontramos con la escena del clarinetista que no quiere acabar su actuación.
Sí, eso le da una historia más cercana a la realidad e incluso hubo que quitarle elementos para llevarla a la ficción. Se puede ver de varias maneras, una de ellas es la de la mirada al futuro, las posibilidades que la gente joven de este país que está en la ciudad, que tiene talento pero no tiene esa capacidad social para avanzar y también el cuestionamiento de qué significa ser artista, importa ser artista en la mejor orquesta o basta con tocar en la banda policial, donde sí te reconocen la música y te siguen.
Ahí está también la historia de la psicóloga que asesora a prostitutas dentro de este planteamiento semicoral.
Sí, La buena vida es también una fusión de historias. Nosotros incluso entramos en ese tema a través de una prostituta que a su vez es clienta de la peluquería, es decir, que conocimos a esa persona a través de una tercera, y son esos personajes ya un poco anacrónicos a estas alturas, pero todavía en Chile, de alguna manera, estas personas que han luchado mucho por su independencia laboral y por ser ellas mismas, valoran mucho el "hacer el bien" entre comillas, pero también son muy racionales y no se dan cuenta finalmente que los afectos se manejan de otra manera. Por eso se encuentran situadas entre su necesidad de hacer el bien y un desorden emocional importante.
En el elenco encontramos a algunos profesionales conocidos fuera de Chile y a otros que no tanto. ¿Le dedicaste mucho tiempo al casting?
Sí, fue largo porque yo siempre trato de mezclar gente. Hay cuatro personas muy conocidas en Chile, que son Aline Kuppenheim, que hacía el papel de la madre de Gonzalo Infante en Machuca; Alfredo Castro, que filmó la nuestra antes que Tony Manero pero que no era muy conocido en cine hasta ahora; Manuela Martelli, ya conocida por las películas que ha hecho y Bégica Castro, más conocida en el teatro y que con nosotros había trabajado en El desquite, toda una figura, Premio Nacional de Arte en Chile.
Como siempre me gusta mezclar con actores no conocidos, ahí trabajamos con Eduardo Pacheco, que es el policía, con el que trabajamos seis o siete meses para que aprendiera a tocar el clarinete, aunque no de forma perfecta pero que al menos se notara que estaba tocando; con Roberto Farías, un actor de teatro que es la primera vez que incursionaba en cine; con Paula Sotelo que es la vagabunda en la película y también con un elenco de gente bastante nueva.
"La buena vida tuvo su estreno el pasado 14 de agosto con muy buenas críticas pero menor público del inicialmente esperado. El filme se mantiene fuerte con público todavía en algunas salas chilenas, pero recaudará la mitad de lo que se esperaba".
"Los motivos que encuentra Andrés Wood para esta situación es que el cine está muy duro, hay mucha rotación de películas y el hueco que deja la distribución dominada por compañías norteamericanas para el cine producido en Chile es muy reducido, aunque cada vez son más las producciones que logran terminarse. También se queja de que ya no existe tiempo para el boca a boca, que antaño solía funcionar muy bien.
La participación en la producción de la empresa española Tornasol Films acerca mucho más la posibilidad de que esta película llegue a estrenarse en España".