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Cuba: La creación artística y el Decreto Ley 373
Pérez Betancourt, Rolando (1945 - 2023)
Título: Cuba: La creación artística y el Decreto Ley 373 (Artículos)
Autor(es): Rolando Pérez Betancourt
Publicación: Cinereverso
Idioma: Español
Formato: Digital
Ya con el Decreto Ley 373 hecho realidad y con más de mil solicitudes para entrar en el registro, felices y contentos porque ello significa un desbrozar de viejas necesidades y sueños en pos de seguir avanzando, enumero dos o tres ideas propias, y otras recogidas de opiniones vertidas por aquí y por allá, algunas de las cuales también hago mías.
Si bien se ha dicho que el Decreto Ley 373 aspira a un amplio abanico creativo en cuanto a temáticas y géneros que con cierta urgencia necesita desarrollar el país, lo social y lo político ha estado imbricado desde siempre al cine cubano. La libertad de creación inherente a cualquier artista –y máxime si es joven y está lleno de preocupaciones– hace suponer que tales temas seguirán surgiendo como hasta ahora, en ocasiones sustentados en un válido discurso crítico-artístico, en otras sin ir más allá de un tanteo pesimista per se, o amparados en amaños que apuntan menos a la conocida, y hasta válida «tendenciosidad en el arte», y más a la necesidad de provocar aleteos ruidosos que del otro lado del océano «algunos» suelen aplaudir y premiar.
Defensor convencido de la función crítica del arte, no debe verse lo antes afirmado como un prejuicio al movimiento de jóvenes realizadores, y otros menos jóvenes –verdadero relevo que necesita el país y de donde han surgido apreciables obras–, y sí al creer detectar que filmes en los que se combinan –o no– aciertos cinematográficos con contenidos relacionados con la política y la ideología son más valorados en ciertos escenarios del exterior por el peso de estos dos últimos componentes que por sus reales aportes artísticos. Ya Hemingway alertaba de los retos y peligros de contaminación proselitista al ligar lo político a la obra artística y se sabe de creadores, bien de izquierda, bien de derecha, que se cuidan de enfrentar el desafío porque no siempre se sale de él artísticamente convincentes.
En tal sentido debemos cuidarnos de oportunismos y enfoques desafortunados, presentes en todas las épocas y en todas las ideologías. Sobran ejemplos y polémicas en ese matrimonio no pocas veces mal llevado que suele ser la política y el arte. Al respecto cabe recordar el filme de despedida de Andrezj Wajda, poco antes de morir, Los últimos días del artista (2017), un torpe panfleto anticomunista que ignora la relevancia artística de la que otrora hiciera gala el maestro y de paso echa por tierra lo mucho válido que tenía por decir.
¿Significa esto que hay que darle de lado a lo político y a lo social en nuestras obras? En lo absoluto. Cada cual que filme lo que lleva por dentro y los demás integrantes de su equipo de realización compartan. Solo que a ratos sigo apreciando una marcada obsesión por ese decir de inmediatez –que correspondería primero a una prensa activa y analítica, y luego al arte– que en desarrollar un discurso sostenido en sus diversos componentes y complejidades.
Sociología, política y arte se confunden muchas veces, no solo en manos del creador, sino igualmente en la percepción de aquellos que valoran, deciden y censuran.
El tema de la censura es largo, sensible y universal y él solo daría para largas horas de audiencia. En lo que sí deberíamos estar claros es que las comisiones encargadas de analizar y emitir juicios en torno a los proyectos presentados por el creador audiovisual y cinematográfico independiente deben estar integradas por corazones y mentes que se complementen en un amplio campo de democratización decisoria. Comisiones que de ningún modo ignorarán la política cultural del país, al tiempo que no haga de ella una interpretación dogmática o unipersonal.
No debemos perder de vista que cualquier casa productora del mundo discute, y no poco, los aspectos más variados en la construcción de un filme y que todavía en el suculento Hollywood –salvo honrosas excepciones– sigue operando la decisión del «último corte» por parte de los dueños del negocio. Ni pensar en ese «último corte» para nosotros, pero sí en crear comisiones amparadas por el prestigio, el conocimiento, la responsabilidad intelectual y un amplio concepto en lo que respecta a la libertad en el arte.
