“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Un recorrido crítico por algunas de las mejores producciones del cine latinoamericano en 2009
    Por Frank Padrón

    Las recientes producciones de algunas cinematografías latinoamericanas demuestran su buena salud, pese a crisis y problemas. ¿Cómo se ha comportado el cine de la región en este 2009 que finalizó? Lancemos una ojeada a tendencias y resultados. Ante todo, sobresale una línea personalista, íntima, que tiene al ser humano y sus conflictos más profundos como sujeto.

    Triunfadora en Berlín, Guadalajara y La Habana entre otros festivales importantes, La teta asustada (Claudia Llosa, Perú) sigue una vieja leyenda quechua (idioma en el que se habla durante ciertos trechos del filme). La segunda pieza de la joven realizadora alude a una enfermedad que presuntamente se transmite por la leche materna de las mujeres que fueron violadas o maltratadas durante la guerra en Perú, pero aun cuando acabó la contienda, la protagonista teme enfrentarse a sus miedos y al secreto que oculta en su interior: se ha introducido una papa en la vagina, como una suerte de protector.

    El guión, como se aprecia a simple vista, es sugerente —válido esto de que lo autóctono-indígena se erija en sujeto—, pero la directora no consigue el amarre y la fuerza de su cinta anterior (Madeinusa), porque la puesta en pantalla (donde sobresalen la fotografía y la música) está llena de anticlímax, de circunloquios y suciedades de montaje.

    La nana (Sebastián Silva, Chile) ha gozado también de múltiples reconocimientos incluyendo los extendidos a la excelente actriz protagónica, Catalina Saavedra. El filme sigue con tino y precisión, desde su inteligente guión hasta su no menos contundente puesta en pantalla, a una doméstica llena de frustraciones que se proyecta obsesiva con los hijos ajenos y contra toda rival que aparece en la casa burguesa donde trabaja, hasta que un buen día una de ellas la hace cambiar radicalmente de actitud.

    Viajo porque te necesito, vuelvo porque te amo, de Marcelo Gómez y Karim Ainouz, (El cielo de Suely), prosigue la fusión de dos líneas que hace tiempo definen la actualidad fílmica en el área: la experimentación y la poesía; resulta todo un cruce intergenérico, texto fílmico que emblematiza las barreras cada vez más frágiles entre, digamos, el documental y la ficción, es, más que un road movie, un testimonio de viaje donde el protagonista es sujeto y objeto dramático y narrativo; un joven separado que intentando olvidar a la amada emprende un recorrido por varias zonas del Nordeste y comparte con nosotros una suerte de diario cinematográfico que narra también in off, complementando las imágenes.

    Una gran subjetiva, por tanto, lanza este filme poético desde su acertado minimalismo, donde la música tanto extra como diegética y una fotografía escrutadora, nada turística como pudiera haber ocurrido, se suman al discurso y lo enriquecen; en realidad, no es más ni menos que un filme de/sobre amor, solo que concebido en términos nada convencionales y sí audaces, innovadores pero que atrapa, engancha, logra la complicidad de quienes respondan y estén dispuestos a compartir su sensibilidad.

    Con laureado guión de Sabine Berman, el filme de Carlos Carrera El traspatio (México), resulta una historia muy bien contada sobre el endémico asesinato de jóvenes maquiladoras en Ciudad Juárez: thriller bien armado que el maestro Carrera lleva a pantalla de modo bastante lineal, sin preciosismos estéticos pero con indudable energía y la fuerza que demanda el tema.

    Otro filme de conseguida indagación poética es el argentino El último verano de la boyita, de Julia Solomónoff. El caso de un hermafrodita en el Rosario rural, desde la perspectiva de una niña que junto a su familia, pasa vacaciones allí, permite a su joven directora (Dos hermanas) tejer, o mejor, bordar, una historia que transpira respeto por las diferencias y un voto por la sensibilidad infantil, particularmente femenina, contra el mundo a ratos cerrado o cuanto menos distante de los adultos, particularmente en ese mundo salvaje, brutalmente hermoso pero también infectado de prejuicios e ignorancia que es el campo, contexto que a propósito, la cámara convierte en todo un coprotagónico. Actuaciones (principalmente las de los niños), ambientación, fotografía, montaje… todo redunda en una obra madura y sólida.

    Las primeras obras siguen revelando talentos de diversos lugares que hay que seguir muy de cerca. Gigante, coproducción uruguayo-alemán-argentino-holandesa de Adrián Biniez, porta ese tempo deliberada, necesariamente moroso y reflexivo que implica el análisis de un carácter, en este caso ese hombrachón alto y grueso que titula el filme, empleado de seguridad de un supermercado a quien flecha una empleada de allí y no sabe cómo demostrarle sus sentimientos, hasta que finalmente lo hace de una manera muy acorde con su personalidad; filme hermoso, preciosista y definitivamente redondo.

    Cinco días sin Nora, de la mexicana Mariana Chenillo, acciona de forma asombrosamente madura y eficaz el humor negro, a partir de una mujer que se suicida no sin antes trazar un plan que reunirá y hará interactuar a familiares y amigos, a partir de una carta y una misteriosa foto “olvidada” bajo la cama.

    La corrosiva ironía de los diálogos, lo excelentemente hilvanado de las situaciones, el singular diseño de personajes por demás muy bien actuados (Fernando Luján, Verónica Lánger, Enrique Arreola…) contribuyen a que mientras la pasamos muy bien, reflexionemos: ¿habrá muertes autoprovocadas que redundan en la mejoría de otras vidas?

    Os famosos e os duendes da morte (Los famosos y los duendes de la muerte), del brasileño Esmir Filho, también tiene no poco de pretensiones neovanguardistas con aires líricos. Un Brasil poco explorado, el del sur, en un asentamiento rural donde radica una colonia alemana que ya tuvo relaciones y descendientes con los locales, es el marco donde un joven de dieciséis años, fanático de Bob Dylan y de la Internet se evade y construye un mundo propio, a pesar de lo cual no puede evitar relacionarse.

    Tal complejidad adolescente, esos despertares a la vida, el vínculo con los otros de diversas edades e intereses, es atrapado por el también joven cineasta (presente en el Festival de Cine de La Habana) mediante un filme que es todo un ensayo fílmico, sobresaliente por su esmerado tratamiento visual y sobre todo, sonoro, al fundir de manera casi imperceptible los ruidos naturales y los evocados, las imágenes tanto reales como las muchas soñadas o imaginadas por el protagonista (a veces fundidas) que pueblan su abundoso mundo onírico.

    Susceptible de ciertos oportunos cortes en la edición, de algunos redondeos dramáticos, Os famosos… es una audaz y sensible propuesta fílmica.

    Como lo son otras, sin duda, en otras categorías y especialidades que harían demasiado extenso este intento de resumen.

    Basten estas consideraciones para demostrar la buena salud de que, pese a crisis y problemas, ostenta el cine del área, que esperemos toque cimas aún mayores en el recién estrenado 2010.


    (Fuente: La Jiribilla)




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