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Una de las problemáticas más importantes que hoy en día atraviesa la educación escolar está dada por la importancia que han adquirido las nuevas tecnologías de la información y la educación -sobre todo la televisión- y sus implicancias sobre la escuela como institución privilegiada para la transmisión de la cultura. Precisamente, Televisión, audiencias y educación (Editorial Norma, 2006) del investigador Guillermo Orozco Gómez, alumbra esa zona donde se ¿encuentran? el medio televisivo, los sujetos y los procesos pedagógicos.
Partiendo del lugar clave que hoy ocupa la televisión, el autor intenta su “deconstrucción crítica y propositiva” tratando de evitar visiones apocalípticas, juicios ilustrados o perspectivas integradas sobre el medio y su relación con los sujetos constituidos en audiencias; todo, desde una mirada que privilegia la dimensión comunicacional educativa por sobre la política y económica. Una deconstrucción que hoy en día no puede llevarse a cabo sin ponerla en relación con otras como la educativa y con la situación sociocultural de las audiencias, sus mediaciones y “sus procesos de interacción televisiva: sus ‘televidencias’”. Justamente, el concepto de televidencias (“interactuar con la televisión”) intenta ser uno de los principales aportes del libro a la reflexión sobre el vínculo cada vez más complejo entre la comunicación y la educación en nuestro continente.
Reconociendo que las sociedades contemporáneas se definen en muchos de sus aspectos por procesos de mediatización y audienciación (ser audiencias), Orozco Gómez se pregunta “¿Cómo asumir la televisión que se nos ofrece y tenemos, de manera inteligente, productiva, crítica e independiente, que posibilite la diversión, la educación, la información y el desarrollo deseable de sus audiencias?”; una pregunta que será respondida directa o indirectamente a lo largo del libro.
El autor critica algunas de las diferentes modalidades de vinculación por parte de la educación con el “ecosistema comunicativo” -las políticas educativas, los contenidos, los métodos y los recursos didácticos- porque impiden desplegar la potencialidad que el medio tiene para desarrollar un aprendizaje múltiple. Una crítica que pone demasiado acento sobre las deficiencias de los sistemas y métodos escolares –y la escasa creatividad de los docentes- si consideramos que el libro deja de lado una dimensión clave para comprender el problema en su totalidad: la necesaria evaluación de los impactos que produce la intervención político cultural de las empresas multimediáticas en el espacio educativo.
Para Orozco Gómez, la posibilidad de llevar a cabo una “deconstrucción pedagógica” de la televisión reside en que hoy las mismas cadenas han aceptado explícitamente la misión educativa que les compete, además de las tradicionales vinculadas al entretenimiento y la información. A pesar de los esfuerzos del autor por no caer en juicios relativistas acerca de la lógica mercantil del sistema de medios, las propuestas pedagógicas de intervención sobre las audiencias –siempre demasiado generales- no van dirigidas a poner en cuestión la estructura de medios, con lo cual se avanza desde la escuela en su legitimación. El autor afirma que una “deconstrucción televisiva” desde la escuela debe aportarle a las audiencias –o sea a los alumnos- elementos para “ser más selectivos en sus televidencias y para explorarlas y explorarse a través de ellas” (¿mejores consumidores?), para lo cual propone una pedagogía lúdica que permita jugar “a” la televisión, “con” la televisión y “a partir de” la televisión. Pero ¿no habrá que comenzar, desde la escuela, a trabajar en pos de un cambio de televisión? Por el contrario, el autor parece estar más preocupado en que los maestros sean más televisivos para hacer más eficiente su actividad docente y que la escuela establezca una alianza crítica con el medio.
Desde nuestra perspectiva, la elección de conceptos como televidencia, interacción, vinculación, etc. tienden a configurar una relación equilibrada entre el sistema de medios, las audiencias y la escuela, cuando en realidad, creemos, es manifiestamente desigual. Tal vez por eso las propuestas pedagógicas no van dirigidas a analizar críticamente el estado actual del sistema de medios.
El desafío fundamental para el autor “no son los medios sino la educación de las audiencias”. La esperanza está puesta en que los medios necesariamente deberán cambiar porque las audiencias serán más exigentes. Pero acaso ¿no son las audiencias un producto, complejo y contradictorio, de los mismos medios? ¿No habrá que educar a las audiencias, además de en formatos y lenguajes, en la necesidad de intervenir social y políticamente sobre la estructura de medios actual? Probablemente, toparse con los obstáculos que impiden esa participación sea la más eficaz herramienta pedagógica que le permita a las audiencias poder apreciar en, toda su dimensión, la función social que desempeñan los medios de comunicación masiva. Función que excede a educar, informar y entretener. Si la escuela sólo destina sus esfuerzos a educar a las audiencias para ser mejores consumidores, los medios siguen haciendo de las suyas incluso dentro de la misma escuela.
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