Ya se sabe que por vocación propia los jóvenes artistas llegan dispuestos a cambiarlo todo y ese es un envidiable don. Bastaría recordar la Nueva Ola, el Free Cinema, el nuevo cine alemán, el brasileño, aquellas cintas cubanas de los 60, y otras más para valorar esos ímpetus.
Un festinado cortar de alas al creador –lo que no pienso que ocurra– puede dar lugar a las reacciones intelectuales más diversas, la más peligrosa de ellas, la autocensura, que si se instala no será fácil sacudirla. También cualquier censura estrepitosa, además del daño que hace, puede otorgar, a razón del mero escandalito, capa y corona a una obra que solo tiene mérito para calzar botines. De ahí el papel de alta responsabilidad que le corresponde a las referidas comisiones.
Se suele decir que la crítica existe para analizar y orientar, pero no pocas veces –y ahí está la historia del cine y el arte en general para demostrarlo– han sido los artistas los que han despabilado al crítico y lo han puesto a navegar en nuevas y fabulosas corrientes, a partir de las cuales, una vez asumidas, el crítico puede enriquecer miradas, aportar ideas, y hasta redirigir rumbos.
El Decreto Ley 373 será también un reto a los críticos del país, que más que nunca debemos apartarnos de simpatías, temores a la reacción furibunda de algún lastimado por nuestras opiniones, y defensas a ultranza a arrimos muy personales, entre los que se encuentra la desideologización del análisis, el hacer de la ideología un asquito demodé devorado por tendencias del postmodernismo, olvidando con ello que la ideología, como dijera aquel personaje de Gian María Volonté, tras dar un puñetazo sobre la mesa en la redacción del periódico que dirigía, no la inventaron ni Marx ni Lenin.
Se luchó y ya se tiene, hagamos entonces de estos nuevos tiempos cinematográficos por venir fiesta y combate para la creación y el intelecto.
Web: https://cinereverso.org/2019/11/
Descriptor(es)
1. LEYES CINEMATOGRÁFICAS LATINOAMERICANAS
2. POLITICAS CINEMATOGRAFICAS
3. POLITICAS CULTURALES
Autor(es): Rolando Pérez Betancourt
Publicación: Cinereverso
Idioma: Español
Formato: Digital
Ya con el Decreto Ley 373 hecho realidad y con más de mil solicitudes para entrar en el registro, felices y contentos porque ello significa un desbrozar de viejas necesidades y sueños en pos de seguir avanzando, enumero dos o tres ideas propias, y otras recogidas de opiniones vertidas por aquí y por allá, algunas de las cuales también hago mías.
Si bien se ha dicho que el Decreto Ley 373 aspira a un amplio abanico creativo en cuanto a temáticas y géneros que con cierta urgencia necesita desarrollar el país, lo social y lo político ha estado imbricado desde siempre al cine cubano. La libertad de creación inherente a cualquier artista –y máxime si es joven y está lleno de preocupaciones– hace suponer que tales temas seguirán surgiendo como hasta ahora, en ocasiones sustentados en un válido discurso crítico-artístico, en otras sin ir más allá de un tanteo pesimista per se, o amparados en amaños que apuntan menos a la conocida, y hasta válida «tendenciosidad en el arte», y más a la necesidad de provocar aleteos ruidosos que del otro lado del océano «algunos» suelen aplaudir y premiar.
Defensor convencido de la función crítica del arte, no debe verse lo antes afirmado como un prejuicio al movimiento de jóvenes realizadores, y otros menos jóvenes –verdadero relevo que necesita el país y de donde han surgido apreciables obras–, y sí al creer detectar que filmes en los que se combinan –o no– aciertos cinematográficos con contenidos relacionados con la política y la ideología son más valorados en ciertos escenarios del exterior por el peso de estos dos últimos componentes que por sus reales aportes artísticos. Ya Hemingway alertaba de los retos y peligros de contaminación proselitista al ligar lo político a la obra artística y se sabe de creadores, bien de izquierda, bien de derecha, que se cuidan de enfrentar el desafío porque no siempre se sale de él artísticamente convincentes.
En tal sentido debemos cuidarnos de oportunismos y enfoques desafortunados, presentes en todas las épocas y en todas las ideologías. Sobran ejemplos y polémicas en ese matrimonio no pocas veces mal llevado que suele ser la política y el arte. Al respecto cabe recordar el filme de despedida de Andrezj Wajda, poco antes de morir, Los últimos días del artista (2017), un torpe panfleto anticomunista que ignora la relevancia artística de la que otrora hiciera gala el maestro y de paso echa por tierra lo mucho válido que tenía por decir.
¿Significa esto que hay que darle de lado a lo político y a lo social en nuestras obras? En lo absoluto. Cada cual que filme lo que lleva por dentro y los demás integrantes de su equipo de realización compartan. Solo que a ratos sigo apreciando una marcada obsesión por ese decir de inmediatez –que correspondería primero a una prensa activa y analítica, y luego al arte– que en desarrollar un discurso sostenido en sus diversos componentes y complejidades.
Sociología, política y arte se confunden muchas veces, no solo en manos del creador, sino igualmente en la percepción de aquellos que valoran, deciden y censuran.
El tema de la censura es largo, sensible y universal y él solo daría para largas horas de audiencia. En lo que sí deberíamos estar claros es que las comisiones encargadas de analizar y emitir juicios en torno a los proyectos presentados por el creador audiovisual y cinematográfico independiente deben estar integradas por corazones y mentes que se complementen en un amplio campo de democratización decisoria. Comisiones que de ningún modo ignorarán la política cultural del país, al tiempo que no haga de ella una interpretación dogmática o unipersonal.
No debemos perder de vista que cualquier casa productora del mundo discute, y no poco, los aspectos más variados en la construcción de un filme y que todavía en el suculento Hollywood –salvo honrosas excepciones– sigue operando la decisión del «último corte» por parte de los dueños del negocio. Ni pensar en ese «último corte» para nosotros, pero sí en crear comisiones amparadas por el prestigio, el conocimiento, la responsabilidad intelectual y un amplio concepto en lo que respecta a la libertad en el arte.
Ya se sabe que por vocación propia los jóvenes artistas llegan dispuestos a cambiarlo todo y ese es un envidiable don. Bastaría recordar la Nueva Ola, el Free Cinema, el nuevo cine alemán, el brasileño, aquellas cintas cubanas de los 60, y otras más para valorar esos ímpetus.
Un festinado cortar de alas al creador –lo que no pienso que ocurra– puede dar lugar a las reacciones intelectuales más diversas, la más peligrosa de ellas, la autocensura, que si se instala no será fácil sacudirla. También cualquier censura estrepitosa, además del daño que hace, puede otorgar, a razón del mero escandalito, capa y corona a una obra que solo tiene mérito para calzar botines. De ahí el papel de alta responsabilidad que le corresponde a las referidas comisiones.
Se suele decir que la crítica existe para analizar y orientar, pero no pocas veces –y ahí está la historia del cine y el arte en general para demostrarlo– han sido los artistas los que han despabilado al crítico y lo han puesto a navegar en nuevas y fabulosas corrientes, a partir de las cuales, una vez asumidas, el crítico puede enriquecer miradas, aportar ideas, y hasta redirigir rumbos.
El Decreto Ley 373 será también un reto a los críticos del país, que más que nunca debemos apartarnos de simpatías, temores a la reacción furibunda de algún lastimado por nuestras opiniones, y defensas a ultranza a arrimos muy personales, entre los que se encuentra la desideologización del análisis, el hacer de la ideología un asquito demodé devorado por tendencias del postmodernismo, olvidando con ello que la ideología, como dijera aquel personaje de Gian María Volonté, tras dar un puñetazo sobre la mesa en la redacción del periódico que dirigía, no la inventaron ni Marx ni Lenin.
Se luchó y ya se tiene, hagamos entonces de estos nuevos tiempos cinematográficos por venir fiesta y combate para la creación y el intelecto.
Web: https://cinereverso.org/2019/11/
Descriptor(es)
1. LEYES CINEMATOGRÁFICAS LATINOAMERICANAS
2. POLITICAS CINEMATOGRAFICAS
3. POLITICAS CULTURALES